Compromiso De Élite

2

POV ISABELLA STERLING

Apenas son las nueve de la mañana y salgo del super con una bolsa rebosante de golosinas para mí y un par de frutas para Oliv. Apenas me alejo unos pasos de la tienda, siento que alguien me sigue. Mi corazón empieza a latir de manera desbocada, y un sudor frío se asoma por mi espalda. Decido ir más despacio, escudriñando cada esquina con la mirada. Giro lentamente, pero no hay nadie. Respiro hondo y suspiro.

‘Estoy exagerando. Quizás vi demasiadas películas de suspenso anoche’, me consuelo con una sonrisa. Sigo caminando y de reojo veo a un hombre con gafas oscuras, camiseta negra y jeans del mismo color detrás de mí.

‘Dios mío, líbrame. ¿Un acosador o un asesino en serie?’, pienso mientras acelero el paso, y él, por supuesto, hace lo mismo, manteniendo el compás.

‘¡Solo dos bloques más y llegaré a casa de Olivia!’. Avisto un callejón al lado de un enorme edificio y decido tomarlo para esconderme. Abrazo la bolsa de papel contra mi pecho, observando alrededor con alivio al ver que el desconocido ha desaparecido.

‘¡Uf! Gracias a Dios’. Agradezco al cielo y entablo una pequeña conversación celestial. Estoy a punto de salir de mi escondite cuando alguien me agarra del brazo por detrás.

Un grito trata de desgarrar mi garganta y escapa como un tren desbocado: —¡Aaaaaah! —mi chillido se ve sofocado por su enorme mano.

La bolsa cae al suelo, esparciendo todas mis compras. Forcejeo, intento golpear y patalear al hombre, pero él es un gigante comparado conmigo. Choco contra su pecho como si fuera un muro de concreto, luego sus dedos se clavan en mis caderas y me hace girar para encararlo. En ese momento, meto un codazo en sus costillas.

—¡Ay, maldita sea! —exclama, llevándose la mano a la zona afectada—, eso dolió.

Sus gafas oscuras se deslizan al suelo.

—¡Auxilio! —grito otra vez, pero él vuelve a taparme la boca.

¡Por todos los santos! ¿Por qué diablos no salí pitando de aquí?

—¡Ya, ya, qué dramática eres! —se queja, molesto.

Mis ojos se abren como platos al reconocer sus ojos... esa extraña heterocromía. Lo he visto antes, claro que sí. Lo conozco, pero ¿de dónde?

Él me observa fijamente, y de repente, la realidad me golpea en la cara.

—Voy a soltarte, pero ¿podrías dejar de gritar? —me pide con suavidad.

Asiento, sus peculiares ojos se encuentran con los míos, su aliento me acaricia la cara. Hasta puedo oler su colonia, una mezcla de aromas, como un extraño cóctel de ambarado maderoso con yuzu y cedro.

Tardo un poco en procesar sus palabras, pero cuando finalmente lo hago, le respondo con un gesto afirmativo. Él escudriña mi rostro minuciosamente, no deja escapar ni un solo detalle. Reconozco esa tonalidad dual de sus ojos, su nariz recta, sus labios y su mandíbula bien definida. Es él. Mi patético y arrogante prometido. Mis emociones de miedo y sorpresa se transforman en pura indignación.

Cuando aparta su mano de mi rostro, su expresión se torna culpable. ¿Qué diablos habrá hecho este para sentirse así?

—¿Estás bien? —pregunta, con voz baja y ahora con la mirada en el suelo.

Lo miro, completamente incrédula. ¿Estar bien? ¡Por supuesto que no! ¡Yisus! Me hizo creer que era un vándalo, que quizás y tenia los minutos contados.

De pronto, me agarra por los brazos y me empuja contra la pared. Forcejeo, intentando zafarme, pero estoy atrapada, perfectamente inmovilizada. Empujo su pecho con fuerza, intentando encontrar una vía de escape y evitando su mirada intensa.

Me suelta y comienza a recoger mis compras del suelo, metiéndolas apresuradamente en la bolsa que, milagrosamente, no ha sufrido desperfectos. Agarra mis paquetes de papas fritas y demás chucherías, mientras, sin perder tiempo, intenta justificar su ridículo comportamiento.

— Lamento haberte asustado, en serio, no fue mi intención —se disculpa con voz profunda y suave.

Lo ignoro por completo, le arrebato la bolsa de sus manos de un tirón, otra vez asombrada de que no se haya roto. Acto seguido, me concentro en restaurar mi dignidad y me alejo de él sin decir palabra.

—¡Ey, ey, a dónde vas! —me sigue—. Ya veo. Esta es tu manera de tratar a tu futuro esposo, ¿ignorándolo? —se burla con un toque de desprecio—. Detente Isabella, tenemos una conversación pendiente.

—Oh, por supuesto, ignorar a mi futuro esposo parece ser mi nuevo hobby preferido —le respondo con fingido desdén mientras aumento el ritmo de mis pasos, disfrutando la danza del aturdimiento en su rostro.

—Sé que estás ligeramente furiosa por el ‘incidente’ anterior. Me disculpo, una vez más. ¿Puedes dejarlo estar? —persiste, intentando sonar razonable. Hago oídos sordos, optando por un silencio dramático—. ¿Sin respuesta? Maravilloso, la mordacidad en tu silencio es increíble, Isabella Sterling. Deja de comportarte como una niña malcriada. Hablemos. Discutamos los términos de nuestra ‘potencial’ unión matrimonial —me lanza con tono frío.

De repente, me giro hacia él, y con una mirada gélida, libero la rabia que bulle en mí.

—No hay conversación que valga, Señor Belmonte. No me casaré con usted ni aunque fuera el último hombre sobre la faz de la Tierra. Así que hágame un favor y déjeme en paz.

Un estallido de ira enciende su mirada. yo por mi parte, lo miro con desprecio antes de darme media vuelta, sin esperar su réplica.

—Volverás a ignorarme ¿no? —murmura y no se equivoca—, la conversación es seria Isabella. ¡Háblame! —suena tan autoritario que parece recitar órdenes, pero yo sigo avanzando, ignorándolo, casi como si fuera un deporte.

Mi alivio llega al divisar la fachada de la mansión de Oliv, un monumento al estilo mediterráneo contemporáneo. Penetro apresuradamente las puertas dobles y me desplazo hacia la sala. Es en el espacio diáfano y elegante donde la encuentro.




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