POV ALESSANDRO BELMONTE
Isabella parece sumirse en sus pensamientos y de repente, me abraza con una fuerza inesperada.
Me sorprende su gesto; mi cuerpo se tensa, ¿debería alejarme? Pero, ¿quién podría resistirse? Estar en sus brazos es más que acogedor. Sus brazos delicados se enroscan bajo mi chaqueta. Su rostro se acomoda contra mi pecho, casi desapareciendo bajo mi abrigo ¡Dios! se siente tan bien tenerla así. Y su aroma a vainilla es tan… tentador.
Me permito sostenerla, sintiendo su calor irradiar. Mis manos recorren su espalda, intentando transmitirle seguridad en este momento de incertidumbre.
Mis niveles de testosterona están por las nubes. ¡Maldición! Mi corazón late con una fuerza demoledora y una sensación embriagadora me recorre de pies a cabeza. Gruño, intentando mantener la cabeza fría, pero la atmósfera no ayuda, las luces están tenues y el lugar se siente demasiado cálido.
No me había dado cuenta hasta ahora, pero las turbulencias han cesado.
— Ya pasó, tranquila — me inclino y susurro cerca de su oído.
Poco a poco se suelta, sus mejillas lucen ligeramente sonrojadas, aunque es difícil discernirlo en la semioscuridad.
—Lo siento. Detesto volar. Prefiero mil veces viajar en carretera.
—Te entiendo —y de verdad lo hago—. No te preocupes, el piloto es un experto, ha enfrentado esto más veces de las que imaginas.
Ella asiente aliviada, recostándose. La veo más calmada ahora.
Pasado un tiempo, cenamos juntos y hago lo posible por distraerla. Hablo sobre lugares que he visitado, negocios, tratos actuales. Le cuento mucho, evitando las cuestiones personales, aunque aprovecho para conocer un poco más sobre su vida.
***
Llegaron a Italia a las diez de la noche. Mi padre e Isabella se dirigieron a la Villa Eleganza Bellissima, un lugar en Milán que se jacta de ser un paraíso. Le presentó al gerente del hotel, Lorenzo Di Marco, y la llevó a La Serenissima Suite. Un rincón celestial, por supuesto.
Era una suite presidencial con sala de estar lujosa, decorada con tonos cálidos y muebles lujosos. Un sofá de terciopelo de diseño se encuentra frente a una chimenea de mármol, proporcionando un ambiente acogedor y sereno. Grandes ventanales ofrecen vistas panorámicas de los jardines exuberantes y, al fondo, de las colinas italianas, ni hablar del comedor, cuya mesa de madera pulida está adornada con una vajilla de porcelana fina y cristalería impecable y, de hecho, desde la sala de estar puede acceder a una terraza privada con muebles de exterior de diseño. El baño adjunto es un santuario de lujo. Cuenta con un jacuzzi con vistas al paisaje circundante, una ducha de lluvia de mármol y lavabos dobles, cuyos detalles están bañados en oro y tiene grandes espejos iluminados.
Su dormitorio principal cuenta con una cama king-size con dosel, rodeada de cortinas de seda que fluyen elegantemente. La ropa de cama es, por supuesto, de alta calidad y las almohadas son mullidas.
También tiene una sala de ejercicios, repleta de espejos. Estaba equipada con una cinta de correr y diferentes maquinas.
Mi padre me comentó que Isabella paseó por el balcón y se sorprendió con la asombrosa vista panorámica de las colinas.
Mi padre, muy amablemente, preguntó si le gustaba.
—¡Me encanta! Pero, ¿qué es eso? —Isabella arrastró a mi padre hasta su gimnasio personal y señaló algo que, por alguna razón, fingió desconocer ¿Sino por qué bromeó con eso durante el viaje?
—Un palo da ballo —explico mi padre.
Ni se imaginan que lo mandé instalar antes de que llegaran. Ya sé que soy un tipo osado, pero la idea de verla bailar ahí me vuelve loco. ¡Era absolutamente necesario!
—Buenos días —saludo a la anciana, la cual seguramente ha visto de todo en este lugar. Me conocía por ser un cliente "frecuente", de esos que traen invitadas "especiales" para uno o dos… o tres días. Conforme me durara la calentura.
—Buenos días, señor —responde la mujer con una sonrisa y ojos que parecen decir: ‘otra vez, otra invitada’.
Me dirijo hacia la suite de Isabella. Con todo mi mejor comportamiento, llamo a la puerta. Silencio. No hay respuesta. Llamo a la puerta de nuevo, tratando de sonar tan insistente como sea posible.
—¿Podrías pasar la tarjeta universal por favor? Se me olvidó —le pido a la mujer. Ella lo hace sin dudar.
Entro en la habitación tras agradecer a la mujer por su apoyo. Reitero mi llamada, pero la música es lo único que me responde. Sigo el rastro del volumen alto de la canción que retumba: 'Earned It' de The Weeknd.
Mis labios se retuercen en desaprobación mientras chequeo la hora en mi reloj. ¿Ocho en punto? Ya debería estar lista. Esa era la hora de iniciar el día. Pero ahí está, en la sala de ejercicios. La música está a todo volumen y parece que la puntualidad es un chiste para ella.
La puerta está entreabierta, así que la empujo lentamente. Esta se abre con un chirrido suave y mi vista se encuentra con algo completamente inesperado. ¡Maldición! Mi corazón da un vuelco. Isabella, en el epicentro de la sala, ascendiendo por un tubo vertical, danzando como una verdadera bailarina exótica. No puedo creer lo que veo.
¿Dónde ha aprendido ese numerito?
Continúo observándola, sin atreverme a interrumpirla por temor a que pierda el equilibrio. Además, disfruto enormemente viendo su baile en el tubo. Isabella agarra el tubo fuertemente, moviendo su cuerpo alrededor de él y balanceando las piernas al mismo tiempo. ¡Está tan caliente y sexy! Sube y gira de nuevo, luego hace inversiones con su cuerpo, usando sus largos miembros para aferrarse al tubo.
Es tan increíble, elegante y tan... malditamente sexy. Estoy en serios aprietos, pienso. Mis ojos recorren audazmente su esbelto cuerpo. ¡Oh mierda! sus pantalones cortos ceñidos y su bra deportivo hacen que mis ojos casi se salgan de sus órbitas.
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Editado: 07.12.2023