Había un temible lugar que rodeado de bosque se le llamaba, sendero del profeta, su nombre era muy peculiar y no era por nada, en el Radagma y su amado niño de Dios habían intentado huir de su padre, pero le fue tendida una trampa. Era algo temible, ya que estaba escoltada por montañas de roca y un profundo abismo, que al caer, golpearía con las aguas del temible río Dalta.
Samara esa mañana era llevaba a la gran casa de campo propiedad del lord Arond, allí habría una competencia de carruajes de gran valor, eran tradiciones de Drommeland que el carruaje que ganara sería el mejor del reino, Lord Arond tenía mucho campo y a Samara ese día se le ocurrió una idea.
—Lord Arond ¿Me dejaría dirigir una?
—Tu padre no envió su carruaje.
—Lo sé. Solo quiero pasear por los bosques de sus grandes tierra, imaginando que soy lejos de ser una princesa.
—Hazlo con precaución, y no cruces el arroyo —Elisabeth tuvo compasión, de su afanosa vida de princesa.
Samara paseó hasta que se alejó por los callejones de bosque y agua, los caballos iban muy suave al ritmo que ella los quería llevar, cada rincón de sus tierras la entretenía, pero en uno de esos despistes ocurrió algo que la niña no imagino, un oso mediano había cruzado el límite, y al toparse con los corceles estos aceleraron el paso mandando a Samara dentro del carruaje, la princesa perdía las riendas y los corceles se dirigían hasta el arroyo cruzando sin problema, Samara no sabía como frenarlos ellos iban muy veloces que en momentos la hacían brincar bruscamente sobre el carruaje. La jovencita al fin logro tomar una de las riendas, pero era demasiado tarde, estaba perdida de la casa del Lord, luego logro detenerlos y cuando lo hizo se golpeó por la brusquedad del estrellón, su cabeza dolía, pero no más que su poca calma, estaba perdida. Había mucha roca y dos caminos, uno era bosque, pero el otro era algo escalofriante por su abismo.
—Debemos retroceder —dijo en medio de la expresión de pánico en sus labios, al temblar —Hay mucha niebla.
Samara bajo del carro y trataba de guiar a los corceles de dar la vuelta, cuando de la niebla surgieron tres jinetes que por sus apariencias eran bandidos. Los hombres estaban ebrios y era propicio para la maldad actuar. Samara por un momento pensó en pedirles ayuda, pero pronto lo desecho y subió al carruaje, ellos tenían sus ojos sobre ella como lobos.
—Qué hermosa —dijo uno de ellos y hizo avanzar el corcel.
Samara no tuvo de otra que dirigir el carruaje por el otro camino que tenía en frente. La calle del profeta, la princesa hizo cabalgar a los corceles a toda prisa por el temible sendero mientras sentía, que el abismo la llamaba a ir con él, todo iba bien hasta que en un giron brusco una de las ruedas trepo encima de una roca. El carruaje se elevó y envió a Samara contra el suelo, la princesa se sentía adolorida y cuando se levantó su corazón sufría en gran manera, el carruaje pendía del abismo mientras los corceles luchaban por no caer con él, la niña se levantó y trataba de ayudarlos, pero los tres bandidos la tomaron con fuerza, y llevaron a las colinas de roca.
—Qué bella —decían con maldad.
Samara peleó con furia por salvarse de esto, pero su fuerza era débil ante ellos, la joven lloraba y suplicaba cuando de repente uno de los malhechores recibió un temible puño en su rostro, los tres hombres miraron al encapotado que era más bajo que ellos, pero dispuesto a pelear por ella, los tres se fueron contra él, pero Mark tenía el combate de un Mandalg, el joven no tenía sosiego mientras veía la tierra que sostenía el carruaje, ceder. Esos tres idiotas no se rendían lo que arto a Mark. Les dio una lección de sus golpes bañados de poder, así fuera leve, ellos pensaban que era el vino que los hacía sentir tales golpes feroces, lo que los llevo a huir del lugar, Mark todo el tiempo era visto por la princesa, el varón no sabía si utilizar su fuerza con el carruaje, tal vez ella correría a contarlo, pero si no lo hacía los corceles caerían.
Meyers tomó una de las ruedas de fuerte metal y con sus manos lo saco como si fuera algo pequeño, Samara se quedó atónita de como levanto el carruaje y lo acomodo, él la miró muy fijo y sucedió lo que temía, la princesa lanzo un estrepitoso grito y corrió a las cavernas, Mark no iba a dejar esto así debía llegar aún acuerdo con ella.
—¡De esta forma me agradeces!
Samara guardó silencio a su voz que se veía muy molesta, la joven pensó que si tal vez se quedaba allí unos buenos minutos se iría, ella se sentía mal su cabeza sangraba por los golpes del fuerte forcejeo con los bandidos, sentía que iba a desmayar por el dolor y la obligo a salir, Samara camino suave segura de que él se había ido, pero no tardo en toparse con el al salir de la cueva, la joven grito, pero no tardo en caer en sus brazos inconsciente, Mark subió al carruaje y la llevo a Noson Goc, esa mañana había ido a caminar como lo hacía en su tierra, pero regresaba muy rápido.
