Pasé toda la noche abrazada a los dibujos de Jaziel y releyendo la nota una y otra vez, rogando que todo se solucione y podamos volver a vernos. Horas y horas de llanto y lágrimas, donde no pude dormir ni un poco me dejaron agotada. Ya está amaneciendo, puedo notar la claridad que intenta colarse dentro de mi habitación, pero yo a penas voy cerrando los ojos; no porque así lo quiera, solo que ya no puedo mantenerlos abiertos por mucho tiempo.
Por mi cabeza solo ronda una persona, un nombre y un sentimiento. Todo es él.
Posiblemente me juzguen por enamorarme tan rápido de alguien, pero no fue cuestión de tiempo, ¿saben? Ha sido por la conexión que ambos sentimos. Es muy fuerte, tanto así que siento como si lo conociera desde toda la vida, y por primera vez me niego a dejar ir a alguien que quiero. Lucharé para no perderlo a él también.
Jaziel...
Dejo que el cansancio me venza y termino de cerrar mis ojos, por fin quedándome dormida.
Unos ruidos muy cerca me hacen despertar, sintiendo un leve dolor de cabeza al abrir los ojos. En la habitación solo encuentro a mi madre, dejando una bandeja con mi desayuno a un lado en mi cama. Lo que no entiendo es porqué me lo trae, siempre me despierta escandalosamente para que yo sea quien salga a desayunar junto a los demás.
—De ahora en adelante vas a comer en tu habitación y no tienes permiso para salir —dice con voz firme, mirando a cualquier punto que no sea mi cara.
—¿Ahora seré su prisionera? —inquiero, seguido de una débil y corta risa amarga. Lo cierto es que no tengo ni el motivo ni la fuerza para reír de verdad —. ¿Se les olvida que tengo que ir a la universidad? ¿O es que ahora tendré que abandonar mis estudios por su estúpida paranoia? ¿Me tendrán aquí encerrada sin siquiera poder salir a bañarme o qué?
Sé que desafiarla es aún peor, pero ya poco me importa. Estoy harta de que me controlen, de que me ordenen qué debo y que no debo hacer. Yo ya no soy una niña pequeña a la que tienen que cuidar, ¿por qué no tenían las mismas ganas de protegerme cuando tenía cinco años y me la pasaba llorando por su ausencia?
—Estás en una etapa de rebeldía, mi niña, ya verás que unos días de descanso te ayudarán mucho a pensar en el camino que verdaderamente quieres. Buscarás del señor y él quitará toda piedra de tropiezo de tu camino. —habla calmadamente, pero sé que detrás de toda su calma hay una tormenta que quiere desatarse y reprenderme mil veces por lo que vio anoche.
No necesito mayor explicación para entender a qué –o mejor dicho, quién– se refiere como piedra de tropiezo.
—Mamá, creo que estoy algo grandecita para saber qué camino quiero elegir. Y si buscaré de Dios será por voluntad propia, no porque me tengas encerrada la vida entera. —me defiendo, recostandome contra la pared y abrazando mis piernas. —Hay que hacer las cosas de corazón y por iniciativa propia o no hacer nada.
—Más adelante lo agradecerás.
Sin decir nada más, salió de la habitación y cerró la puerta, segundos después sentí como si estuviese cerrando un candado por el lado de afuera por lo que me moví rápidamente e intenté abrir, pero fue absurdo. Durante unos minutos le gritaba que me abriera, pero ella no se preocupó ni por contestarme.
Ya eran cerca de las once de la mañana y yo seguía encerrada, había desistido del estúpido plan que se me ocurrió de repente: intentar tumbar la puerta. Solo me he mantenido observandonos a Jaziel y a mí en los dibujos que él hizo. Cada vez me encantan más. No sabía qué más hacer, hasta que siento mi celular vibrar en mi cama y lo agarro rápidamente, anteriormente intenté llamar o escribirle a alguien, pero ya habían apagado el internet y no tenía saldo. La vibración fue producto de un mensaje, ¡me pusieron una recarga! Estoy segura de que fue Yeimi, solo ella haría algo así por mí.
Entro rapidísimo y activo un paquetico de data de tres días, eso me servirá para pasar el tiempo hasta que a mis padres se les quite la loca ides de tenerme encerrada, aunque sé que no serían capaces de dejarme aquí mucho tiempo. Ellos no pueden ser tan malos como para eso, no conmigo. Además saben que trabajo y tengo que estudiar.
Cuando entro a WhatsApp me encuentro con varios mensajes, entre ellos el que más llama mi atención es el de mi prima; ella no acostumbra a escribirme, solo cuando mi abuela se lo pide –o en otras palabras, se lo ordena–, entro rápidamente y leo el contenido mientras voy mordiendo uno de los panes tostados que dejó mi mamá.
Prima
Mire, te manda a preguntar
mamá que si es que te olvidaste
de que ella existe.
Muchacha, ustedes todos piensan
que yo soy la única que tiene que
estar aquí cuidando a la doña, a mí
no me pesa atenderla, pero un poco
de ayuda tampoco me caería mal. Coño.
Ella tiene razón, no es la única, si por mí fuera me quedaría toda la vida con ella. Cuando salga de aquí lo primero que haré será ir a ver a mi viejita linda.
Yo
Dile a mi vieja que voy a pasar
por allá uno de estos días,
que me perdone por tenerla tan abandonada.
También dile que la amo mucho.
Salgo del chat y entro al de Yeimi, mientras lo hago siento un ligero cosquilleo en mi estómago producto del siguiente chat que abriré. Le respondo a Yeimi diciéndole que estoy bien y le informo sobre el encierro. Ella no está en línea, por lo que salgo del chat y entro al causante de mis nervios, y eso que no lo tengo cerca.
Jazi
¿Cómo sigues, princesa bella?
Se que no estás pasando nada bueno.
Esta mañana intenté hablar con
tu madre y me dejó con la palabra
en la boca. Esperaré a que llegue tu
padre e intentaré hablar con él a ver
si me pone un poco más de caso.
Siento que tengas que pasar por esto, amor,
te prometo que te sacaré de esto cueste lo que
me cueste.
Editado: 27.01.2024