Completa Extraña

Capítulo 17

La relación que tenía con los chicos, evolucionó de una manera que nunca hubiera imaginado; Éramos confidentes mutuos, una hermandad con lazos muy fuertes.

Sin embargo, no todo dura tanto como nos gustaría, ellos habían elegido sus caminos y lo único que podía hacer era estar ahí para apoyarlos.

A finales del primer semestre, llegaron las malas noticias.

—Lo siento chicos, cambiaré de escuela a una más cerca de mi casa —comentó David algo afligido.

—Pero no es como que vivas muy lejos —se quejó Frank.

—No, pero quiero tomar otra carrera. Lo he pensado bien y creo que me voy a lo informático.

—Bro, no digas tus cosas. En esta escuela hay informática.

—¡Pero quiero una más cerca de mi casa!

Frank se molestó, farfullando que ambos vivían casi en el mismo sitio y que era realmente decepcionante. Al final no le quedó de otra que aceptar ese hecho.

—Perdón, chicos, igual me tendré que salir de la escuela —dijo Omar, quien acarició mi cabeza como si fuera una cría de quien cuidar.

Aunque, básicamente, de eso se encargaba él, de cuidarme de muchas maneras.

—¿Tú también? —preguntó con tristeza Gus.

—Sí, lo siento, pero es por un problema personal. Aun así la pase increíble con todos ustedes, ojalá que podamos seguir en contacto.

Fui la primera en lanzarme a sus brazos, seguida por los demás chicos, en señal de apoyo.

Podía entender que era inevitable, y aunque me doliera mucho, terminé por aceptar la separación de nuestros caminos. Aprendí que es parte del cambio.

No podía aferrarme a ellos por siempre, de lo contrario, terminaría como en un inicio, y no quería eso, no quería volver.

Me despedí con tristeza y mucho cariño de David y Omar. Dos grandes amigos que habían caminado a mi lado, que habían sido mis confidentes en muchas cosas y un pilar muy fuerte.

Igualmente, se marcharon Belle y la espárrago, por supuesto sus partidas no se echaron de menos.

Podría jurar que sentía una paz como nunca antes. La cual no duró mucho, casi como para tomar su lugar, estaba otra chica, alta y robusta, con cabello rizado.

No me agradaba en absoluto, quizá su actitud arrogante y prepotente, siempre sintiéndose superior al resto.

Un odio crecía en mi interior, dirigido hacia ella y las estupideces que salían de su boca, ¿Era justificado? Probablemente en ese momento no, después busque la forma de justificarlo.

Pero en un inicio, ella no me agradaba y ya.

Ahora que no tenía a Omar, quien me había logrado transmitir seguridad durante todo ese tiempo. Busqué a tientas y a patadas algo o mejor dicho, a alguien en quien aferrarme.

Fue así que me di de frente con Verónica y Rena. Dos chicas espectaculares.

Verónica era un tanto reservada, pero animada, y Rena era la inocencia pura.

Había descubierto que tenía una manía extraña por sentirme más fuerte que alguien, ser la persona que protegería a los débiles.

Encontrado la persona correcta en Rena.

Comencé a pasar tiempo entre las chicas, adentrándome en su mundo, lleno de chistes buenos y malos.

Así mismo, poco a poco aprendí más sobre ese mundo tan descabellado al que no me atrevía adentrar.

Por bastante tiempo me había dicho que no pertenecía al mundo de las chicas y sus pláticas, me sentía tan perdida y, la sola idea de que me juzgaran me desagradaba.

Tampoco era que las pláticas con los chicos fueran mucho mejor, las tonterías que salían de su cabeza tenían un alto nivel de estupidez, un humor tan descabellado.

Sus personalidades eran un poco más compatibles entre ellos, o quizá simplemente no les importaba en absoluto.

Al final prefería no estar con ninguno, aunque sintiera esa necesidad asquerosa de pertenencia, que alguien me necesitará, que alguien me buscará, que alguien me viera.

Sentir un vacío constante era abrumador, simplemente estás presente, pero solo como un cascarón, una máscara que muestras a los demás, como te gustaría que te percibieran.

Como todo en la vida es adaptarse o morir, y la segunda de algún modo no me molestaba. Me vi obligada a encajar en aquellas pláticas de chicas.

Justo después de que me había acostumbrado a escuchar las tonterías de los chicos sobre las chicas que les gustaba, en su mayoría amores platónicos.

Veían chicas de otras carreras y se imaginaban que les hablaban, pero por miedo o pena jamás se atrevían hacerlo.

Si los papeles fueran diferentes, si ellos se acercaran a mí con plan de cortejo, me asustaría y los mandaría lejos. Así que entendía por qué no se acercaban.

Aunque eso no le quitaba lo divertido que era verlos sudar, ver sus rostros de pánico cuando les jugaba bromas.

Siendo así la forma en la que conocí a Mónica.

Una chica ligeramente más baja que yo, de expresivos ojos grandes, el cabello le llegaba al hombro. Un par de lunares perfectamente alineados le adornaban el costado de la nariz.

Ya la había visto un par de veces, conocía a alguien del salón y de vez en cuando mantenía conversaciones en los pasillos. Incluso Tamara llegó a platicar con ella, las juntas un par de ocasiones.

La chica se me hacía bastante atractiva, por ello la elegí como blanco. Era una oportunidad que no podía desaprovechar.

Aparentemente, no fui la única a quien le llamaba la atención.

Gus expresó que le atraía, y aunque al inicio una cólera me inundó, por la sensación nauseabunda de perder algo, aunque claro, ni siquiera era mía, tampoco un objeto de posesión.

Quizá actúe por mero impulso, por demostrar un punto, ¿Qué punto? Pues que podía acercarme a ella sin hacer que esta huyera.

Él era mi amigo, claro que sí, pero no podía evitar aquel instinto por competir. Posiblemente, porque estaba segura de que podía ganar algo por primera vez.

Caminé con paso firme y decidida a demostrarles cómo se hacía, aunque ni yo tenía la menor idea de como o que se hacía.




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