Miranda...
Había sido una gran noche.
Desde que habíamos llegado a Toronto, mi papá se había concentrado solo en el restaurante y con la tonta de Rebevil revoloteando a su alrededor con una larga lista de pendientes, claro que, nos habíamos alejado.
Pero, existía un factor más importante de nuestro distanciamiento.
Mi madre.
Siempre fui educada para preguntar y obtener respuestas. Mi padre solía decirme que cuando una pregunta se formaba en tu cabeza, era porque ya tenías la madurez para saber su respuesta.
Entonces, no comprendía por qué me dejaba fuera del tema de mi mamá. Era mía, tenía derecho a saber qué pasó con ella.
Pero, mi papá solo había cerrado este tema detrás de una puerta con llave.
¿Ahora qué hacía con este sentimiento de saber que es tener una madre?
Suspiré.
Sí, lo mejor que había hecho era contactar a Pax.
Aunque, mi papito me había hablado de los peligros del internet, y que no todo lo que está allí es cierto. Sin embargo, la app era confiable y tenía buenas referencias, pero Pax, ella no tenía calificación, de hecho, creo que yo era su primer trabajo.
Iba a pasar de largo, pero vi su foto.
Estaba sonriendo, se le veía feliz y sus mejillas tenían hoyuelos, su cabello estaba algo corto, pero era oscuro y liso.
Supongo que la elegí por el parecido conmigo.
Sabía muy bien, que ella, no era mi madre, pero hoy sí, para eso le estaba pagando, para que me diera la mejor experiencia del mundo.
Suspiré, solo faltaba que ella realmente existiera y esa foto no fuera una mentira.
Me levanté del saco de dormir y sonreí al ver a mi papito roncando. ¿Cómo una persona acostada boca abajo puede roncar?
Salí de la tienda de campaña y entré a la habitación.
No me sorprendía para nada que mi maleta estuviera en la habitación que papito había alquilado.
Aunque, esto no era una habitación, era más como un apartamento con salida a una terraza.
Mi papá había elegido un lugar bastante peculiar para hospedarnos. La terraza era circular, con un domo que permitía ver las estrellas, alrededor estaba compuesto por departamentos elegantes.
Claro que, no esperaba menos de él.
Eso era algo que también había cambiado cuando llegamos aquí; pasamos de ser la humilde familia Finnegan, a ser, el famoso chef, ostentoso y padre de una niña.
Quizás, siempre fuimos ese tipo de personas y solo hasta ahora me doy cuenta.
Me quité el pijama y me di una ducha.
Fue un baño rápido, necesitaba que mi papá se retrasara y le pidiera a su cruel asistente que me llevara al colegio.
Salí del baño y empecé a revisar la maleta en busca de mi uniforme.
—Buhita, ¿estás lista? —preguntó mi papito desde la puerta.
—Todavía no —chillé sonriendo.
—Se nos hace tarde —expresó mi papá. Se podía notar la urgencia en su voz.
Caminé hasta la puerta y la abrí:
—Vete, dile a Rebevil que me lleve al colegio.
Mi papá me miró y frunció el ceño negando con la cabeza.
—Es un bonito gesto de tu parte, pero sé que no te agrada y no quiero que te sientas mal.
—Papá solo me llevará al colegio, en cambio, tú debes ir a la inauguración del restaurante. —Sonreí, sabía que amaba mis hoyuelos—. Puedo tolerar a Rebevil un par de minutos.
—Mi buhita, cada día, eres más grande y madura.
Moví las manos para que se fuera de una vez.
—Le diré que pase por ti, trata de estar lista y esperarla en la recepción.
—Sí, sí, ve.
Me sentí un poco mal.
Le estaba mintiendo descaradamente, pero si él me llevaba al colegio, me llevaría hasta la puerta, y hasta no verme entrar no se marcharía. En cambio, con Rebevil, seguro sería más fácil engañarla.
Cerré la puerta y terminé de arreglarme.
Busqué mi bolso, saqué mis cuadernos, tomé la extensión de la tarjeta de crédito de mi papá y bajé al vestíbulo.
Apenas las puertas se abrieron me encontré a Rebevil frente al mostrador, movía su tacón con desesperación, mientras atravesaba con la mirada a la chica que atendía la recepción.
—Llámala de nuevo, no tengo tiempo que perder.
Estuve tentada a grabarla, a ver si mi papá dejaba de verla como una dulce jovencita, pero también estaba con el tiempo limitado.
Caminé hasta quedar frente a ella.
—Cuidado, las personas pueden notar lo malvada que eres —comenté sonriendo.
—Gracias a Dios, estaba por subir a buscarte. —Rebevil se inclinó y me abrazó, me tensé creyendo que se había vuelto loca, pero luego entendí que su acción solo fue para susurrarme algo—: Verás que tan mala puedo ser, cuando haga que te manden a un internado lejos de aquí.
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Editado: 05.09.2023