ISABELLA STERLING
Me encuentro en mi habitación de hotel, aturdida y confundida. Los labios aún me hormiguean por la sensación y el sabor de los besos de Alessandro. No puedo evitar tocarme los labios ardientes repetidamente mientras evoco el recuerdo. Es increíble pensar que Alessandro me haya besado y confesado su deseo por mí. ¡Dios mío! El deseo por él es abrumador. Ya no puedo negar la atracción que siento. La intensidad física que siento cada vez que está cerca es abrumadora. Mi mente me ordena resistir y desviar su encanto, pero mi cuerpo, como siempre, hace caso omiso de las órdenes de mi cerebro.
Sin embargo, a pesar de admitir lo que siento, estoy aterrada. Alessandro no es partidario del amor; para él, las relaciones son pasajeras. Si nos aventuramos ahora, seguramente terminará antes de que realmente empiece. Y lo peor, podría arruinar la amistad que tenemos, condenándonos a un odio mutuo.
Fijo la vista en mi reloj por enésima vez, esperando la llamada de Alessandro o, al menos, un mensaje de texto.
‘Uhmm... tal vez aún esté ocupado’.
Ya entrada la noche, dejo de esperar a Alessandro. Suspiro decepcionada y comienzo a prepararme para dormir. En ese instante, escucho un golpe en la puerta. Mi corazón se desboca. De pronto, todos mis sentidos están alerta. Él está aquí. ¡Ah! por el amor de Dios. ¡Alessandro está aquí! Abro la puerta con rapidez. Mis ojos se iluminan al verlo, fresco, apuesto, irresistible. Ha debido ducharse, su cabello está húmedo y su aroma a jabón y loción después del afeitado es muy fuerte.
—Hola —saludo nerviosa, mis ojos fijos en su rostro deslumbrante. Mis extremidades tiemblan de emoción, anticipando que continuaremos lo que dejamos a medias esta mañana.
—¿Puedo pasar? —su tono es suave.
—Por supuesto —abro más la puerta, dejándolo entrar. Intento controlar mi emoción, pero cada fibra de mi ser está agitada. Alessandro escudriña la sala y luego me mira lentamente.
―Siéntate. Esto no llevará mucho tiempo de todos modos —inhalo profundamente, arqueando las cejas—. Me voy a Roma esta noche. El avión me está esperando. Yo… —se detiene, su mano se desliza por su cabello. Se acerca a mí y me mira directo a los ojos. De repente, su mirada se vuelve fría y orgullosa.
—Quiero disculparme por haberte besado esta mañana, Isabella. No debería haber pasado.
Me quedo atónita. No puedo creer lo que estoy escuchando.
'Se está disculpando. Pensé que…'.
Siento el frío recorrer mi estómago y trago el nudo que se forma en mi garganta.
—Entiendo —digo cortante, tratando de disimular la conmoción—. Supongo que no encajo en tu lista de mujeres, ¿cierto? No hace falta decir más.
Alessandro murmura un ‘adiós’ antes de retirarse. Asi sin más.
Las lágrimas que contuve antes ahora fluyen desenfrenadamente. Una mezcla de humillación, decepción y un dolor incomprensible se agolpan en mi pecho. Me pregunto si fui ingenua al permitirme sentir algo más por él.
'Te lo advertí', susurra mi voz interior.
'Tonta, tonta, tonta', me reprocho a mí misma.
Esa noche, juro no sucumbir nunca más a los encantos de Alessandro.
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Editado: 07.12.2023