Como siempre y como la primera vez

CAP 3

Me quedé piedra por unos segundos, analizando todo lo que venía a partir de ahora con mi silueta dibujándose en el espejo. Volví a la realidad con el sonido alargado de las carcajadas escapando de los labios de Mathias. No pude distinguir qué clase de sentimiento me producía el brillo de sus ojos mientras se reía, o la forma en como sus dientes se mostraban al despegar sus comisuras para mí. Sacudí la cabeza y me centré en ignorar lo extraño que era todo esto. Me seguí observando.

— ¿Por qué me ha crecido el trasero? —solté de pronto logrando que la risa se cortara en su garganta.

— Es normal —escupió rápidamente mirando a otro lado mientras se le subía el color al rostro.

¿Qué rayos?

— Es normal, es normal —mascullé remedándolo con una mala imitación de voz masculina—. Nadie me da una explicación lógica —me quejé limpiando una lágrima imaginaria.

— No cambias Ati —me llamó con ese horrendo apodo mientras reía, al ver su sonrisa hacia mí de nuevo me coloqué un poco sonrojada.

— ¿Qué son estos? —pregunté tocando unos bultos en mi pecho—. No me digas que ya me creció el busto.

Fruncí el gesto lamentándome con el hecho de mi triste y —para mí— acelerado desarrollo. El rostro de Mathias pasó del sonrojo a teñirse de un color escarlata mientras abría y cerraba la boca como pez fuera del agua sin lograr formular palabra alguna durante casi diez segundos, antes de que lograra cuestionarle el por qué se comportaba como un tonto, entraron por la puerta mis hermanos. Casi pude verlo suspirando de alivio.

Mis 4 hermanos se lanzaron sobre mí como una horda de elefantes entre gritos o empujones, que nos llevaron a terminar en el suelo. Tyler, por hoy, asumo tendría 14 años, Tate tendría 18, Thomas tendría 19 y Olympia —Olly— era mi melliza. Mi madre entró tras de ellos a la habitación y me dejó un vestido de Olly. No compartió con todos sus hijos reunidos, solo me miró con ojos compungidos y luego se fue tras el doctor y su llamado con voz trémula. Se me deformó la expresión al verla evitar explicaciones, pero la energía de mis hermanos distrajo mi atención… un poco.

¿Qué pasaba conmigo? Porque, definitivamente, se trataba de mí.

Un montón de conjeturas comenzaron a formularse en mi mente sin llegar a nada concreto. Me sentía teóricamente inútil.

Una vez se fue mi mamá todos los chicos salieron del cuarto también con la excusa de dejar que me vistiera, pues Olly dijo que ya no me podía cambiar enfrente de Mathias e incluso mis hermanos. ¿Por qué?, no me quisieron explicar en ese momento, pero la risita maliciosa de mi melliza me dio la idea de que había un fuerte motivo para ello parecido a cuando en las películas los padres están haciendo cosas indecentes y entran los niños a la carrera, solamente un motivo de ese tipo provocaría una gracia malévola en mi hermana.

Que todo tenga otras condiciones –que solo suponía sin que me lo dejaran claro– me ponía nerviosa.

En ese momento comencé a cuestionar si, dentro de todo lo que había cambiado, también se vería afectada mi amistad con mi mejor amigo desde siempre. Me cambié con ayuda de Olly, pues amarrar las tiras de su vestidito era más complicado de lo que parecía, y le hice la pregunta del millón.

— ¿Qué son estos? —señalé los bultos con extrañeza—, y ¿por qué tú también los tienes? Dime por favor que no son lo que creo que son. Le pregunté a Mathias y no me contestó.

Hubo un silencio en el que mi melliza decidió abrir la puerta y permitir la entrada de todos los niños en cuerpo de grande, una vez entraron todos Olly decidió hablar mientras se atragantaba con la risa en su garganta.

  • Atila, en efecto, esas son tus tetas —todos se empezaron a reír de manera sutil mientras yo mantenía el puchero en mi rostro—. Es por eso de las hormonas, a mí me chocó, pero dentro de todo es normal.
  • ¿Tan difícil era explicar eso? —acusé a mi mejor amigo con cara de regaño mientras se colocaba de color manzana de nuevo y mis hermanos explotaban sin sutileza.
  • ¿Le preguntaste a Mathias? —preguntó Tyler recuperándose de la risa siendo él el más escandaloso desde crío.

Asentí y todos rieron aún más —si eso era posible—.

No entendía mucho hasta ahora.

Después seguimos hablando fluidamente, riendo y todo, hasta la llegada de nuestra progenitora que dio un silencio incómodo y pesimista entre todos en la sala. Mi mamá llegó con una cara que me dejó asustada pero no dijo nada, de nuevo estaba practicando un efecto invernadero aplicado a sus sentimientos. Disimuló con su mejor sonrisa e hizo que vayamos fuera, pero su comportamiento y su estado de ánimo había cambiado, había algo distinto en ella, como cuando no podía con las cosas en casa y se encerraba en su cuarto a fingir que veía televisión hasta que entraba con Olly y nos acurrucábamos junto a ella, entonces finalmente sonreía con las lágrimas cayendo suavemente.

Llegamos a casa con conversaciones de los chicos llenando el espacio de forma forzada. Cuando me llevaron a mi habitación —mi nueva habitación, no la que compartía con Olympia—  con la promesa de mi mamá de mañana ir a comprar mi ropa, pues la llegada de mis mejores amigas fue inminente una vez que mis hermanos comunicaron que estaba bien y en casa tras todo el día de ajetreo en el hospital.




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