-Su café está listo don Marcus; sírvanse ustedes también-
-Gracias… - Tartamudeé
-Gracias Abigail- Respondió
(Tomó un sorbo grande y sostuvo la tasa en sus manos) -Por lo menos fui afortunado al tener una doctora como nuera, que me ayudaría con la rehabilitación- (Sonrió con una mirada entre serrada).
–Es usted afortunado- recalqué
-Y mucho- supo decirme.
Matías, estaba extasiado ante aquella historia, su postura en el sillón cambio a la de un niño que entrecierra sus manos y se pone atento a escuchar cada palabra, la grabadora estaba prendida, todo era perfecto.
-¿Que pasó después?- Seguí
Acomodó sus manos de nuevo en las tasa para sentir su calor
-Todo se distorsionó con aquel estallido, la mayoría a nuestro alrededor cesó por un momento el fuego, hasta que aquel sonido agudo saliera de nuestras cabezas; sabíamos que el momento era el adecuado, aquel muchacho nos regaló tiempo, ¿Sabes que puedes hacer con unos segundos de ventaja? -
Mucho… (recalcó), en la guerra un segundo te separa de la vida y la muerte; y eso significo mucho en mí.
Ese título debería decir los sesenta, porque aquel pueblo tuvo mucho que ver, no hablaban nuestro idioma, no estaban a la par con nuestras creencias, y mucho menos con nuestras armas, solo compartíamos un territorio, un lugar al cual decir hogar; y ellos lo decían a cada instante en su hablar; tras años de escuchar mentiras, no sabía que más hacer, si era buscado por todo el país, llamado traidor, parte del grupo que acabó con ese pueblo; hasta que llegó un líder que paró con la corrupción y se permitió revisar los antecedentes de la guerra, poco tiempo después me enteré que era el hermano de uno de mis chicos que había muerto en el hospital tras hablar con los suyos, su familia, este nuevo chico entraría a la política por más que dinero, quince años más tarde, ¿puedes creerlo?, y no se diga con quien fue acompañado.
Cuando nos adentramos al batallón enemigo corriendo, sentimos en nuestra espalda unas presencias aterrorizantes, eran mucho más rápidas que nosotros, y saltaban sobre la jungla como un jaguar en casería.
Eran aquellos guerreros de la selva que gritaban a manera de canto acompañándonos al ataque; uno de ellos Yunnac líder de aquel grupo, mientras yo corría, redujo su velocidad a la par, postrando su mirada en mí, como la de dos jefes que se miran en señal de apoyo, y asintió con una sonrisa y mientras miraba al frente su seño cambiaba al de un guerrero furioso. Los disparos cesaron un poco, ellos no podían matar a los suyos, a esos malnacidos, y nosotros estábamos en medio, un territorio hostil, ahí es donde participamos todos.
(Nadie les daba apertura a aquellos indígenas, decían que estaban locos en ese momento, ellos querían hablar de lo que sucedió y ni si quiera les daban la palabra, hasta que Aron Boshney, el presidente y hermano de Maicol Boshney, junto a Jamunai Naisun su vicepresidente e indígena reconocido, los desenmascararon, estaban perdidos...)
-La guerra puede durar años hijo, en este caso ya casi serán treinta, y aun no termina-
Que fuerza… (Afirmó)
La de aquellos que con hachas, cuchillos y flechas no decidieron quedarse como espectadores y nos ayudaron a acabarlos, las fuerzas regresaron como un milagro, como un golpe de lleno al corazón; y déjame decirte que en esa ocasión por primera vez se peleaba junto a pueblo de la zona, fue placentero y la adrenalina era exquisita. Aquellos guerreros, tumbaban de un empujón a los bastardos y ayudaban a mis muchachos como si estuviesen enseñándoles un arte, y vaya que a mi parecer ahora que estoy aquí sentado, era hermoso.
Yunnac saltó sobre uno de esos bastardos que le estaba intentando apuñalar a uno de mis chicos, tomo su cabeza con destreza y lo degolló de manera perfecta, miró fijamente al muchacho diciéndole sin tartamudeo ¡yusei, rastri senai! Que quería decir -levántate, y sígueme-, hasta eso lo entendí; aquel pequeño se postró de pie y siguió peleando sin más junto a aquel guerrero. Bombas, balas, hachas, flechas e inclusive rocas y palos, se hacían presente en aquel escenario; es extraño (asintió) aunque no lo creas en ese momento la adrenalina invadía nuestros cuerpos y un éxtasis rodeaba toda la zona adornando un paisaje poco común.
Robert, mientras sacaba su puñal del estuche sonreía a su adversario un renegado que mostraba en su cuerpo un físico excepcional y una risa maliciosa (entristeció), sus cuchillos chocaban y rozaban sus pieles; a veces se atravesaban hábilmente con cortes tajantes, (cayó una lagrima, en la mano de Marcus), ese bastardo en un resbalón que tuvo mi chico, lo apuñaló en el abdomen profundizando la herida con un empujón que hizo desde sus brazos haciendo que Robert abriera los ojos mientras escupía su sangre en el suelo, pensé que ahí acabaría todo para él, pero, (Postro su mirada en nosotros y secó su rustro), había visto mi pequeño soldado una oportunidad y actuó de una manera estupenda, uno de los guerreros de Yunnac, Yuen, fue previsto por ese imbécil mientras se acercaba veloz por su espalda, el bastardo intentó retirar el cuchillo de Robert y este lo sostuvo fuertemente hacia sus brazos mientras gritaba con fuerza; lo miraba furioso, provocando pánico ahora en el rostro de ese desgraciado; solo vi esa escena de lejos, yo no pude haber alcanzado a ayudar, mientras Yuen también sacaba una daga de su espalda, aterrorizando a aquel estúpido; vi una escena que jamás olvidaré (Se acomodó sutilmente hacia adelante) Yuen lo apuñalo por atrás mientras Robert gritaba sosteniéndolo, de frente ¡Que guerra Dios, que valor! (resaltó).