Cruzamos miradas, pero no hablamos.
Papá los llevo a la sala de estar donde todos se ubicaron para comenzar a platicar. Escuché como mamá me llamaba, salí corriendo a la cocina para no estar bajo esos ojos, que sí, en efecto no habían parado de mirarme.
-cariño ¿puedes ayudarme a llevar estas tazas de café? -pregunto sin mirarme, estaba ocupada rellenando las 2 tazas faltantes.
Asentí con la cabeza. Comencé a buscar una bandeja entre los cajones para no tener que llevar las tazas en manos. Cundo las ubique comencé a caminar con mucho cuidado para no derramar nada. Llegué a la sala de estar y comencé a repartir las tazas, ellos la recibían y me deban un ‘gracias’, deje al individuo de ultimo. Al llegar a su asiento tomé la taza entre mis manos y se la di, rozamos un poco nuestros dedos.
Volví a la cocina a dejar la bandeja, la verdad es que no sabía qué hacer, ir a mi cuarto seria de mala educación, además las escaleras estaban justo frente a la sala, había una pared que dividía la sala de la escalera, pero igual yo era visible si subía. Al final opte por ir al jardín, estando ahí me senté en unos de los columpios que mi papá hizo para mí cuando yo tenía alrededor de unos 10 años.
Estaba tan distraída que no note que alguien había ocupado el otro columpio.
-hola Laia
Escuchar como pronuncio mi nombre fue interesante, lo pronuncio con mucha delicadeza. No sabía que mi nombre se pudiera escuchar así de bien.
-hola Nil -lo salude por su nombre, pues él también me había dicho por mi nombre. Aunque me hubiera gustado decirle chico con apellido de multimillonario.
La brisa estaba fresca, de hecho, hacía frío pero solo un poco, nada exagerado.
-No pensé encontrarte aquí -hablo después de unos largos segundos.
-ni yo –admití-. ¿Eres migo de papá?, ¿cuántos años tienes? - solté sin pudor, la verdad es que soy muy curiosa.
-woww, con calma, primero, mi padre es amigo de tu padre, me obligo a venir aquí y segundo tengo 17 ¿por qué?
-oh, es que pensé que eras más viejo, tenía muchas teorías del porque estabas aquí. -lo acaba de llamar viejo, que vergüenza.
-me has llamado viejo- se hizo el ofendido- ¿tengo cara de señor jubilado?
Me eche a reí lo que provocó que el también riera, tenía linda risa.
-no es eso- me excuse- solo es que esa era una de mis teorías -explique en un murmuro.
-así que… ¿una de tus teorías era que yo era un señor jubilado amigo de tu padre?- pregunto con el ceño fruncido.
-mm, pues sí, algo así, además tienes apellido de multimillonario.
-oh si lo recuerdo, niña mora.
Hice chocar mi columpio contra el suyo para hacerlo estremecer, el hizo lo mismo pero con un poco más de fuerza, me aguerre fuerte de las cuerdas para no caer. Nos comenzamos a reír muy fuerte.
Hace mucho tiempo no me reía de esa manera desde umm, pues él. aleje ese pensamiento de inmediato, la verdad es que me la estaba pasando bien para estar pensando en ese engendro. Paramos de reír, a mí ya me dolía la panza de tremenda carcajada que solté.
-tu risa es contagiosa- Nil hablo primero.
-yo…no suelo reír tanto.
-¿Por qué? Sí tienes una risa preciosa.
okey, okey, que está pasando aquí, solo fue un cumplido ¿verdad?, no debo alértame.
-es una larga historia- no quería contarle eso, nos acabábamos de conocer esa tarde. Solo mis padres sabían lo ocurrido.
-tengo tiempo -dijo con una sonrisa ladina.
-no me siento cómoda al hablar de eso, fue algo traumante para mí.
-oh, no sabía, lo siento -dirigió su mirada al suelo.
-no te preocupes -me miro e hicimos contacto visual por un momento. Sin duda no podía acostumbrarme a esos ojos.
-¿algún día podre saberlo? -volvió a sonreír.
-tal vez. O podría darte alguna pista -lo mire, el aún seguía con esa sonrisa que me hacía sentir extrañamente bien.
-pues dame esa pista.
-sí la quieres, gánatela -sin más me lévate del columpio dirigiéndome a casa, ya tenía frío y no podía estar un segundo más bajo esos ojos.
Fui directo a mi habitación para buscar un abrigo, mi abrigo favorito. Es de color morado pastel –mi color favorito- ese abrigo era muy suave y me quedaba grande lo hacía aún mejor. Escuche como mi mamá me llamaba para despedirme de lo amigos de papá. Bajé lo más rápido que pude, me situé junto a mis padres y me despedí de todos.
-adiós, Laia -otra vez esa pronunciación delicada de mi nombre. –Adiós, Nil.
Cruzamos miradas, pero no hablamos.
Papá los llevo a la sala de estar donde todos se ubicaron para comenzar a platicar. Escuché como mamá me llamaba, salí corriendo a la cocina para no estar bajo esos ojos, que sí, en efecto no habían parado de mirarme.
-cariño ¿puedes ayudarme a llevar estas tazas de café? -pregunto sin mirarme, estaba ocupada rellenando las 2 tazas faltantes.
Asentí con la cabeza. Comencé a buscar una bandeja entre los cajones para no tener que llevar las tazas en manos. Cundo las ubique comencé a caminar con mucho cuidado para no derramar nada. Llegué a la sala de estar y comencé a repartir las tazas, ellos la recibían y me deban un ‘gracias’, deje al individuo de ultimo. Al llegar a su asiento tomé la taza entre mis manos y se la di, rozamos un poco nuestros dedos.
Volví a la cocina a dejar la bandeja, la verdad es que no sabía qué hacer, ir a mi cuarto seria de mala educación, además las escaleras estaban justo frente a la sala, había una pared que dividía la sala de la escalera, pero igual yo era visible si subía. Al final opte por ir al jardín, estando ahí me senté en unos de los columpios que mi papá hizo para mí cuando yo tenía alrededor de unos 10 años.
Estaba tan distraída que no note que alguien había ocupado el otro columpio.
-hola Laia