Todo ocurrió tan rápido.
En las paredes de mi cerebro comenzaron a rebotar escenas de mi vida, recuerdos sobre mí y sobre la gente que amaba. Por un momento, entre la confusión, tuve miedo pues no faltaba la película que te dijese que la ráfaga de recuerdos significaba tu muerte, pero algo en mí me aseguraba que no era el caso.
Recordé la imagen clara de mis amigas jugando a destrozar Barbies regadas en mi habitación, a mis tíos volcándome un balde de agua encima en época de carnavales, a Mathias regalándome uno de los claveles que tenía su madre en el jardín, a mi mamá buscando empaparme de besos y abrazos mientras me resistía a pesar de que adoraba estar entre sus brazos, a mis amigos reventando los parlantes de la casa para bailar Lip Gloss en la sala. Podía recordarme a mí misma, cantando, riendo y bailando como si fuese la única persona en el mundo.
Una caída por un túnel sin fondo, después todo se volvió negro.
Un mareo invadió mi cabeza y no me sentía completamente consciente de donde estaba. Oía murmullos, todo lo que me rodeaba se volvió murmullos y susurros. No entendía nada, pero sentí cómo me quitaban objetos de diversas partes del cuerpo, me dediqué a sentir mientras animaba a mis párpados a levantarse.
Al abrir los ojos me di de lleno con una luz que me cegó por unos instantes, comencé a percibir leves corrientes de aire chocar contra mi cuerpo mientras parpadeaba contantemente, después de un rato mi vista se acomodó al ambiente frente a mí y la sensación de encontrarme en territorio desconocido me aturdió por un momento. Frente a mi rostro se encontraba bien plantado un señor canoso y en bata blanca, que asumí era un doctor. La angustia que veía al notar la cara de mi mamá me llevó a notar como en sus facciones había algo que me decía que estaba un poco más adulta, era una variedad en sus rasgos que te dejaba observándola por un rato, sobretodo su mirada, se notaba cansada. En la habitación, además, había unas enfermeras junto a un chico, era lindo, tenía una sonrisa preciosa y los ojos más azules que existían.
¿Quién diablos era ese?
Había algo familiar en el azul oscuro de su mirada, pero seguía sin captar quién era.
— Oh por Dios, Atila, ¡despertaste! —exclamó el chico abrazándome, aun cuando no se me escapó la mirada del doctor que advertía que buena idea no era.
— ¿Y éste quién es? —pregunto viendo su hombro bajo a mis ojos, provocando que me suelte en un instante, aturdido—. Mamá, ¿quién es?
Me extrañé al notar el cambio en el sonido de mi voz y fruncí el ceño.
¿Es que todo sería definitivamente raro desde el primer instante? Hasta yo me sentía extraña con mis cuerdas vocales en mi garganta.
— ¿No me recuerda? —pregunta el chico con voz triste.
Espera, ese tonito tristón lo conocía, de todos mis recuerdos a oscuras, de todo lo que mis oídos habían podido captar.
— Puede estar algo aturdida, por algo había insistido en que salieras de la habitación —dijo el doctor a modo de regaño—. Tienes que darle tiem…
— Mathias —afirmo y sonríe.
El doctor casi pega las cejas al inicio de su calva al escuchar cómo lo interrumpía con una respuesta acertada de algo de tiempo real.
— Sí, ¿no me reconocías? —me preguntó el Mathias grande sentándose a mi lado, ignorando las miradas de advertencia y preocupación del médico.
Confusión, eso define mi estado actualmente.
— No —reconozco y recién caigo en la cuenta de que tendré que amoldarme a las sorpresas por unos días, quizás hasta semanas o meses.
— Es normal —dice el doctor—, ha estado 5 años en coma, puede que no reconozca muchas cosas que han cambiado de forma natural.
— ¡¿5 AÑOS?! —cuestiono exaltada.
Comencé a hiperventilar ante la fantasiosa idea de haber sobrevivido a un coma de media década. Eso no era posible, no era natural.
— Tranquila —susurra mi mamá abrazándome.
Ver su rostro compungido ahora bañado de alivio me dio una olvidada sensación a hogar que definitivamente extrañaba.
Posterior a ello, creo que fue inevitable la cantidad de análisis que pasé. Me revisan de una y mil maneras, buscan comprobar que esté estable. Era obvio como todos no podían aguantar la sorpresa ante el hecho de que no pareciese que hubiese despertado de un coma tan largo, sí, me sentía algo cansada y desorientada, pero era como si todos esperasen algo peor, y nada, nadie que no hubiese estado aquí todo este tiempo podría comprender cómo podía estar así cuando había despertado hace solo unas horas. Me dijeron que en cualquier momento podría irme, probablemente en unas horas, pues no sabían qué más hacer al verme en tan buen estado. Excelente si lo ponían en perspectiva. Fue así que mi mamá salió del hospital para ir a casa a traerme ropa y avisar a mis hermanos.
Entendía por qué todos estaban conmocionados por mi despertar y estabilidad. Incluso yo lo estaba. Tomé todo el aire posible que pudieran soportar mis pulmones y solté el suspiro más largo y aturdido de mi vida.
— Tranquila, son sólo 5 años —decía Mathias tomando mi mano—. Podían haber sido 8 —comentó "divertido".
Me habían dejado con él mientras mi mamá volvía y los médicos terminaban de estudiar mis resultados de toda la cantidad estrafalaria de análisis que me habían hecho a lo largo de las últimas horas.
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Editado: 14.07.2021