Hoy, en éste día tan anubarrado y lúgubre, te vi vagar a paso apresurado a mi hogar. Tu sedoso cabello se movía al son del viento mientras tu rostro dejaba a relucir lo hermoso que eras.
Pensé, fui lo suficientemente ilusa para deducir que tocarías la puerta principal de mi morada. Yo, como una tonta, esperaba ansiosa tras el pedazo de madera para abrirte con efusividad.
Me equivoqué, no viniste por mí ¿Cómo pude llegar a pensar que un chico como tú preferiría buscarme a mí; la chica rara y fea, a Sophia; la charladora y espectacular de la universidad?