Con las rosas de tu funeral

Aprensión.

 

Aprensión

 

Las manos le picaban, y se empezaba a sentir desesperada. Apretó sus manos en un puño haciéndose daño en las palmas de estas, se sentó en el filo de la cama y empezó a mover su pierna inquietamente, temblaba todo su cuerpo, soltó un pequeño chillido, que del otro lado del pasillo advirtió a Mariano.

Corrió a su puerta y la abrió con rapidez, dudo en entrar cuando estuvo frente a su puerta, pero un golpe lo impulso a entrar. Miro a Mérida en el suelo, con sus muñecas rascando sus piernas desesperadamente. Se tumbó con ella tan rápido como pudo, y la tomo de las manos para evitar que se hiciera más daño, gritaba sin cesar y repetía el mismo nombre que alguna vez la escucho gritar mientras dormia, sintió doler su hombro cuando mordió con fuerza en un intento de zafarse del opresor. Mariano empezaba a perder la batalla contra Mérida, que lo consideraba un enemigo, pero entonces la recostó en el suelo y se subió sobre ella, dejando a la chica inmóvil, se fijó en su rostro lloroso y se sorprendió notar que Mérida lo veía con una frialdad casi matadora.

-¿ No quedaste satisfecho con mi madre?, suéltame tío.

Mariano abrió los ojos asombrado, se acercó al rostro de Mérida, y susurro su nombre al oído, dándole un beso en el cuello, esto provoco que Mérida aflojara sus manos y dejara de luchar contra mariano, se incorporó y vio a Mérida desvanecida, suspiro derrotado y la soltó, bajando de ella. La tomo en brazos con algo de dificultad, y la subió en la recamara. Quito las ropas de la chica intentando ignorar todas las curvas que lo hacían perder el hilo de lo moral.

- ¿quién te hizo tanto daño Mer?- dijo acostándose junto a ella.

A la madrugada Mérida se incorporó sintiendo su cuerpo dolorido y sin ropa, miro a su costado y se encontró con Mariano quien la veía en silencio.

- ¿Me has quitado la ropa tú?

El solo asintió, Mérida suspiro y volvió a acostarse un poco más cerca de él.

- ¿Te hice daño?

Se quitó la camisa, y le enseño el mordisco en su hombro. De nuevo sin decir una sola palabra, estaba temeroso de preguntar algo que no le correspondía.

- Lo siento mucho Mariano, de verdad lo siento… estoy sin control… y.. y…

Sin dejarla terminar, tomo las mejillas de la chica y la beso, despacio como si estuviese besando una pequeña y delicada muñeca. Se sintió flotando en el espacio con sus roses acaramelados, con la boca caliente de Mérida enrollándose con la suya delicadamente. Juraba que sus labios sabían dulces, a cerezas o a caramelos, se detuvo, al sentir sus manos recorrer las caderas de ella y sentir su miembro expectante.

- ¿Qué haces? – dijo Mérida reclamando el alejamiento.

- ¿Controlando tus ansias, es mucho revuelo sentimental por hoy Mer, ¿no crees?

Ella asintió comprendiendo, sintiendo un apretón en el pecho, Mariano la sostuvo cerca y lentamente quedaron dormidos.

A la mañana siguiente la luz del sol invadió la habitación, Roberto los veía desde la puerta, sumamente preocupado al ver tanta cercanía, ambos estaban enrollados en las sabanas, abrazados en lo que a Roberto le pareció más que un abrazo, se veía más íntimo. Cerro la puerta y con preocupación bajo al piso en el que su esposa se encontraba.

- Se acercan cada vez más Ana. – le dijo cuando la vio sentada leyendo uno de sus libros.

- Sabías que eso iba a pasar Roberto, creo que es hora de que les digas la verdad, pueden estar sintiéndose mal por sus sentimientos.

- No, ¿sabes lo que dirán de nosotros?

- No me importa realmente si mi hijo es feliz.

 

Mariano la miro mientras dormía y se alejó de la habitación al sentirse repulsivo, ambos compartían lazos sanguíneos que al parecer olvidaban cada que estaban cerca, no podía mantenerse alejado lo suficiente y no importaba si cerraba sus ojos ella aún estaba ahí, incluso si estaba con una chica distinta a ella, la comparaba miles de veces hasta desistir y no hacer nada, Mérida parecía haberse metido en sus pensamientos de tal forma que era irresistible.

Mérida presencio como Mariano se alejaba de ella casi como si fuese una mujer con lepra, había intentado toda la mañana acercarse a él para conversar y darle fin a lo que habían hecho, pero le resultó imposible. Su día a pesar de ser ignorada por el no mejoro al caer la noche, debía vestirse para la cita que le había prometido el asqueroso de juan, quien sorprendentemente había decidido hacerla en la feria del centro, donde ella suponía todos lo verían y entonces juan cumpliría su propósito, ser el galán de la noche.

Mérida se enfundaba en sus pantalones de overol, cuando mariano interrumpió en la habitación.

- a dónde vas? – dijo mirando el trasero de Mérida que se veía apetecible en sus pantalones.

- A la cita con juan, a salvar nuestros pellejos. – respondió fría, sin siquiera mirarlo.

Se puso su tenis, y salió de la habitación, dejando a Mariano con la palabra en la boca, pero él no se quedaría así, le daría tiempo pero haría pagar a juan por sus estúpidos chantajes.




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