Pasada la semana siguiente me había decidido —finalmente— a ir a la escuela. Había insistido, habían aceptado y ahora no sabía qué hacer. Mathias —con la nariz en los libros como siempre— venía a dictarme las clases todos los días tratando de meterme 5 años en la cabeza en poco más de una semana, reforzando lo que recordaba me dictaba durando el coma sin prestarle verdadera atención, así que sabía en cierto grado lo que habían hecho durante el tiempo en que estaba dormida, valiéndome de la buena memoria que el estado vegetal no me mató. Aun así, no podía saltarme del sexto grado al último año de secundaria solo porque sí, no era razonable ni lógico, hasta ahora las autoridades escolares no comprendían cómo seguía en este mundo y con disposición a terminar la escuela como si no hubiera estado colgada por años, no me negaban la oportunidad pero estaban completamente incrédulos.
Al llegar a la escuela mi mamá me acompañó a la oficina de la directora, la madre de Mathias porque sí, debíamos tener esa carta bajo la manga al saltarnos tantas normas. Entramos y la señora Smith se paró a abrazarme con fuerza para pasar al susto por romperme o algo parecido ya que definitivamente mis huesos se sentían más ligeros dentro de mí que cuando era pequeña, de todas formas yo le correspondí el abrazo. Esa señora por más autoridad que tuviera en la escuela siempre había sido como familia para mí. Mathias estaba sentado mirando pues no quería repetir el numerito de muestras de cariño ayer que había desarrollado durante los últimos días.
— ¡Ay Atila! Estoy tan feliz de que despertaras, te extrañamos tanto —me dijo la señora soltando un par de lágrimas sin quitarme las manos de los brazos con calor maternal—. Y no te preocupes por las clases, dame un par de semanas para conseguirte la oportunidad de tomar unos exámenes para que no tengas que repetir los años, quizá no este siguiendo las reglas, pero yo sé de lo que eres capaz, no podría hacerte tanto daño de obligarte a repetir con todo lo que ya atravesaste. En quince días vuelve que Mathias te tendrá preparada para cerrarle el pico a muchos —aseguró y yo casi no podía seguirle la velocidad de las palabras, logré comprenderla y con una sonrisa volví a dejarme estrechar entre sus brazos.
— Ahora vamos —dijo Mathias levantándose y poniendo la mano en mi hombro.
— ¿A dónde? Tú tienes clases —le dije y él me sonrió.
Esa sonrisa...
Se me reinició el software.
¡Procesa bien tus ideas Atila!
Más tarde le preguntaría a Olly si esto era normal.
— Mathias te ayudará en los exámenes desde hoy, recién estamos comenzando el semestre y al ser el primero de la clase e hijo de la directora me puedo dar ciertos lujos —aseguró su mamá guiñando un ojo y riendo con descaro, sabía que eso no era correcto, pero no podía negarme a tantas oportunidades de parte de gente que siempre me quiso—, le he dado el día libre con tal de que estés lista —sonreí.
Comenzamos con la nueva labor durante todo el horario de clases que mi mejor amigo debió estar en la escuela, solo que aplicado a mí sin descanso para remarcarme lo que no vi a través de su mente.
Durante la tarde —cuando el horario escolar terminó— mi mamá decidió que iríamos a comprar mi ropa de una vez aprovechando que la compañía abundaba más de lo normal en casa. Mathias, Audrey, Alessia y Natalia irían con nosotros, mis hermanos y yo, pues tras una llamada mi mamá nos dio el dinero y se fue al hospital otra vez. No tenía claro qué tanto hacía en el hospital, honestamente a estas alturas esperaba que el secreto fuera que tuviera un amorío con un doctor o enfermero.
Una vez mi hermano mayor tomó la Van de mamá nos embarcamos al centro comercial. Al llegar al aparcamiento todo bajamos distraídos en tontería hasta que, justo antes de poner un pie en el suelo, me levantaron cinco pares de brazos. Agradecí traer un short debajo del vestido en esta ocasión.
Maldita Olly y su cantidad ridícula de vestidos.
— RESUCITÓ —gritaron cinco locos tras mutar con la pubertad.
A pesar de los siete años que habían pasado no cabía duda de que uno nacía con el destino marcado, si no era así no encontraba excusa para que Nathan, Hamilton, Daniel, Frank y Connor no cambiaran absolutamente nada.
— Creí que no despertaría nunca —dijo Daniel en un lloriqueo mientras me bajaban y me abrazaban hasta limitar mi respiración.
Era uno de los momentos más emotivos que pude sentir desde que desperté, la emoción que los chicos destilaban me sobrepasaba. Ellos lloraban y yo también, todo era manos y brazos marcando otro recordatorio de cuánto dañé a todos durante mi enfermedad.
Si tan solo hubiera visto venir la camioneta.
Luego del momento feeling, todos juntos ingresamos finalmente al centro comercial. Primero mamá no había querido recibir a los chicos en casa pues ya era demasiada gente y si bien me mostraba sana no podían saturarme según la recomendación del médico, pero en este instante definitivamente era mejor, así habría más manos para sostener las bolsas y podía tener la cabeza ocupada con toda la gente que quería. Me encantaba pasar tiempo con mis amigos y ver que realmente se alegraban de mi regreso, de tenerme con ellos.
Después de muchísimas tiendas y pleitos, estábamos a punto de irnos del centro comercial, pues ya teníamos toda la ropa —incluso de más en mi opinión—. Olly me obligó a comprar unos cuantos vestidos y faldas ya que ella dice que uno nunca sabe, quizá lo agradezca algún día.
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Editado: 14.07.2021