Confesión en 21 días

Capítulo 3

¿21 días? ¿confesarle lo que sentía? La idea que me propuso Debbie ayer me ponía los pelos de punta. Nunca pensé verbalizar lo que pasaba por mi mente con respecto a Pedro y Debbie me proponía que lo hiciera, y no sólo eso, ¡sino que en 21 días!.

—¿Desea agregar algo más a su café?- preguntó la cajera, despertándome de mis ideas.

—No, sólo eso, gracias— dije antes de retirarme con mi pedido. En la mesa me estaban esperando Debbie y Simón. Vernos aquí era tradición para nosotros. Tratábamos de reunirnos todas las semanas en esta cafetería para conversar sobre nuestros proyectos. Era nuestro secreto.

El espacio era acogedor, como todo en este pueblo. Si algo caracterizaba a esta pequeña localidad definitivamente era la falta de tecnología. Las edificaciones mantenian su identidad con construcciones antiguas, callejones estrechos y con poca iluminación, y la pintura de algunas tiendas estaba dañada con el paso de los años, muchos tenían grietas y fisuras en las fachadas, acompañada de hiedras que trepaban sobre las paredes.

—Le acabo de contar el plan a Simón. Le ha encantado. —dijo Debbie bebiendo un sorbo de su té.

—¿Por qué no se me había ocurrido a mi? Cuenta con mi apoyo Amelia, todo va a salir bien...—soltó de pronto Simón como si el plan ya fuera un hecho.

Simón era un buen amigo desde la preparatoria. Amaba la fotografía tanto o más que yo. Su estilo lo definía como una persona aficionada a las artes. Siempre llevaba lentes, el cabello un poco crecido, abrigos de colores tierra con diseños a cuadros y siempre cámara en mano. Parecido a un típico estudiante de artes sacado de una película europea. Nuestra amistad nació ya que nos dimos cuenta que teníamos mucho en común, tanto que decidimos postular a la misma universidad para irnos a estudiar juntos.

—A ver, esperen— los interrumpí. —Aún no he tomado una decisión— dije poniendo un alto a sus ideas. Sus miradas parecían confusas.

—Pero ¿por qué no?, es una muy buena idea. Tú te vas en veinte días. No verás a Pedro por un año entero. ¿Qué puedes perder?— preguntó Debbie.

—Pierdo su amistad.

—O ganas un novio— interrumpió Simón. Debbie asentía a modo de afirmación.

—Pero nada asegura que Pedro sienta lo mismo, o que si quiera me comprenda. Además él tiene novia.

—Claro, Jessica es la novia perfecta ¿no?— mi amiga se empecinaba en convencerme— Todos saben que ellos no tienen nada en común.

—Pero yo no puedo hacer nada por ellos— dije dándole una mordida a mi muffin— Y ¿saben que? No quiero saber más de este tema. No me quedan muchos días aquí y quiero disfrutarlos en paz.

Simón y Debbie se miraron el uno al otro. Ellos veían las cosas fáciles. Confesarme a Pedro y todo tendría final feliz. Pero las cosas no eran así de sencillas. Después de una pausa de silencio, Debbie pregunta.

—¿Y cómo vas a llegar a saber si Pedro siente lo mismo por ti? ¿No quieres al menos averiguarlo?.

Dudé unos segundos. La idea me parecía tentadora, no lo iba a negar, pero las consecuencias me aterraban. Tenía que poner en una balanza lo que perdería y lo que ganaría haciendo la confesión, y la verdad que lo que podría llegar a perder era algo que no podría ni siquiera ponerlo en juego.

—Déjala Debbie, es muy pronto para que tome una decisión. Pero ya se dará cuenta que es una gran oportunidad— dijo Simón.

—¡Amelia!— oí que alguien gritó. Al girar sobre mi asiento pude ver a Pedro acercándose a nuestra mesa. Inmediatamente volteé hacia mis amigos con mirada amenazante.

—Ni se les ocurra decir una palabra sobre esto— dije entre dientes. 

—Hey, ¿qué haces aquí?— respondí al ver que se ponía de pie a mi lado.

—Te estaba buscando, quería hablar contigo sobre lo que pasó ayer.

Mis amigos nos miraban entusiasmados, parecían felices de vernos juntos.

—¿Pasa algo?—preguntó Pedro mirándolos a ellos y luego a mí, confundido.

—No, no es nada. Vamos afuera a conversar— dije levantándome de la mesa.

—¡Suerte!—escuché a Simón gritar antes de salir del café.

Una vez afuera caminamos unos minutos sin saber qué decir. Cerca de donde nos encontrábamos había un parque, por lo que inconscientemente caminamos hacia allá. Podía sentir cierta tensión entre nosotros, pero no pude descifrar más allá de lo que él sentía. Cuando llegamos nos sentamos en una de las bancas de madera y comencé a hablar.

—Con respecto a lo que pasó ayer...

—Amelia, te quiero pedir disculpas— me interrumpió— No debí haber llevado a Jessica a la cena. Sé que entre ustedes la relación no es buena y cometí ese error. Me disculpo por eso— Su mirada demostraba lamento.

Por un momento pensé que su intención era reprocharme sobre lo que había pasado ayer, pero en lugar de eso, su actitud era diferente. Se sentía arrepentido y la verdad yo también. Después de todo era la novia de mi mejor amigo y no quería problemas entre nosotros.

—Yo también quería disculparme por mi comportamiento de ayer. Sabes que nunca he tenido la oportunidad de decirle a ella lo mal que lo he pasado por su actitud hacia mi en la preparatoria— confesé.

—No tienes nada que disculpar. Ambos sabemos cómo se comporta Jessica.

—Entonces ¿por qué sigues con ella?—pregunté sin pensarlo, aunque de inmediato me arrepentí.

Pedro titubeó por unos segundos. Abrió su boca buscando una respuesta que me convenciera, y que al parecer a él también.

—Las cosas no siempre son fáciles Amelia. Ella no lo ha pasado bien y yo he estado ahí para apoyarla—explica.

—Entonces eres un amigo para ella.

—No Amelia, somos pareja— trataba de explicarme pero lo veía confundido. 

—Pero...¿la amas?

Lo miré fijamente mientras mis rizos se movían de un lado a otro por el viento. En un momento su mano se posó en mi frente para acomodar uno de ellos detrás de mi oreja. Era tan indefensa ante su tacto. Una sonrisa apareció en su rostro.




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