Después de darles un recorrido sencillo a los nuevos y secretos integrantes de La orden, Yohan se acercó a hablar con Injae en el patio, cerca del campo de fuerza.
—Recuérdame por qué es buena idea hacer esto. —Se rascó la nuca y ella se giró sonriendo—. Solo falta que digas que quieres poner una escuela de sobrenaturales.
Injae lo vio jocosa con una pequeña sonrisa traviesa y él resopló en negación.
—Eso es una pésima idea. El Orkunato se opondrá y de una mala manera —dijo inquieto—. Además, ¿una cazadora enseñando a sobrenaturales? No parece ser lo mejor. ¡Son enemigos! Algo así como los lobos con los vampiros.
—Primero, lo de los lobos y vampiros es una gran estupidez. Segundo, no somos sus enemigos, solo luchamos contra aquellos que perdieron el camino por no tener quien se los enseñara —contestó seria enfatizando más en cada frase—. Por eso quiero ayudarlos, hay quienes están a tiempo. ¿Qué no hacías eso con Skyler?
Yohan tensó su mandíbula y bajó la mirada viéndose un poco melancólico al recordar a Skyler y cuando Injae se dio cuenta de lo que provocó, calmó su actitud pasiva agresiva que había estado tomando desde hacía un tiempo.
—Yo solo la ayudaba, no hacía gran cosa.
— ¿Y no quieres que el legado de Skyler continúe? —Se cruzó de brazos y se acercó buscando su mirada—. Ayudaste a Stella con su adicción a la sangre humana, seguro puedes ayudar a otros más… Por favor, Yohan, ¿puedo contar contigo?
El vampiro alzó su vista y se quedó viéndola indeciso, relajó sus hombros cuando levantó un poco las comisuras de sus labios y resopló.
—Siempre, chica rúnica.
Días después, Injae se encontraba almorzando en la vieja casa de los Brizz donde vivió Joseph en sus últimos días. Florencia permanecía allí viviendo y cuidando de la casa, por lo que atendía a Injae cuando llegaba y le informaba de los gastos que pudiera tener por el mantenimiento de la propiedad.
—De verdad le agradezco que haya conservado la casa y me permitiera seguir trabajando aquí —dijo la mujer sonriendo con sentimiento mientras le servía el agua—. El joven Maxon tomó una buena decisión al confiarle su patrimonio.
—Este ha sido tu hogar durante años y no te iba a quitar eso, además no podría deshacerme de la casa de la infancia de Maxon… —Se calló poniéndose triste al recordar al joven británico—. Florencia, ¿crees que sufrió mucho antes de… morir?
La joven se quedó viendo a la mujer con incertidumbre y esta sintió pena por ella, le tomó la mano y acomodó el cuello de su blusa.
—Niña Injae, debe superar ese mal recuerdo para su salud. ¿Hace cuanto que no come o duerme?
—Las pesadillas no me dejan dormir de nuevo y las pastillas ya no surten efecto —confesó frustrada recargando su frente en su mano.
— ¿Es solo eso? Será mejor que vaya al médico para un chequeo, luce muy pálida.
Mientras tanto, Andreas estaba haciendo que Scott y Yurim entrenasen todos los días casi sin descanso, pues creía que no estaban en forma solo por haber visto una sola vez a Yurim con un bajo rendimiento, desde entonces los presionaba por separado hasta que llegaran al límite de sus cuerpos, sobre todo a Yurim.
Scott fue a ejercitarse al gimnasio, pero encontró a Yurim sosteniéndose del costal de box y al acercarse a ella la vio agitada sin poder respirar bien.
— ¿Cuánto tiempo llevas entrenando?
—Solo… unas horas.
— ¿Y al menos has descansado? —Le reclamó alterado mientras la jalaba para sentarla en la banca.
— ¡Carajo, Scott! Estoy bien.
Andreas se apareció porque iba a supervisar el rendimiento de la joven, pero antes de haber puesto un pie dentro ya había escuchado las voces exaltadas de ambos y entró molesto.
— ¿Qué es ese alboroto? —Puso sus manos en la cintura—. ¿Y por qué no estás entrenando? ¡¿O es que olvidaste que estás fuera de forma?!
—Ya estoy en eso.
Se levantó cansada y regresó a golpear el saco de box, sus golpes no tenían fuerza, así como el resto de su cuerpo que estaba sudando frío, sus piernas se sentían temblorosas y su vista tampoco estaba bien.
Scott tensó la mandíbula observándola y luego se dirigió a Andreas.
— ¡Si no hubieras pasado todo este tiempo jugando al padre muerto sabrías que tu hija tiene insuficiencia cardiaca! —Señaló hacia Yurim y la vio aún peor—. Yurim, ya detente… ¡Por favor, para!
— ¡Estoy bien!
—Yurim, ¡alto! —Ordenó Andreas cuando la vio irse de espaldas.
Yurim fue llevada a su cuarto para que un médico la revisara y cuando despertó en la noche, vio a Scott dormido en una silla a un lado de la cama, luego este despertó por el ruido de la madera de la cama que hizo ella al moverse; Scott se acercó para servirle agua.
—No tenías que hacer tanto drama —alegó fastidiada.
Scott le entregó el vaso sin verla, pero manteniendo una expresión abatida.
—Siento no dejar que trataras de matarte ahí mismo.
Se dio vuelta para irse sin esperar alguna respuesta, pero aun así se detuvo al oírla en la cama atrás de él.
— ¿Por qué cuando estamos cerca de papá es cuándo más lejos estamos uno del otro?
El pelirrojo tragó duro dándole la espalda y se marchó sin decirle nada, luego Yurim se volvió a acostar de lado cerrando sus ojos con lágrimas.
Al día siguiente de que Florencia le recomendara a Injae que fuera al médico, esta fue a hacerse un chequeo y ahora estaba de nuevo allí para recibir sus análisis de sangre junto con las indicaciones del médico.
— ¡Ah! —Expresó con gracia leyendo los análisis—. Ahora todo es más claro.
— ¿Todo está bien?
— ¡Sí, claro! Lo que ocurrió fue que presentó una descompensación excesiva al no cuidarse como se debe en su estado.
Injae arrugó el ceño y sonrió ingenua.
— ¿Disculpe? ¿Qué quiso decir con “su estado”? ¿Estoy enferma?
El hombre se rio un poco sin llegar a sonar a burla, se acomodó sus anteojos y dobló de nuevo la hoja de los análisis dejando a la joven aún más confundida.
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Editado: 04.04.2024