—¡Mark que ocurre!
—Ella está herida.
—Por Dios es la princesa —comento
—¡Queeeeee! —Mark exclamo, libido de susto a quien había llegado su secreto.
Derama y Norgavan la atendieron y Mark salió de la habitación contando todo a Garend, Samara tardo cuatro horas dormida y cuando despertó. Meyers entro a su habitación. La princesa lo veía con esos expresivos ojos con un gran asombro, el era como un ángel o un niño de Dios.
—¿La princesa me haría el honor de dejar clara mi situación?
—Sí. —respondió.
Samara ese día no podía creer que el no le causara timidez, se sentía segura de alguien que poco conocía.
—Soy Mark Meyers.
—Soy Samara.
—Princesa. Lo que viste en el acantilado es normal para unos. Garend y Norgavan, pero para los demás no lo sería, esto me preocupa por ti.
Samara estaba encantada con la clase de varón que se veía, no era que lo viera como hombre, estaba maravillada de lo que sentía en el.
—Eres un niño de Dios
—¡Porque lo deduces así!
—Hijo del sol.
—¿Conoces esa historia?
—Solo sé esto, aunque quisiera saber más.
—Soy un niño de Dios, lo que tampoco le agradaría al rey.
—Prometo que todo estará seguro conmigo, no lo diré, pero podemos ser amigos.
—No creo que debamos, las habladurías no tardarían en esparcirse, tú eres aún muy joven y yo muy mayor para tener una amistad con una princesa como tú.
—Confió en ti.
—Hasta ahora me conoces.
—Por favor.
—Debes regresar a casa.
Samara recordó a lord Arond y temió por el, llevaba muchas horas desaparecida.
—Garend te llevará a palacio, y no dirás nada sobre mí.
Samara lamentaba que Mark no quisiera una amistad, pero no lo podía obligar, la niña subió al carruaje que Norgavan y Garend dirigieron, cuando llegaron a palacio había muchas caras tristes, lord Arond era acusado por el rey y toda su casa hasta que la niña cruzo la gran sala real.
—Samara, hija mía —su madre corrió hacia ella, al igual que Anielka y sus tías.
Su padre se veía enojado, aunque quisiera ir por ella y abrazarla, era la naturaleza del rey fingir.
—Padre —se atrevió a hablarle con valor para abogar por el lord y su casa—Arond no tiene la culpa, yo monté ese carruaje y le desobedecí cruzando el río.
—¿Por qué estás golpeada? —pegunto Cael.
—Tres hombres querían —Samara cayó al recodarlo, y su padre se levantó corriendo hacia ella.
—¡Quiénes te iban a tocar! Lo pagarán.
—No los recuerdo bien, pero no lo hicieron gracias a un ángel.
El rey la tomo en sus brazos, luego Gabriel llego al gran salón y la recibió como un hermano.
—¡Samara estás bien, porque estás vendada!
—Solo quiero descansar.
El rey cargó a su hija y fue con su madre hasta llevarla a su habitación.
—La iban a violentar —conto Yates a Gabriel.
—¡Queeeeeeeee! —Gabriel, grito histérico —Esto no se queda así, sé cómo hallarlos, ella debe hablar de sus funestos rostros.
—Gabriel, cálmate, debes esperar —Jeguin lo abrazo.
Observando Jael como ningún otro Vernugem se preocupaba de alguien de su familia como el, Gabriel ese día no se sintió bien lloro de imaginar que a Samara le hubiera pasado algo, y corrió a desahogarse con el vino a Noson Goc. Gabriel cabalgó hasta allí con un solo propósito y no sabia como hasta ese día, llevaba días de muchas emociones o decepciones. Al entrar había buena música, Mical siempre que lo veía pensaba ya llego ese varón poco empático, lo veía como un ser vanaglorioso y lejos de ser noble.
—Gabriel Vernugem ¿Atenderás su mesa?
Pregunto una de las jóvenes, loca porque ser ella.
—Ve tu, poco me interesa este fanfarrón—se atrevió Mical a confesar su cólera con el.
—¡En serio! —la otra chica exclamo.
Pero algo más sucedió ese dia. Gabriel llamó a Mical con el dedo, la bárbara lo tomo con mal genio, pero aun así fue, tenerlo de cerca era un grato momento, aunque Mical estaba rehúsa a hacerlo, el dejaba en evidencia que había llorado mucho.
—¿Gabriel Vernugem, que se te ofrece?
—Vino, es lo único que quiero —replico con la luz de esa sonrisa que causaba alegría en una chica —Y tal vez pensé que ella quería hablar conmigo.
—Yo no creo que el quiera ser amable, el es una quimera para las hijas de esta taberna.
—Tal vez tus grandes ojos claros, ven demás —Gabriel insistió cediendo la doncella alta y de cabellos cortos —No eres de Drommeland. Lo he analizado todo este tiempo.
—Y solo hasta hoy lo preguntas.
—No te caigo bien.
