Con P mayúscula

Capitulo 31:

Hailee

 

—Cameron, espera. —Mis manos se deslizan hacia su pecho, empujando suavemente. Él se echa hacia atrás, sus ojos ardiendo de lujuria y algo que no quiero reconocer—. No podemos…

—Podemos —dice sin dudarlo—. Dime que no quieres esto, Hailee. Mírame a los ojos y dime que no me deseas.

Te deseo.

Te deseo tanto que me aterroriza.

Pero las palabras están atrapadas en mi garganta y todo lo que puedo hacer es devolverle la mirada.

—Hailee, he terminado de fingir —Cameron exhala, bajando su cabeza hacia la mía—. Te deseo. Te he deseado desde el primer día que te vi.

—Solo éramos niños. —Pongo los ojos en blanco. No había forma de que pudiera decir eso.

¿O sí?

Las manos de Cameron se deslizan por mis brazos, descansando sobre mis hombros.

—Te deseo, Hailee Raine. A ti. —Sus ojos arden en los míos, encendiendo un fuego en mi estómago.

—Pero si nosotros nos odiamos. —Es una pelea perdida. Una que sé que ninguno de los dos quiere seguir luchando. El tirón de su boca en una sonrisa me lo dice.

—No, Solecito, no es odio, es algo más.

Choco mis labios con los suyos. No quiero escuchar lo que él piensa que es esta cosa entre nosotros, todavía no. Sólo quiero sentir. Olvidar. Quiero que me ayude a escapar de la mierda en que se ha convertido mi vida, aunque sea por un momento.

Cameron gime con aprobación mientras empujo mi lengua dentro de su boca, presionando mi cuerpo contra el suyo. Pero no es suficiente. Necesito más.

Lo necesito todo de él.

Mis brazos se enredan alrededor de su cuello y jalo hasta que caemos en la cama de Felicity con una respiración entrecortada y una maraña de miembros.

—Mierda… Flick —digo con voz áspera—. No deberíamos.

—Ella no está aquí. —Cameron me mira, su peso me aplasta de la manera más perfecta—. Le pedí que fuera a calmar a Jase.

—¿En serio? —Mi ceño se levanta, insegura de cómo me siento al respecto.

—Si quieres parar… —Él comienza a alejarse, pero mis dedos se clavan en sus hombros.

—No quiero parar —exhalo, mi corazón se estrella violentamente en mi pecho.

—Gracias a Dios. —El alivio se apodera de él y Cameron baja la cabeza para besar mi mandíbula, moviéndose más abajo para chupar el hueco de mi cuello. Un suave gemido se abre paso hasta mi garganta, derramándose como un suspiro necesitado. Se balancea sobre sus cuclillas

—. Arriba.

Me siento hacia adelante, dejándolo sacarme la camiseta sobre la cabeza, temblando mientras sus dedos rozan mi piel desnuda. Cameron se quita su camiseta y mis ojos beben centímetros y centímetros de músculos bronceados. Nuestros ojos se conectan, mientras él se arrastra sobre mí, presionándome contra el colchón.

—Quiero tocarte, Hailee. —Su mirada tiene una pregunta silenciosa, y asiento, mi boca seca, todos mis pensamientos se han nublado por el deseo.

La anticipación vibra a través de mí cuando se inclina hacia adelante, presionando un beso en la curva de mi pecho. Las manos de Cameron se deslizan debajo de mi espalda, hurgando con el broche de mi sujetador, y el material se desprende de mi cuerpo mientras lo saca, el aire frío baila sobre mi piel sensible. Sus ojos se oscurecen con lujuria, la manzana de Adán presionando contra su garganta mientras sus dedos trazan sobre mis pezones.

—Perfecto —susurra, antes de capturar uno de ellos en su boca. Me arqueo de la cama, sofocando un gemido.

—¿Te gusta eso, Solecito? —Cameron me mira a través de sus pestañas oscuras. Al presionar mis labios, lucho contra una sonrisa, pero él ve a través de mí, bajando su cabeza una  vez más  para darle a mi otro pecho la misma atención. La sensación de su boca caliente, el roce de su mandíbula contra mi piel hace que mi corazón lata violentamente, mi estómago se pone tan tenso que jadeo su nombre.

Cameron chupa y mordisquea un camino desde mis senos hasta la clavícula hasta la pendiente de mi cuello.

—¿Qué deseas, Hailee? —susurra contra la concha de mi oído enviando escalofríos a mi columna vertebral.

—A ti —finalmente admito—. Te deseo, Cameron.

Todo su cuerpo parece relajarse mientras me sonríe. Esta vez no es arrogante ni presumido, es genuino. Caliente. Y suaviza algo dentro de mí.

—¿Qué? —pregunta, todavía apoyado sobre mí.

—¿Es esto real? —Me muerdo el labio, la energía nerviosa me atraviesa.

—Es real. —Cameron me besa, profundamente y sin prisas, su lengua se arremolina con la mía mientras mueve sus caderas contra mí. No se puede negar que él me desea, pero espero que él quiera más que solo este momento.

Pero he ido ya demasiado lejos para preocuparme por las consecuencias ahora. Lo necesito. Lo necesito de una manera que me confunde, me excita y hace que mi cabeza nade entre las posibilidades. Sigue besándome, tranquilizándome silenciosamente que esto es real. Que no voy a abrir los ojos y descubrir que todo es un sueño.



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En el texto hay: problemas, amor, futbol

Editado: 13.12.2020

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