Condenada por amor

Confesión

Sonrío al ver mis notas en el boletín.

—¡Esto es fantástico!— exclama Yeimi abrazandome y dando saltitos que me obligan a hacerlo junto a ella.

Algunos de los que pasan por nuestro lado, en uno de los tantos pasillos de la universidad, se nos quedan mirando raro y otros están igual de eufóricos que nosotras, festejando sus calificaciones.

—¿Sabes? yo creo que esto hay que celebrarlo. —comenta volviendo a ojear la página en su mano.

—¿Celebrar con alcohol?—inquiero directamente a ella, que  entrecierra los ojos, dandome la respuesta sin necesidad de palabras— No, gracias, sabes que mañana trabajamos.

—Solo un poco, ¿sí?—me mira con cara de súplica, pero no pienso aceptar.

—La última vez terminé con dolor de garganta, no volveré a probar esa cosa.

—Bueno... ¿Ni que vaya tu amorcito Jaziel? —Sonríe como un angelito, moviendo sus cejas de arriba hacia abajo.

—Ni así. No pienso caer en tus chantajes, Yei.

Comienzo a caminar, dejándola atrás por un momento muy corto, porque se apresura a seguirme.

—Entonces sin alcohol. Esta noche en mi casa. ¡E invitaré a Jaziel!

○●○

—Voy para la casa de Yeimi a hacer tarea. —Les informo.

—¿Y no pueden hacerlo otro día? Ya es de noche.

—Mamá, si lo dejamos para otro día, posiblemente no te traiga  notas como las de hoy.

Sí, sé que estoy mintiendo, pero de otra manera no me dejarían ir.

—Mujer, deja la niña estudiar. —le dice mi padre, ganándose una mala mirada por parte de su esposa—Ve, Mirella.

Salgo corriendo antes de que se arrepienta, pero logro escuchar como ella le dice algo. Pobre de mi padre, no sé cómo ha soportado a mi mamá por tanto tiempo.

La casa de mi amiga no está muy lejos, unos cinco minutos caminando como máximo; tiempo que aprovecho para pensar en lo que ha pasado entre Jaziel y yo.

Después de la noche de la cita, nos encontramos varias veces en el mismo lugar. Lastimosamente no hemos ido a otra parte por mi culpa, ya que él me invitó a pasear por la playa y tuve que rechazar su invitación. 

Sí, yo también me quise morir al hacerlo. También fue por lo de siempre: Si mi madre se entera, me mata. Aunque nos pasamos muy bien esos cortos pero agradables momentos.

En repetidas veces me cuestiono lo mismo que Yeimi: El por qué me dejo controlar de mis padres si ya soy mayor de edad y cubro mis gastos, hasta podría irme a vivir con mi abuela; pero no sé, supongo que el haber pasado toda mi niñez alejada de ellos influye en mi estado y por eso me da miedo que ahora nuestra relación se rompa. Digo, no es que sea la mejor, pero al menos estamos juntos como muchas veces deseé.

No está tan oscuro, son a penas las siete de la noche y varias lámparas de las calles están encendidas.  Llego a la casa de mi amiga, ella está en la sala mirándose en un espejo mientras se maquilla, yo entro y la miro fijamente, no hay nadie más que ella.

—¿Y...?— pregunto, intentando que comprenda a quién me refiero.

—Viene en un rato, tú tranquila, que tu hombre viene porque viene.

Asi fue, pasaron como quince  minutos y Jaziel estaba frente a la puerta; mis nervios se dispararon al instante en que lo vi, vistiendo un jean y un t-shirt blanco. nunca creí que amaría un color tan solo por como se viera en una persona, pero es él, y todo lo que usa le queda genial. Él se ve muy bien y lo sabe. Siento mis mejillas encenderse al hacer contacto visual con él, pero no aparto mis ojos, me niego a cortar esa conexion que estamos teniendo justo ahora, de separarme del contacto de su oscura mirada.

—Buenas noches, chicas.—respondemos el saludo, pero seguimos teniendo nuestros ojos clavados en el otro.

—Puedes sentarte en...—ella hace como que piensa.—¡Oh! junto a Mirella estaría muy bien.—y sale corriendo hacia su habitación a buscar no se que cosa. Hoy tiene la casa sola porque su familia se fueron a pasar unos días donde su abuela.

—¿Ya te dijeron lo hermosa que te ves hoy?—pregunta desde que se sienta a mi lado, haciéndome sonrojar.

—¿Como me veo...? Creo que Yei me lo dijo. Es de esas amigas que te dicen lo genial que estas a cada momento.-comento comentó torpemente tratando de controlar los latidos de mi corazón.

—Es una buena chica. Algo loca, quizá, pero es buena. Y sí, te ves mucho más que genial. Estás divina. —menciona echándole una ojeada a mi ropa, que si bien no es la mejor, estoy segura que me queda muy bien.

En este momento, podria apostar a que Yeimi esta escondida detrás  de una de las paredes escuchando lo que hablamos. Sí, es un poco chismosa. Y también apuesto a que ha mirado hacia arriba, preguntándose en si de verdad lo es, cuando él le ha dicho loca.

—¿Son cosas mías o no te había visto con aretes?—inquiero al notar ese pequeño gran detalle. 

—¿No te gustan?—pregunta en voz baja, haciendo que su aliento mentolado choque contra mi cara, ya que me he acercado para observar más de cerca sus orejas.

—Dudo que algo de ti no me guste.—respondo con sinceridad.

Su gesto decae al momento y en su rostro solo se instala una leve sonrisa que parece triste.

—Necesito contarte algo, después de eso me gustaría escuchar lo mismo de tu parte...—la seriedad en su rostro y sus palabras me hacen tragar forzado.

—¿Qué  pasa?— cuestiono. Los nervios se apoderan de mí, juro que hasta siento ganas de ir al baño en cuanto veo que con solo una mirada me ha transmitido un poco de tristeza.

—Si decides no volverme a ver, en serio lo entenderé.

La noche se me hizo eterna y bastante pesada, las ganas de que él me dijese qué estaba pasando me estaban matando.  Yeimi volvió después de unos minutos;  comimos, tomamos jugo y tuvimos un agradable momento. Alguien llamó a mi amiga y ella salió a hablar con la persona, dejándonos solos.

—¿Podemos hablarlo ahora? —le pregunto. En verdad siento miedo de lo que pueda ser, ¡pero necesito que me lo diga ya! —Yeimi no entrará ahora, tranquilo. —murmuro al ver que duda, mirando por donde mi amiga salió antes.




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