Mical solo llevaba unos minutos hablando con el y pudo ver muchas caras de el, el guerrero sarcástico y vanidoso se iba de el dejando en evidencia aun varón dulce, verlo era grato, era como una primavera y un bello otoño. Mical ya empezaba a ver y sentir porque una mujer se enamoraba de el.
—No se qué sentimiento es —respondió después de tanto pensar.
—Solo quería hablar con alguien, pero veo que tu no eres esa persona.
—Si lo soy, si quieres te invito a charlar en mi alcoba, hay un buen balcón y una mesa.
Gabriel fue con ella llevando Mical la jarra del buen vino, era mejor allí, si Agon la veía iba a ser un regaño.
—Agon se molestaría si me ve hacer lo que hice. —la bárbara comento, mientras no evito aspirar ese perfume que se adueñaba de su habitación.
Era madera fresca y almendras dulces, en cada centímetro de su ropa.
—¡Todavía me pregunto, que quiere hablar una joya del palacio conmigo!
—Las joyas de palacio no son tan brillantes como dicen ser, allá no es lo que todo plebeyo cree ver, suele ser como un campo de guerra.
—Vaya. La casa Manson es lo que toda casa de alta sociedad quiere seguir, pero tú la desacreditas.
—No todo es malo, Samara Anielka Jeguin es lo mejor.
—¿Y tu padre?
—Esa ilusión ya murió
Gabriel le dejo claro como ahora era la misma historia de todos los Vernugem.
—El reino cree y está seguro de que eres ya un Manson.
—No es así – lo dijo claro — Soy Vernugem nada más.
Mical empezaba a dejar cualquier incordio contra el, era un hombre que despertaba intrigas y pasiones.
—¿Lloraste, por quién lo hacías?
—Por muchas cosas.
Mical lo quería abrazar, pero después reconoció el tipo de cariño que buscaba.
—Esta taberna y sus chicas no son para otros oficios, pero hoy hay ese deseo de una mujer por un varón, Gabriel te quiero besar y si puedo llegar mas allá también lo aceptare.
Gabriel la miro y no vio mal su cariño, que dejo claro Mical al besar sus labios.
—Es verdad lo que murmura una doncella.
—¿Y qué es lo que murmuran?
—Que tus labios son mas ricos que un dulce de leche y nueces, ni la misma miel es tan deliciosa como tu néctar, ella empalaga.
Mical beso su boca con concentración y bajo hasta su cuello, cada que avanzaron en una caricia fue propicia para descansar en el lecho de Mical, la bárbara seguía despierta observándolo, mientras Gabriel dormía cansado de haber hecho ardientemente el amor. Ella veía sus cicatrices, pero aun así su piel era muy suave y perfumada, la bárbara no lo iba a olvidar tan fácil, Gabriel había dormido bajo su abrigo hasta que vio la luz salir, sus mantas habían sido cálidas como sus besos y toda caricia.
—Anoche, disfrute de un rico manjar —Mical confeso como había disfrutado hacerle el amor.
—Gracias por tu abrigo y cariño —Gabriel la miro dulcemente.
—Que mas puedo pedir, tener a Gabriel Vernugem sin ese traje en mi lecho es demasiado, perfumas mis sabanas y mantas. Sé que no me puedo enamorar porque solo sufriré si lo hago.
—¿Te puedo visitar? —Gabriel se había sentido bien a su lado de todas las maneras.
—Sí.
Lo beso otra vez y se levantó a arrojar leños a la chimenea de su habitación. Gabriel se colocó su pantalón de cuero y solapa y camino hasta la ventanilla, el Vernugem observo desde allí a una mujer que daba de comer a habitantes de calle. Ella hacía un acto noble.
—Ella se llama Derama —le conto Mical, al acercarse a el y abrazarlo hasta dejar su forzuda espalda contra su pecho—Suele dar de comer a esa pobre gente.
Gabriel escuchó cada palabra de sus labios que se volvió besos en su cuello, el Vernugem cerro los ojos disfrutando los labios de Mical en su piel, luego los abrió pasando un penoso momento. Mark Meyers estaba al otro extremo de la calle en el balcón del viejo castillo, el hizo de cuenta que no vio nada y Gabriel cerro la ventana como si hubiera visto un fantasma.
—¿Pasa algo?
—Hace frío no lo crees.
—Entiendo —a Mical le causo curiosidad su actitud y procedió a colocar su vestido para bajar. —¿Qué quieres comer?
—Lo que tu quieras —Gabriel, al quedar solo, no pudo evitar sentir vergüenza con ese muchacho, nada cambiaba, que su sangre corría por sus venas.
El Vernugem se levantó de la silla y fue hacia la ventana donde miro discretamente hacia ese balcón, pero el no estaba allí, Gabriel recordó esa noche que por primera vez estuvo con Krestin, en ese entonces era un jovencito puro y inocente.
—Si tan solo hubiera sido diferente —comento.
Mark bajaba a darle comida a los hombres de calle cuando lo volvió a ver, el joven sabía que su padre estaba allí, pero era como si no lo fuera, y algo que debía desechar.
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Editado: 05.03.2024