Con las rosas de tu funeral

...

La miro plácidamente dormida y se preguntó si era normal que durmiera tanto, eran las 10 de la mañana y aun dormía profundamente, decidió salir de la cama antes de que despertara. Intento pasar sobre ella sin tocarla, pero su corazón se detuvo cuando la escucho gritar.  

- Aaaahhh, pero, pero que vergas haces?- Grito, al ver que no respondía intento empujarlo pero él no se movió ni un poco .

- Solo estoy viendo si tienes algo en la cabeza, estas bien patética. – le dijo casi rosando sus labios, se sentía tan atraído por la chica que le resulto imposible no acercarse lo suficiente.

- Bájate ahora Mariano, me estas asustando- y era cierto, temió por un momento que hiciera algo que ella no quería.

Mariano vio sus llamativos ojos y obedeció al creerle, sus ojos grises le advirtieron un temor creciente. Se bajó sin rozarla ni un poco.

- Sabes , creo que ahora entiendo lo que eres, una exagerada.- Mérida no contesto ni una sola de sus palabras y tomo el vaso de agua en su mesa de noche, tomo un sorbo, y se puso de pie, acercándose a un andante Mariano

- Hey , dime algo… -

Mariano se volteó y sintió como el agua colisionaba con su rostro, y empapa su camisa.

- ¿Que tal está el agua?- Mérida tenía una sonrisa encantadora, y si no fuese por su cuerpo mojado le resultaría atractiva. La miro con enojo y se acercó a zancadas a su cuerpo, que ella por instinto retrocedió sintiéndose arrepentida al instante.

- no se te ocurra jugar conmigo fodonga, no me querrás de enemigo en esta casa- Mérida no agacho la cabeza y lo enfrento.

- Tu tampoco me querrás enojada Mariano, y lo mereces por intentar aprovecharte de mí- a diferencia de el, ella no necesitaba recurrir a las ofensas para obtener una reacción de su parte

- ¿Aprovecharme de ti? – pregunto realmente ofendido- no te subestimes Mérida querida, no te subestimes – beso su mejilla y la abandono en la habitación.

Mérida suspiro y boto el aire que había retenido, sentía su cuerpo tan cansado, como si hubiese corrido una maratón.

Decidió tomar una ducha y asearse un poco. Miro el reflejo en el espejo y se sobresaltó al ver las marcas moradas en su cuello. Entonces recordó la carta y la ira con Mariano y su padre, cayo entonces al darse cuenta que había tenido un ataque de ansiedad, y que probablemente su tío había obligado a Mariano a pasar la noche con ella para evitar algo peor. Mariano tuvo razón, era patética.

 

Los días habían pasado tranquilos, ninguno se había atrevido a hablar, y se evitaban en la medida de lo posible, para no tener ni un contacto visual que los provocará a la peleas de nuevo. Mérida estaba bastante cómoda en la casa, tenía espacio y había iniciado a estudiar de nuevo. Su tío aun intentaba endulzarla por su molestia, sin embargo Mérida había preferido guardar silencio hasta que el enojo se bajara un poco para evitar embarcarse en discusiones. Sus noches empezaron a ser como el inicio, no podía dormir con tranquilidad y las pesadillas la atacaban todo el tiempo así que cada mañana hacia esfuerzos sobre naturales para poder llegar a tiempo a clases. En cambio Mariano quien la veía secretamente cuando ella estaba distraído empezaba a pasarla mal. La podía escuchar cada noche que las pesadillas la atacaban, perdiendo el sueño el también, y en ocasiones cuando bajaba por una pastilla para aliviar su dolor de cabeza, podía ver la luz encendida de su cuarto, deseando entrar y arrullarla. Todas las noches era igual. Por la mañana ambos se alistaban apresurados para clases, pero cuando Mariano veía a su prima con el uniforme escolar, enfurecía y hacia comentarios despreciativos en su contra para quitarse de la mente el hecho de que se veía esbelta y hermosa.

 

Al salir el solo ese día Mérida, estaba especialmente enferma, su garganta picaba y le dolía el cuerpo a montones. Salió unos minutos más tarde de lo que acostumbrada y su tío lo vio como una gran advertencia. 

- ¿Cariño estas bien? – pregunto su tío notoriamente preocupado, Mariano rodo los ojos.

- Si… tío estoy bien. – corto seca.

- Grosera. – le dijo Mariano enfadado con su respuesta.

Pero al verla pálida y callada también se preocupó, había leído sobre su padecimiento y sabía que era uno de los síntomas, siendo la primera vez que la veía con ese específicamente. Guardo silencio sintiéndose culpable por su comportamiento y subió al auto.

Al llegar Mérida salto del auto y se perdió entre los colegiales, Roberto detuvo a su hijo.

- Mantente atento hijo, no quiero que nada malo le suceda.

Mariano asintió, pero en el fondo sabía que no lo iba a cumplir, se había puesto como propósito odiarla y parecía lo empezaba a conseguir, sus sentimientos empezaban a disiparse.  

- Lo digo enserio Mariano. – puntuo su padre molesto al ver su desinterés. 

- Lo hare, cálmate. – aunque odio la respuesta de su hijo lo dejo ir.

El día había pasado calmado, su prima no había estropeado sus planes y en realidad no la había visto ni buscado por ningún lado, como lo solía hacer.




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