No había nada como pasar una tarde en la playa. Al fin podíamos salir los tres a disfrutar de los últimos días de verano. Debbie había estado ocupada cuidando a su hermana pequeña y Simón trabajaba en un supermercado en el centro del pueblo. Finalmente habíamos podido conectar nuestros horarios para tener un día libre y así poder salir y aprovechar los últimos rayos de sol.
Este era otro de nuestros secretos. Hace un par de años habíamos descubierto un lado de la playa que no mucha gente acostumbraba visitar. La ventaja que tenía era que había privacidad y no estaba tan lejos del sector más visitado, sólo que teníamos que cruzar unas rocas y ya llegábamos a disfrutar de un lugar para nosotros solos.
—¿Entonces no nos vas a contar lo que hablaron ayer?— Debbie insistió.
—No puse en marcha el plan, si es lo que te interesa saber.
Mis amigos estaban a un lado de mi tomando sol. A pesar de ponerse bloqueador y retocarlo cada treinta minutos, parecían que cada vez se ponian mas rojos. Yo por mi parte estaba bajo la sombrilla, disfrutando de la tibia brisa.
Simón se sentó sobre su toalla y me miró como si estuviera tomando la peor decisión de mi vida.
—Amelia, por favor, no sé de qué manera convencerte para que aceptes. De ese modo estarías quitando a Jessica de la escena. Cómo me gustaría verlo cuando eso pase— se reía imaginando las escenas en su cabeza.
Los chicos fantaseaban con ver a Jessica lejos de Pedro y, claro, según ellos yo sería la encargada de lograrlo.
Me acomodé bajo la sombrilla y me senté para retocar el bloqueador.
—Creo que ustedes han visto muchas películas de ficción, o ¿acaso creen que le diré "me gustas" y él me dirá "tú también" y luego vendrá el vivieron felices por siempre?— ya estaba cansada de tantas insistencias.
—Claro que no. Sabemos que no va a ser así de fácil Amelia, pero así como puedes fallar, también puedes sacar algo bueno de todo esto.
—Es cierto Amelia, estás tan cegada por la negatividad de que todo va a resultar mal, que el miedo no te deja ver más allá— Simón me miraba impaciente.
En ese aspecto tenía razón. Confieso que tenía miedo. Mucho miedo.
—¿Acaso nunca han sentido temor de perder a un ser querido?—pregunté— Yo sí. Y sé lo que es perder a una persona cercana— dije cansada— Creanme que si tengo la posibilidad de no cambiar las cosas, voy a preferir siempre dejarlas como están por miedo a perder a alguien más.
Ambos se miraron y por un instante creí que pudieron entenderme. Simón se puso de pie y se dirigió al mar. Debbie se acercó a mí bajo la sombrilla, se sentó a mi lado y me dio un fuerte abrazo.
—¿Sabes que? Siempre ví algo especial entre tú y Pedro— tomó una pausa mientras miraba el mar— quizás es por la forma en que se veían, la manera en que se comunican, quizás son muchas cosas, pero algo entre ustedes me decía que algo más podía ocurrir.
Me miró por un instante y una sonrisa salió de su boca.
—Sólo quiero que seas feliz amiga. Te lo mereces. Y no voy a seguir insistiendo si eso es lo que...
—Pedro me invitó a la fiesta de Álvaro este viernes.
Su expresión cambió por completo. Pasó de un rostro comprensivo a una total sorpresa.
—¡Por qué no me lo habías dicho mujer! Y yo diciéndote estás cosas. Ahí tienes una oportunidad que tienes que tomar.
—Tengo miedo Debbie, dime qué tengo que hacer para dejar de sentir esto que me paraliza por completo.
—El miedo puede existir siempre, ¿sabes? Quizás nunca dejes de sentirlo. Pero eso no debe condicionar o limitar tu vida.
—¿Y qué hay de ti?, ¿te has atrevido a decirle al mesero del café que te gusta y quieres salir con él?— pregunté desafiante.
—Ya estoy pensando en algo, pero creeme que no me quedaré sentada viendo cómo pasa el tiempo.
Su actitud siempre la había admirado. En ese aspecto éramos diferentes. Mientras ella se atrevía a vivir, yo tenía miedo de cada paso que daba.
—¿Entonces el viernes es la fiesta? Creo que no podré ir. Debo cuidar a mi hermanita.
—Está bien, no creo que vaya de todos modos—dije sin darle importancia.
—¿Y estará Jessica?.
—No, viajará con sus padres por el fin de semana.
—¿Y aún así insistes en no ir? Es que te pasas Amelia. Tienes la oportunidad de tu vida amiga, créeme que la estás desperdiciando.
Me miró por unos segundos.
—Escucha, esto es lo que haremos— Debbie estaba decidida a que cumpliera con el plan— Tu vas a ir a esa fiesta. El viernes te pondrás la mejor ropa que tengas, hablarás con Pedro y le dirás que sí irás. De esta manera pondremos en marcha el plan, ¿entendiste?
La verdad ya me estaba dando curiosidad el plan. Había una parte de mi que estaba temerosa, pero también había una parte que deseaba poder hablar sin miedo y que todo saliera bien.
Debo admitir que estaba en un debate interno y me costaba oír a ambas partes a la vez. Mi mente era racional y decidía independiente de todo, pero abajo estaba el alma, obstinada a querer tomar decisiones. Impulsiva. Sabiendo que todo puede fracasar. La verdad, era imposible vivir con este debate. Llevaba muchos años así y el miedo me impedía una y otra vez admitir partes de mi como esto que siento.
Sé que es imposible vivir con esta guerra interna sin sentido. Sólo el tiempo me puede ayudar a calmar lo que siento, quizás la distancia, aunque temo a que jamás se vaya del rinconcito de mi alma o de mi ser. Porque este amor ya pasó a ser parte de mi.
Cuando cayó el sol, recogimos nuestras cosas y caminamos a los autos que estaban aparcados en la carretera.
—Voy hacia el centro, ¿quién de ustedes dos me puede llevar? Preguntó Debbie.
—Yo voy a casa de mis padres, te llevo —dijo Simón antes de que pudiese ofrecerme. Debbie aceptó y se subió al carro.
—Vámonos juntos. Te sigo— dijo Simón.
—Vayanse, voy a cambiarme de ropa antes de irme—dije secándome el cabello.