Hola gentecilla bella.
¿Como os encontráis?
Este es el prefacio del libro. Sé que para muchos de vosotros no tendrá sentido, pero es necesario leer esta parte, para que puedan entender cómo se conocieron los protagonistas en realidad.
Tengo Wattpad, si queréis ver la portada y los protagonistas, pasaros por allí.
Os adoro❤
Michel Strubinger
🐺🐺🐺🐺
9 años atrás.
La tarde estaba cálida. Se escuchaban como las olas del mar, chocaban con las altas rocas, haciendo un sonido nato de aquel ambiente. Las gaviotas en lo alto, regalaban una bella vista de su sincronía al volar.
La pequeña niña de cabellos rojos, correteaba en la arena con una palita y cubetica de juguete, luciendo aquel traje de baño con figuritas de patos. Buscaba un lugar donde construir un castillo de arena; y es que en su mente imaginaba que era la princesa de los mares, y como tal tenía que vivir en un castillo tan grande como ella.
Cosa que no construiría ni de coña, pero era la imaginación de la cría de siete años.
—¡Hermanito, hermanito! —llamaba a su hermano mayor desde un rincón de aquella playa. El chico de piel morena, la miró desde la orilla por encima de su hombro —¡Vamos a construir un castillo de arena!
El chico de ojos verdes se volvió al mar y negó con la cabeza. Estaba fastidiado de las ideas que se le ocurrían a la pequeña, pues ya él tenía doce años y le aburría los juegos infantiles que una vez le entretenían. La niña le miró con el ceño fruncido y le tiró la pala de plástico, atinandole en el hombro. Este acto hizo que el chicuelo, soltara una carcajada.
—Ya estoy grande para esas niñadas, Cassie —vuelve a mirar a la niña, con una sonrisa —¿Por qué no buscas a alguien de tu tamaño con quien jugar?
La niña le sacó la lengua y se acercó a su hermano, cogiendo la palita de plástico y alejándose de la orilla. Mientras caminaba —no muy lejos—, iba farfullando por lo bajo, haciendo las muequitas extrañas que siempre se les veía en su rostro. Parecía como una ardilla con algo atravesado entre sus dientes.
—. Si estás tan grande ¿Por qué te orinas en la cama todavía —sus susurros harían reír a cualquiera, y es que esa niña era algo así como una bendición para su familia —. Capullo.
Siguió caminando por la enorme playa, dejando sus pasitos marcados en la arena. Sonrió cuando vió el lugar perfecto, una parte de esta cuya arena era blanca, y estaba libre de los molestosos montecitos que crecían en ella.
Se sentó en la superficie, mirando con una sonrisa su material de construcción. Echaba arena en la cubetica, y moldeaba la figura que ella quería darle a su castillo. Buscó algunas conchas de mar, para decorarlo aún mas bonito a como se lo estaba ideando.
Observó que a unos metros de ella, estaban cuatro chicos hablando y riendo entre ellos. Parecían de la edad de su hermano, pero podía apostar que era mas madura que ellos.
Encogiéndose de hombros, siguió en lo suyo.
Los cuatro pubertos apenas y podían controlar su condición, pues eran unos cachorritos que se transformado por primera vez.
Uno de ellos olfateó un agradable aroma, algo como a naranjas y vainilla. Empezó su tarea de can y merodeó el lugar, pues su lobo interior le gritaba una y otra vez, que encontrara la causante de ese dulce olor. La playa estaba casi sola, a excepción de unas cuantas personas que se encontraban. Salió del agua y batió su extraño cabello blanco, aspirando esa fragancia que lo emocionó de repente.
Posó su vista en una señora mayor. Arrugó su nariz en desacuerdo, pues no creía que fuera ella la causante del deliciosos aroma.
—. Estás de coña si crees que es ella —refunfuñó con desagrado a su lobo.
—Pues estoy de acuerdo contigo, tío —su lobo blanco también arrugó la nariz con desagrado.
—¿Y si lo es?— preguntó internamente a su lobo.
—. No me imagino vinculandome, con una señora de sesenta años —el lobo habló como si tuviera arcadas.
—. Ni yo tampoco —pensó de la misma manera el chico.
Como si la señora leyera los pensamientos, volteó a mirar al chico de ojos negros, y con su dedo gordo le hizo señas para que se acercara. El joven sonrió con nerviosismo, negando repetidas veces. La mujer mayor le mostró el bloqueador solar, dándole un guiño de ojo. Esto hizo que saliera disparado de allí.
—. Me siento violado —asquea las palabras el animal.
—. Esa señora es un peligro suelta —se puso de acuerdo con el lobo. Miró sobre su hombro, y la mujer mayor le miraba el trasero mordiéndose su regordete labio inferior. Un espasmo le vino al cuerpo —. He dicho, es un peligro.
Distraído por huir de aquella señora, tropezó y cayó al lado de un bulto de arena, tragando de esta un poco. Tosió para eliminar lo que tenia en la boca, pero eso quedó atrás cuando volvió a sentir ese aroma a naranjas y vainilla.