Conciencia Negra - Escucha a tus muertos

Capítulo 6 - ¿Un par de asesinatos?

Cuando Samanta se acercó al muelle, lo primero que divisó fue al hombre de gabardina larga viendo hacia el mar a través de unos prismáticos. Se detuvo a su lado, pero él no pareció notar su presencia. Sam aprovechó para examinarlo un poco, era un hombre no tan grande aunque le llevaría unos quince años. Se veía algo atractivo, aunque no fuese su tipo. Quizás un tanto descuidado o desprolijo para su gusto. De todos modos no estaba buscando pareja sino un trabajo decente en lo suyo, así que todo eso sobraba en su análisis. Bastaría con que no fuese un pedante o machista insoportable.

Desde la escollera, alguien los observaba con una cámara con teleobjetivo, pero Samanta no pareció darse cuenta de eso.

—¿Max?

—Así es. Samanta, supongo —respondió él sin dejar de mirar hacia el mar.

—Exacto. Un gusto —dijo extendiendo la mano, pero él no le hizo caso y siguió mirando por los binoculares.

—Baje esa mano, chica exploradora. No querría que le saquen una foto cerrando un trato con alguien como yo.

Sam se mostró sorprendida, ¿qué habría querido decir con eso?

—¿Perdón? ¿Acaso es algo así como un delincuente?

—¿“Algo así”? Muy condescendiente. Supongamos que si lo fuera solo cuido su imagen —respondió finalmente bajando el equipo y mirándola a los ojos. Ojos pardos, pensó ella. No estaba mal, aunque la mirada seguía siendo bastante dura e inescrutable.

—Eso no me tranquiliza mucho, ¿a qué clase de trabajo me tengo que someter para ser su asistente?

Max suspiró. No le gustaba que lo ametrallaran a preguntas. Sabía que lo estaban vigilando, pero no quería ser tan evidente al advertirle a esa cotorra parlante que tenía en frente. Quizás se pondría a buscar a los espías ni bien le advirtiera.

—Ya hablaremos de eso. ¿Tiene hambre?

 

Decidieron (o mejor dicho, él decidió) ir a un bar de hamburguesas a pocos metros. Max pidió el mismo combo para ambos, sin consultar. Sam iba a poner objeciones por semejante atropello, pero recordó que estaba pretendiendo conseguir un empleo, así que decidió esperar para reaccionar. Si era alguna clase de prueba para medir su determinación, quizás la hubiese perdido, pero prefirió dejarlo pasar.

A pesar de que trajeron la comida y era muy abundante para ambos, Samanta no dejaba de hablar compulsivamente.

—Veamos, no tengo problemas con la evasión de impuestos, o compras hechas de contrabando, o delitos de ese tipo. No soy contadora, pero he trabajado de secretaria de uno sin escrúpulos durante mucho tiempo. Pero no me interesa meterme en cuestiones que tengan que ver con las drogas o la prostitución.

—¿Y con un par de asesinatos? Justificados plenamente, claro.

—No es gracioso.

—No fue un chiste.

—Entonces la entrevista termina ahora mismo.

—¿Viva? No lo creo.

—¿Insinúa que me pegará un tiro aquí mismo solo por no aceptar ser su asistente?

—¿Un tiro? Jamás, detesto las armas de fuego.

Samanta observaba con preocupación e intriga. Por alguna razón detectaba con facilidad que el tipo bromeaba y pretendía seguirle el juego, pero del mismo modo notaba que había algo de verdad en toda esa verborragia de sitcom.

—No tenga miedo, no hará ningún papelón ahora. El veneno en la bebida tardará un par de horas en hacer efecto. Lo suficiente para que llegue a su departamento a respirar las últimas bocanadas de aire en su cama.

¿Por eso pidió él sin dejar que ella eligiera del menú? Se negaba a que fuese todo de naturaleza tan simple y descarada.

—No puede haberme envenenado, no tenía forma de saber que no aceptaría el trabajo antes.

—Sí la tenía. Sobre todo con el antídoto a mi disposición —dijo extrayendo un gotero del bolsillo. Esto ya se tornaba extraño.

—Me está asustando. Es un retorcido.

—Le doy a elegir. Puede tomarse el supuesto antídoto… que en realidad también podría ser un veneno que aún no le di… o simplemente unas gotas para el estómago. De vez en cuando sufro de acidez.

Samanta tomó el gotero, volcó un chorrito en su lengua y lo tragó echando la cabeza hacia atrás.

—Valiente.

—No tengo nada que perder. Estoy jugada.

—Todavía no, señorita Clay. Pero lo estará —dijo él con un aire pícaro y misterioso.

—¡Basta, que es muy temprano para combatir la paranoia con alcohol!

—Está bien, dejemos los juegos para más tarde. ¿Acepta o no?

—Suponiendo que lo de los asesinatos sea una broma, estoy dentro. —dijo estirando la mano.

—¿Tiene una obsesión con el “choque los cinco”?

Samanta se lo quedó mirando con firmeza, sin apartar la mano. Finalmente, él accedió y la estrechó. Debió reconocer que le gustó el contacto. Esa chica tenía algo especial. Sería una pena que terminara mal por su culpa, una vez más.

—Será mejor que tenga más estómago que para soportar lo que acaba de tomar. Prepárese para ver cosas de las que quizás antes jamás haya oído.



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En el texto hay: misterio, crimen, amor

Editado: 05.07.2022

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