El atardecer llegó, suspiró después de un arduo día de trabajo. Jamás habría imaginado que trabajar en una cocina sería tan agotador, por suerte Alicia había sido compasiva con ella al aún estar en su semana de prueba.
Habían pasado cinco días desde su llegada al campamento, que, según su opinión, habían sido maravillosos. El lugar era agradable y muy acogedor, estaba decidida a quedarse a pesar de lo que opinara Ryan, aunque para su suerte, su hermano parecía querer lo mismo.
Algo llamó su atención cuando colgaba su delantal en el perchero, fuera en el comedor, dos personas discutían de forma algo acalorada. Se sorprendió un poco al notar que se trataban de Leonardo y Juxta, lo que era algo inusual, dado la personalidad pacífica de ambos.
Estaba algo lejos para escuchar bien, por lo que solo podía comprender palabras sueltas. “No te he visto” “Salud” “Me preocupas” Decía Leo, mientras el otro chico parecía responder “No te incumbe”.
— Vaya, qué espectáculo.
La rubia se sobresaltó al escuchar una voz femenina detrás de ella, e inmediatamente se sintió avergonzada al ser atrapada escuchando.
Alicia sonrió.
— No te preocupes por ellos, pelean, se reconcilian, pelean, se reconcilian. Además, Juxta no es alguien que le siga el juego por mucho tiempo. Eso le frustra a Leo, pero se lo merece por molestarlo.
— Se ve que Leo no te agrada mucho ¿Por qué?
— No es que no me agrade, solo tengo mis reservas con él, por algo que ocurrió en el pasado. No tiene importancia.
Charlotte quería preguntar por aquel incidente, pero la forma en que lo había dicho la chica dejaba en claro que no contestaría ninguna interrogante al respecto.
— Ya veo ¿Y ellos discuten mucho?
— No todo el tiempo, la mayor parte se llevan bien, de seguro Leo está preocupado por la frecuencia de las comidas de Jux, él no es una persona que coma mucho, y eso nos preocupa. Pero yo no me entrometo, Juxta ya es un adulto y toma sus propias decisiones.
— Mm… eso puede ser preocupante.
Su conversación fue interrumpida, cuando Leo llegó a su lado, luego de sentar a Juxta en una de las sillas del comedor. Este último no parecía muy feliz al respecto, aun así, se mantuvo en completo silencio.
— Sé que ya están cerrando por hoy ¿Pero puedes darle al menos un pan y un vaso de leche?
— No es necesario, guarde su ración de hoy— Alicia le entregó la bandeja. Al menos parecían estar de acuerdo en algo.
— Gracias— Leo asintió y se sentó al lado del chico de cabellos oscuros para supervisar que comiera.
Charlotte vio la escena algo desconcertada, Leonardo era muy atento con Juxta ¿Era seguro que no estuvieran saliendo?
— No me mires así, tú te lo buscaste— Leo se mantuvo de brazos cruzados aun cuando el chico terminó su comida.
— No sé de qué me hablas— Él contestó. Aunque su mirada demostraba lo contrario, estaba evidentemente molesto, lo que era más que inusual.
— Si me hicieras caso y no te saltaras tus comidas, no tendría que tratarte como un niño, Jux.
— Tú eres el que actúa como un niño.
— Aja.
— Hoy haré guardia— Él cambió el tema.
— ¿Solo? Te acompañaré.
— No, mañana te toca ayudar en la cocina. No puedes trasnochar— Dijo el pelinegro con seriedad.
— Designaré a alguien que te acompañe entonces.
— Puedo estar solo. Además, Adam y Steve han tomado el turno nocturno toda la semana. No debemos sobrecargarlos— Le recordó.
— Eres tan testarudo— Leo suspiró. Pero Juxta tenía un punto, todos estaban lo suficientemente ocupados esos días. Con las cosechas y los planes para fortificar los muros, apenas tenían tiempo libre. Quizás podría pedirles un favor a los hermanos. Aunque eso último no le agradaba del todo.
Charlotte estaba agotada por trabajar en la cocina, solo quedaba “él”. Tendría que tragarse su orgullo y aquellos celos insanos.
Más tarde. Charlotte quería tomar una ducha e irse directamente a dormir, pero los niños habían insistido en darle un recorrido por el lugar a ella y a su hermano. Ya lo habían postergado mucho, así que terminaron aceptando. El campamento seguía sorprendiéndola en su eficiencia y trabajo en equipo. Contaban con una granja compuesta por un par de vacas y cerdos, también había algunas gallinas, los chicos habían construido una especie de pozo, el cual habían llenado con el caudal de un riachuelo cercano y el agua recolectada de las lluvias. Estaban bien preparados. Existía una zona que designaron como lugar de entrenamiento, era una antigua cancha de basquetbol, donde los niños aprendían a defenderse y a usar armas.
Charlotte pensó en lo triste que era que los niños tuvieran que aprender a tan temprana edad a manejar una pistola, pero sabía en el fondo que era necesario. Este nuevo mundo podía llegar a ser muy cruel con los inocentes.
Pensando en los niños, se dio cuenta de lo maravilloso que había sido conocer muchos rostros y nombres nuevos, aunque estos últimos eran complicados de recordar. Aunque si recordaba con claridad los de Noah, lizzy y Anna. Quienes siempre trataban de enseñarles algo nuevo, y eran muy amables con ellos. Estos últimos aún conservaban la inocencia e ingenuidad de la niñez.
— Gracias por el recorrido, los veré mañana— La chica se despidió de ellos con una sonrisa, mientras desordenaba con su mano los cabellos castaños de Noah. El niño solo rio ante el gesto.
— Yo también quiero— Lizzy pidió y desordenó sus cabellos oscuros, también. Hizo lo mismo con Anna para que no se sintiera desplazada.
— Buenas noches, Charlotte y Ryan— Ellos se despidieron, antes de irse casi corriendo a los dormitorios.
— Eres muy buena con los niños, Char— Ryan la elogió a su lado.
— Si, bueno, es que son adorables— La chica se estiró le dolía la espalda por tanto cargar ollas en la cocina.
— Te ves cansada, deberías ir a dormir.