Al entrar a la casa pude sentir el calor que emanaba de la chimenea. Últimamente los días comenzaban a ser un enjambre de estaciones y lo podía sentir desde que me levantaba por las mañanas al sentir la fría brisa que me congelaba las mejillas. Al mediodía el sol era intenso, tanto que mi piel se enrojecía fácilmente al entrar en contacto con el calor abrasador. Ya por la tarde bajaban las temperaturas y en el cielo se podía ver unas nubes grises y un par de gotas de lluvia se escuchaban en el techo. Con ellas volvía la fresca brisa que era perfecta para rectificar y comenzar un nuevo día. A pesar de que el otoño se acercaba, el verano aún no quería irse del todo y se podía sentir.
—¡Amiga! ¿Dónde andabas? Ya estaba por ir a buscarte— bromeó Debbie al verme llegar. Caminó en mi dirección y me recibió con un fuerte abrazo. Al separarnos nos sentamos juntas en el sofá.
Debbie era mi mejor amiga desde que tengo memoria. Ella era quien me impulsaba a salir de mi zona de confort, quien me escuchaba y quién me aconsejaba para tomar las mejores decisiones. Su personalidad era muy distinta a la mía, mucho más extrovertida y sociable, pero eso era lo que nos unía. Había una parte de ella que necesitaba conectar con su lado terrenal, y esa era yo.
Al otro lado de la sala se encontraba mi padre, quien se estaba haciendo cargo de acomodar los platos en cada puesto y Diana estaba terminando de afinar los últimos detalles. En la mesa habían siete sillas y siete platos. Me tomó un par de segundos darme cuenta que efectivamente Jessica estaría presente.
—Últimamente ha pasado mucho tiempo en el lago con Pedro— me delató mi padre entre risas. Debbie me miró de reojo.
—No es cierto papá— mentí — ¿Ya está lista la cena?— pregunté cambiando de tema antes de que comience el interrogatorio.
—Así que ¿has estado en el lago con Pedro?— me preguntó Debbie con una sonrisa.
—A ti no te puedo mentir, he estado aprovechando los días en su compañía— respondí con un leve tono de tristeza.
Dentro de unos días viajaría a la capital para comenzar mis estudios de Fotografía. Desde que era pequeña soñaba con poder trabajar para revistas exhibiendo mi trabajo y viajar por el mundo, y ahora que ya habia terminado la preparatoria, estaba cerca de poder cumplir ese sueño. Si bien lo he anhelado desde que tengo memoria, cada día que se acercaba era inevitable no sentirme nostálgica por dejar atrás a las personas que quiero.
—Está bien amiga. Dentro de poco estarás dando un gran paso en tu vida y debes aprovechar cada día de pasar el tiempo con tu familia— dijo dándome un abrazo, pero yo seguía pensativa.
—¿Hay algo más?— preguntó.
Trataba de mantener mi temperamento tranquilo pero me costaba. Al menos Debbie podría entender mi molestia.
—Me acabo de enterar que Jessica vendrá a cenar con nosotros— le dije casi en susurro.
Debbie pareció molestarse al igual que yo. Sus facciones cambiaron por completo. Su rostro se tornó serio. Aunque la verdad sí me molestaba que Jessica viniera, no quería demostrar que estaba enojada. No quería enfrentar preguntas e interrogatorios que no sabría cómo responder y menos ahora que tendría todas las miradas sobre mi en la mesa.
—¿Y a qué viene? ¿cómo dejaste que Pedro la invitara?— me preguntó. Ella estaba igual de confundida que yo.
—¿Y crees que yo sabía? De haberme enterado, jamás lo hubiera permitido— dije bajando el tono de voz. Debbie miró alrededor para asegurarse de que no escucharan desde la mesa.
—Entonces, ¿qué harás?.
—Supongo que debo actuar y fingir que nada ocurre—y eso era lo que debía hacer. Si bien no quería que ella estuviera presente, no quería hacer una escena en un día tan importante.
—¿Dónde está Pedro?— me preguntó.
—Andrés me dijo que fue a buscarla.
Entre Jessica, Debbie y yo había un pasado. Nos conocíamos desde la preparatoria. Recuerdo perfectamente que nos hacía la vida imposible a mi amiga y a mi con sus constantes burlas dentro y fuera del instituto. Si tenía que señalar a alguien quien me había hecho la vida imposible, habría sido ella, pero lo que más odiaba era el hecho de que su vida coincidiera constantemente con la mía. De compañeras pasó a ser la novia de Pedro y ahora éramos vecinas.
Creo que Jessica siempre estuvo enamorada de Pedro, y al ver que él y yo éramos amigos y vivíamos en la finca de mi padre, comenzó a tenerme en la mira. Creo que simplemente no me quería cerca, ni a mi o a Debbie. Y ahora me entero que venía a cenar con nosotros, simplemente no podía creerlo.
—Amelia, ¿por qué no te das un baño? Ya vamos a cenar— interrumpió mi padre.
—Claro, ya vuelvo— respondí mientras Debbie y yo nos levantamos del sillón.
Subí las escaleras y entré a mi cuarto. En el segundo piso sólo habían tres habitaciones. La mía, la de Pedro y la de invitados. Al entrar a mi pieza cerré la puerta tras de mí y me lancé sobre la cama. Cerré mis ojos por unos segundos para encontrar un poco de calma entre mis pensamientos. Sólo quería que todo saliera bien. No quería lidiar con conflictos internos que luego no podría manejar. Hoy no.
Me mentalicé que todo iría bien, respiré profundo y me levanté de la cama. La ducha siempre era un salvavidas en medio de mi desesperación interna. ¿Cómo era posible que Pedro haya pensado en traer a Jessica?. Debo admitir que el irme en aproximadamente tres semanas lo hacía todo más emocional. Tener que convivir con mi familia por última vez era doloroso y emotivo.
Sin embargo, sentía que había una dualidad en mi que me impedía ver las cosas claras. Por una parte estaba dichosa de poder cumplir un sueño, comenzar nuevos planes y tener más posibilidades de ser otra persona, quien yo quisiera ser, pero por otra parte la nostalgia me invadía al sentir que mi familia no formaría parte de ese futuro, pero sobre todo mi mejor amigo.
Aún tengo vivo el recuerdo de cuando llegó al campo y lo vi por primera vez. Pedro trabajaba con mi padre administrando el rancho, pero nos conocíamos desde que éramos pequeños. Yo vivía en la finca llamada El Amanecer, lugar en donde mis padres se dedicaban a entrenar caballos. En su época dorada mi padre era uno de los más reconocidos en la zona por tener el rancho mejor trabajado y también por su labor con los animales el cual se caracterizaba por cuidar de ellos y adiestrarlos.