—¡JAMES! ¡Perdón, James! —no había dejado de gritarle al teléfono mientras lloraba, y mientras sus dos mejores amigas, Adriana y Erika, la miraban desde el sillón de su recámara.
—¡Me dejaste en el maldito aeropuerto, Olivia! ¿¡Qué demonios pasa contigo!?
—James, amor, no fue mi intensión. Me pasaron tantas cosas que sigo sin poder asimilar.
—¿Disculpa? ¿Acaso dijiste que te pasaron? ¿A ti? A ver Olivia— la interrumpió —. No sé si hablo marciano, una lengua extinta o qué, pero al parecer tú no me estás entendiendo. No me importa lo que te haya pasado o te suceda a ti. Lo importante soy yo, ¿entendiste?
—¡Sí amor! Sorry James, sorry.
—¿Quién es la persona más importante de tu vida?
Ella dudó, un pensamiento rápido viajó hacia sus padres, sin embargo, lo que salió de su boca fue otra cosa totalmente diferente.
—Tú. Tú eres lo más importante.
—¡Y aun así me dejaste botado en ese maldito aeropuerto de miseria!
Ella lo escuchó suspirar. Sentía el tamborileo asfixiante de su destrozado corazón, y aun así se aferró a la idea de esperar una respuesta que le aliviara la agonía en la que estaba viviendo.
—Estoy ocupado. Si tengo tiempo te llamaré después —y colgó.
—¿Eso significa que me perdonas? ¿James? ¿Aló? ¿Sigues ahí?
Vamos a ponernos un poco en contexto para entender el caótico y asfixiante sufrimiento de esta relación aparentemente feliz. Como ya se ha mencionado antes, Olivia tiene su habitación llena de fotografías, y se podría decir que la mayoría de esos retratos eran de él, de James. Pero, ¿quién es James?
James era el novio de Olivia, sin embargo de novio cariñoso, tierno y cursi no tenía absolutamente nada. El hombre era una piedra sin sentimientos, sin amor más allá que el propio. Era un apuesto americano que bien podría ser considerado como un galán extranjero. Alto, guapo y bien ejercitado. Un hombre que pertenecía a la familia de los Cardos, habitantes y originarios de la playa Malibú en los Ángeles California. James tenía la creencia de sentirse superior a cualquier ser humano existente en el planeta. Un narcisista prepotente que no sabía otra cosa más que mirarse en el espejo, recibir halagos y pisotear a las personas.
Y por si fuera poco, nadaba en el orgullo de su más grande trofeo, y por trofeo no me refiero a alguien que ve a su pareja como un tesoro, como lo mejor que le hubiese pasado en la vida, sino como eso, un trofeo que los demás querían y solo él podía tener. Olivia era una joven universitaria de diecinueve años, bonita, de familia prometedora y extrovertida, verdaderamente extrovertida; fiestera a morir y consumista de alcohol que muchas veces se bebía como si fuese agua. Pero más allá de eso, más allá de presumirla como un objeto, como un costoso anillo o reloj, James presumía su pureza. Olivia era virgen, y esto dentro de una sociedad de alto nivel estaba sobrevalorado, más aun cuando todo el mundo de alta sociedad sabía que James Cardos rondaba los cuarenta años de edad.
¡Hágame favor! Hemos vuelto a los siglos del virreinato. Un hombre mayor que ha buscado una joven mujer para convertirla en su futura esposa y heredera.
—Y bien, ¿qué te dijo? ¿Liv? —Adriana necesitó pararse frente a ella para hacerla reaccionar.
—¿Cómo?
—James, ¿qué te dijo James?
—Ah… ah, dijo que sí, me perdona.
—Bien —su amiga le sonrió—. Ahora vamos, tenemos que alistarnos para Éxtasis. Es su inauguración y no pienso perdérmela.
—¿La discoteca que van a abrir en el centro?
—Desde luego, princesa.
—¿Bien? ¿Te has escuchado lo que dijiste, Adriana? ¿Para ti está bien que James siga tratando a Liv como si fuera de su propiedad? —Erika la atacó en un gesto que para nada demostraba felicidad.
—Si eso para ella está bien, para mí también.
—Es increíble —la miró con desprecio—. En cuanto a ti, Olivia, ¿por qué dejas que te siga tratando como si fueses una prenda de ropa costosa? Eres su novia, más no un collar que compró.
—Ah…, yo… Está bien, Erika, cálmate. No soy de su propiedad, pero pronto lo seré —su sonrisa ruborizó sus mejillas—. Todo apunta que James y yo nos casaremos una noche en la playa y viviremos en un cuento de hadas a nuestro estilo. Más bien al mío.
—¿De verdad, Olivia? ¿Te conformas con eso? James no viviría en un cuento de hadas ni aunque tú estés presente. James podría ser más el villano feo que un príncipe.
—Los villanos muchas veces no suelen ser feos.
—Pero James lo es.
—James es el hombre más apuesto que he visto en mi vida.
—Estás loca.
—Lo estaré, ¡pero por él! Y respecto a lo de Éxtasis —la felicidad abandonó su rostro—. No creo que pueda ir con ustedes.
—¿Por qué? —Adriana arrojó las prendas de su armario.
—Mi madre me tiene castigada y me amenazó con decirle a papá lo que pasó ayer.
—¿Ayer? ¿Qué pasó ayer?— preguntaron las dos.
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Editado: 18.02.2023