Tharir.
Me recuesto sobre mi cama de nuevo, no quiero levantarme, la pereza me gana ... de nuevo. Vamos, vamos levántate, me animo. Hoy son mis exámenes para pasar la materia, ayer tuve mi clase de matemáticas, lo bueno de eso es que no me encontré con el sin neuronas. Se que tengo que levantarme, pero mi cuerpo y mi mente no dan, toda la noche me la pase estudiando, haciendo ejercicios, leyendo y quede agotada.
Con demasiada pereza me levante de mi cómoda cama, entre al baño, me di una ducha, me cambia, prepare el desayuno, la señora Martha llegó, me despide y salí de casa.
—Hola — lo saludo dándole un beso en la mejilla.
—Vente, vámonos — me subo detrás de la moto, tomo el casco que me ofreció y me agarro de la parte de atrás — ¿Lista para tu examen?
—Claro — miento—. Pero ya vámonos o se me hace tarde Juanito banana.
Ahora vamos en camino hacia la escuela en donde se decidirá mi futuro. Como Owen y Juan se enteraron de que me fui a extras decidieron llevarme a la escuela, solo que Owen tuvo una urgencia y solo vino por mi Juanito banana, ellos siempre han sido como unos padres para mi o hasta hermanos mayores, solían ser amigos de mi mamá, les dolió mucho cuando falleció y tratan de hacer todo lo posible para que el culpable de todo esto pague, sobre todo Owen que es el abogado.
Caleb sale hoy de presión, irá directo a su antigua casa, supuestamente abran policías afuera custodiándolo para evitar cualquier fuga. Tengo nervios no mentiré, me siento de nuevo esa pequeña niña vulnerable que el lastimo, solo que no le quiero dar el gusto, el recado — amenaza — que le dejo a Raven todavía me tiene de los pelos, sé que él tiene contactos y puede encontrar la manera de comunicarse conmigo o hasta de verme. No quiero comentarle a nadie de lo que estoy si entiendo a causa de que Caleb salga y no es por nervios o por hacerme la víctima, solo ... solo que es mi problema, si les terminara contando solo me dirían un simple " relájate " " no pasará nada" " nosotros estamos contigo " o algo así. No quiero recibir su lastima.
No tardamos en llegar a la escuela, me bajo de la moto al igual que Juan que suspira dramáticamente, entre él y Owen, Juan es el más divertido y el que siempre termina sacándome una sonrisa.
—Todo estará bien, no te preocupes — me alienta—. Eres Tharir Davis, tú puedes con todo y más — me termina dando un beso en la frente.
—Cuando les entregue mis notas con diez me compraran mucha comida — advierto.
—Confórmate con una pizza, quiero diez o nada — amenaza en broma.
—Dos cajas de pizza — alzó varias veces las cejas.
—Dos cajas de pizza — acepta volteando lo ojos.
Levanta sus brazos, ya sé lo que quiere este hombre, me acerco a él y lo rodeó en un abrazo el igual hace lo mismo.
—Tu mamá estaría muy orgullosa de ti — susurra.
Probablemente.
—Eso esperó.
Entró a la escuela, todo está como siempre, los chicos conversando, otros sacando las cosas de sus casilleros, y yo muerta de los nervios por unas simples calificaciones.
Camino hacia el salón en donde presentaré mi extra de historia, hay pocos chicos al parecer todavía no se dignan a llegar. Nadie es responsable, me siento en una de las bancas de atrás, saco mi lápiz y empiezo a jugar con él. Este tipo de acciones en donde juego con mis manos o lo que tenga en ellas me delata los nervios.
La puerta se abre de nuevo, pienso que es el maestro, alzo la mirada, pero me equivoco cuando veo un sin neuronas entrar como todo un supuesto galán por la puerta con su clásica chaqueta de piel negra, sus gafas oscuras de sol y su melena negra, las chicas se lo comen con la mirada, apuesto que más de una tiene mojada la braga. De veras que son tan rápidas.
El sin neuronas se sienta en la banca que se encuentra a mi lado. Siento su mirada y giro para atraparlo en la movida.
—¿Quieres una foto? —Cuestiono sarcásticamente.
—Depende de que parte me quieras mostrar — escupe sin ninguna pizca de vergüenza.
—Pervertido.
—Para que ofreces una fotografía.
—Era sarcasmo, idiota.
—Conmigo no juegues con "sarcasmo" o puedo jugar de verdad.
—No tienes límites.
—Contigo jamás los tendré.
—Lamentó informarte que si los tendrás.
—¿Me retas, odia todos?
—Te retó.
Escupí las palabras sin pensarlas, ahora quiero darme tres bofetadas mentales.
—Reto aceptado.
Iba a retractarme, pero el profesor de historia entró.
—Bueno chicos, recuerden esta evaluación vale su cincuenta por ciento, suerte.
Nos empieza a repartir los exámenes, mi mente se atonta, los nervios me invaden, la presión llega a mí, la frustración se apodera de mí y ya estoy perdida.
Qué bueno que te das ánimos.
Las primeras preguntas llegan como bomba, recuerdo haberlas estudiado, pero mi cerebro se nublo. No puede pasarme esto.
Recuerdas las dos cajas de pizza.
Me froto el cien tratando de calmarme, muevo mi pierna nerviosamente. No estoy preparada para tanta presión. Otra razón más para salir del salón y aventarle el examen al profesor en la cara.
Solo contesta arriba del diez por ciento y pasas.
Como detestó los exámenes sobre todo los que valen mi maldita calificación.
Estoy a punto de mandar toda a la mierda cuando una voz me habla, giro hacia el neuronas que me observa con una mirada de preocupación o algo así. ¿Esas miradas existen?
—Relájate —murmura —... solo concéntrate.
Bueno esas palabras me las llevo repitiendo veinte minutos y no me funcionan. Niego con la cabeza, los nervios son más grandes que yo, ningunas palabras de aliento podrán calmarme. Bajo la mirada hacia las botas de Raven.