Cómo Estrellas

Cap4: Amigos por Correspondencia.

—Sheila, necesitas hablarlo, o salir. Pero no puedes quedarte toda tu vida encerrada entre cuatro paredes.—su voz suena preocupada.

No respondo. No quiero hacerlo. Se, que si hablo, mí voz se va a quebrar. Y no quiero que se de cuenta que me está doliendo. Pero el suspiro que se escucha a través de la línea, me demuestra que ya lo sabe.

—Escuchame, se que es difícil, y no voy a decir que te entiendo porque estaría mintiendo. Pero tampoco te diré que lo superes o que te olvides porque se que eso es imposible. Pero, siempre voy a estar para lo que necesites. Siempre, ¿Vale?

—Mjm.—Mis lágrimas caen deliberadamente sobre mis mejillas, para luego explotar sobre mí cama en la que me encuentro sentada abrazando mis piernas mientras mí cuerpo tiembla, tratando de contener los sollozos.

—Voy a estar cuando quieras desahogarte, cuando quieras llorar, cuando quieras gritar y romper todo a tu alrededor. Voy a estar cuando tus tus fuerzas no den más, y si caes, te levantaré o caeré contigo. Pero no estarás sola, nunca.

Aunque quiera hablar, no puedo. Algo muy dentro de mí me lo impide.

—En estos días iré a visitarte, ¿Vale? Ahora tengo que irme.

—Vale.—Alfin parezco encontrar mí voz. Aunque está salga en un susurro.

Cuelga y yo arrojo el móvil sobre la cama. Decido encerrarme en el baño y darme una ducha, de al menos una hora.

Luego de calmarme en mí ducha que se estiro a una hora y media, me dirijo a mí escritorio, y tomo un libro de la pila que compre en línea.

Ya estoy a la segunda semana de clases, y la profesora de Literatura me recomendó unos libros que creyó que me ayudaría a no pensar tanto en lo que sucedió con mí hermana.

Y por primera vez en estos meses, le hice caso a alguien. Y compré los libros, gracias a Dios, no me arrepiento, ya que gaste un dineral en ellos.

Leer es una experiencia increíble, y gracias a ello logré no pensar tanto en lo acontecido, obviamente los recuerdos siempre encuentran la forma de escabullirse en mis pensamientos, y en ellos divagaba por algunos minutos u horas, pero desaparecen cuando tomo un libro.

***

Para despejarme, aunque sea un tiempo. Decido salir a caminar, habría salido con mí madre, pero se encuentra en la estética, por ello salí sola.

En mí mochila, llevo ibro que estoy leyendo. Tenía planeado sentarme a leer en el pasto de la plaza, pero descarte esa idea cuando comenzó a ponerse frío y lloviznar.

Me metí a una cafetería, no muy concurrida. Perfecta para sentarme a leer tranquila.

Llego la mesera, no muy simpática. Anotó mí pedido en su libreta y se retiro.

Luego de unos minutos, llegó mí pedido, en el cual consistió en un café y unas medialunas. Perfecto para un día lluvioso.

Mientras leía concentrada, noté una figura sentarse frente a mí. Aunque ya tenía un presentimiento de quien era, levanté mí vista, y efectivamente, unos ojos azules conectaron con los míos. Fruncí el ceño, no solo porque el estaba ahí, sinó también porque noté un brillo en sus ojos, el cual no supe decifrar bien de que era.

—Hola China.

—¿Ahora sí puedo decir que eres un psicópata y me sigues a todos lados?

—Mas que psicópata, creo que es el destino.— El brillo en sus ojos sigue sin desaparecer mientras coloca sus codos sobre la mesa.

—Ya, de verdad, ¿Que haces aquí maleducado?

—¿Puedes dejar de llamarme así? La gente me ve raro. —Su vista se pasea con falsa preocupación por las personas que se encuentran conversando de cosas ajenas sin prestarnos atención.

—¿Me recuerdas tu nombre?— había olvidado que no sabía ni cómo se llamaba, solo sabía que me caía mal.

—Derek, me llamo Derek.

—Bien, Derek. No hay ni una sola alma que tenga sus ojos puestos en nosotros, ¿Que haces aquí?

—Estaba pasando por aquí, y como cualquier persona normal, decidí refugiarme de la lluvia. Y o sorpresa, te encontré aquí, así que decidí pasar a saludar.

—ya saludaste, vete.

Me ignoro, y solo se dedicó a llamar a la mesera. La cual sorprendentemente, fue muy simpática. Solo tome mí libro y volví a mí lectura rogando que se fuera. No fue así.

Mucho no pude concentrarme en el libro, ya que luego de que le trajeron su pedido, se dedicó a observarme. No veo si me está mirando o no, pero aunque no aya volteado a verlo, pero si lo siento. Siento como sus ojos me penetran a través de su mirada azul.

—¿Que lees?—No llegue a contestar, cuando sentí que el libro se arrastró sobre mis dedos y quedaron entre los suyos frente a us ojos, se dedicó a leer dos o tres párrafos y volvió a mirarme. —¿De qué trata?

Casi. Casi no le contesto, pero cuando alguien me pregunta sobre mis libros, no puedo ignorarlo.

—Son amigos por correspondencia.

—¿Hablan por cartas?

—Si.

—¿Y porque no por el movil?

—Porque sus profesores le ieron la tarea de hablar con otro niño por correspondencia, el problema es que el profesor de ella creyó que el era niña, y el profesor de el creyó que ella era niño.

—Se confundieron.

Exacto. Pero a ellos poco les importo, se hicieron mejores amigos, y estuvieron hablando por siete años.

—¿Siete años?—Su cara de sorpresa me hizo soltar una carcajada.

—Lo peor, es que por cartas actuaban de una manera, y en la vida real de otra.

—Eso huele a problemas.

—Ella para poder encajar tenía que ser la popular insoportable, ni ella misma se toleraba. Entonces vio las cartas como una forma de poder ser ella misma, y dejar ese disfraz que tanto odiaba.

Me miraba concentrado mientras masticaba su tarta de chocolate.

—Un día, el la deja de hablar de la nada, por tres meses. Y eso la destrozó, porque el era con la única persona con la que podía desahogarse sin dar a conocer quién realmente era.

—¿El no lo sabía? ¿No sabía que ella era diferente? — Habla con la boca llena, y su cara de entusiasmo me saca una sonrisa.

—No, ellos hicieron una promesa, en la cual no se buscarían ni contactarían, aunque vivieran a una hora de distancia. El por un motivo desconocido se cambió a la escuela donde ella iba, y ahí conoció quien era verdaderamente. Y eso lo molesto mucho y le está haciendo la vida imposible sin dejar que ella se explique.




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