Con las rosas de tu funeral

Liturgia

Liturgia.                                                                                                 

Roberto siempre había sido un fuerte creyente de la religión católica, era un hombre entregado a ella, y servía cuantas veces le fuera posible. Su esposa era una bendición para él, cada domingo asistían a misa juntos, y obligaban a Mariano a asistir de igual forma. Demostraban que eran una familia ejemplar, incluso el sacerdote era amigo de su núcleo familiar. Se sentía orgulloso de la imagen que su familia proyectaba y como lo veían en el pueblo. Así que ese domingo había decidido incluir a su sobrina en aquella costumbre, que Mérida por su parte odiaba.

Mérida decidió esa mañana vestir lo más formal que había encontrado en sus pertenencias, no tenía idea si siquiera se veía bien, pero al menos estaba decente, bajo a esperar a los demás en la sala, cuando sentada en el sillón sintió como su primo se sentaba junto a ella, teniendo un olor fascinante y volteo a verlo. Sintió como su corazón se aceleraba y sus mejillas enrojecían. Mariano había realmente puesto algo de esfuerzo en su atuendo admitió, él no era un chico de formalidades, pero esa mañana se veía realmente atractivo. Mérida detallo el cuerpo el chico a su lado, era un hombre alto y delgado, pero no demasiado, de cierta forma era fornido, sin embargo no era lo más llamativo de él, su cabello era rebelde y algo largo, no tenía una forma definida, eran ondas grandes y desordenadas, sus ojos eran castaños como los de cual quiera pero guardaban un brillo encantador, sus facciones eran una combinación entre aniñada y masculinas, eran en realidad un chico atrayente y bien parecido. Estaba vestido con una simple camisa blanca de botones, y unos jeas negros, pero a Mérida eso le había parecido muy bonito, se veía elegante.

Mariano no había visto la vestimenta de su prima esa mañana, había decidido que no la fastidiaría con su apariencia esta vez, ya que había descubierto lo inútil que le resultaba, cada vez que lo hacía se terminaba arrepintiendo, ya que ella siempre encontraba la forma de verse hermosa.

- ¿Como te ha ido ayer con mi padre?- pregunto burlesco

- Bien, me ha ido bien, no me ha regañado ni nada similar como habías dicho- respondió serena.

- Seguro es porque no quería dañarte – Mariano había sido sincero, y amable

- Supongo que si…

 

Sus padres bajaron tan formales como ellos.

- ¿Están listos?. Pregunto Ana María. – te ves hermosa Mérida- dijo al ver la silueta delicada de su sobrina enfundada en un vestido rojo de tirantes, con solo un poco de escote.

- Gracias tia, fue lo mejor que encontré

- Pues fue una buena elección.

Mariano la miro al fin y se atraganto con su propia saliva al verla tan hermosa, incluso su larga cabellera se veía perfectamente alisada. Camino deprisa y se alejó de lo que le resultaba toxico.

 

Merida empezó a sentirse algo cansada de aquella ceremonia ridícula y aburrida a la que la había llevado su tio, salio a tomar aire y se encontró a su primo con un cigarrillo colgando de los labios.

- Que haces? – pregunto curiosa.

- Odio estas cosas, solo Salí a tomar aire fresco- Mérida rio en lo bajo.

- Pues no eres muy bueno en ello. – señalo su cigarrillo, el sonrió también al ver la ironía de sus palabras.

- Cierto – tiro el cigarro y lo aplasto con su zapatilla.

- Aún falta mucho? – pregunto inquieta.

- Si, solo empezó hace 10 minutos Mer. – se burló de su impaciencia.

Mérida sonrió acertando sus palabras. Mariano  igual de aburrido que ella, decidió.

- Sígueme-  dijo viendo a los lados para asegurarse de que nadie los viera.

Mérida miro de igual forma, algo preocupada pero de igual forma lo siguió sin protestar. La llevo por un jardín con las flores más coloridas que había visto, disfrutando como la brisa revolvía su cabello y le levantaba un poco el vestido, sus tacones se hundían en el pasto pero no dijo nada hasta que uno de sus tobillos se dobló ligeramente, tumbándola de inmediato. Una risa dulce detuvo sus pasos y volteo para encontrarse a Mérida en el suelo riendo con el cabello alborotado.

- Qué demonios Mer? – sea agacho a su altura mientras se reía con ella.

- No es mi culpa que me lleves por un camino de pasto – dijo aun riendo más divertida de la situación. Él se puso de pie y la tomo de las manos para ayudarla a incorporarse.

- Gracias- dijo una sonrojada Mérida.

- Vamos, no te caigas más. – Mariano le ofreció su brazo, para darle más seguridad, y Mérida lo tomo gustosa.




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