Confía en Mí

33|| Lobos

Mi mente divagaba mientras observaba el paisaje que se mostraba del otro lado de la ventanilla.

Hasta que sentí el calor de su mano posarse sobre la mía que estaba sobre mi regazo.

—Tenemos tiempo —dijo el mirándome con una débil sonrisa.

Él tenía razón aun había tiempo antes que los dos cumpliéramos los dieciocho años.

La camioneta se detuvo en frente de mi hogar, bueno a lo que podía considerarse hogar que era el lugar donde estaban mis objetos.

Antes de abrir la puerta Emeric dio un apretón a mi mano y se acercó a mi depositando un beso sobre mi frente.

Solo ese gesto me basto para poder agarrar un poco de valor en lo que estaba por enfrentarme.

Bajamos de la camioneta y entramos a la casa, un pequeño ser de pelos apareció dando pequeños saltos a mi alrededor.

—¡Icy! —exclame mostrando una sonrisa.

—Bienvenidos —saludo una de las empleadas.

Emeric y yo sonreímos y miramos hacia la sala. Estaba vacía, caminamos hacia el comedor donde provenían las voces.

—La ceremonia debe realizarse en la misma iglesia que Ignace y Sabine se casaron —hablo la mi abuela Regine.

—¿Cuándo firmaran los papeles? —pregunto Roch.

Al oírlo sentí los vellos de mi brazo erizarse.

—Luego de que Elise cumpla los dieciocho —respondió papa.

—¿Y si alguno de ellos dice que no? —hablo la abuela Regine.

—Dudo que lo hagan luego de que firmen ese papel ninguno de los dos va a poder negarse —aseguro Olivier.

—Lo que si ambos deberán mantenerse al margen de la empresa mientras menos sepan mejor —volvió a decir Roch.

—Solo deberán poner la cara bueno sobre todo mi hijo —agrego Olivier— porque Ignace tiene otros planes para su querida hija.

Mi mirada fue directo a mis padres que cruzaron miradas.

—¿De qué hablas? —pregunto mi abuela mirando a Olivier y luego miro a mis padres.

—Habla lo de la extensión de la marca de ropa que estará en frente de Elise —respondió papa sin mirar a mi abuela.

El sentimiento de incomodidad se hizo presente en mi otra vez. Mis padres ocultaban algo y eso era más que seguro.

Mi padre no se quedaría sin hacer nada.

Emeric paso por mi lado y yo lo seguí.

—¡Vaya que bueno que ya están aquí! —saludo Natacha acercándose a nosotros.

—¿Cómo estuvo su viaje? —pregunto mi abuela acercándose a mi.

—Lleno de sorpresas —dije sin siquiera mirar a mis padres.

Levante la cabeza para mirar a Roch que solo fruncia el ceño.

—Estábamos hablando de la reunión que se realizara con empresarios accionista de la empresa —hablo mi padre mirándome con una sonrisa.

¿Como podía mirarme y mentirme en la cara?

Solo me crucé de brazos y asentí con mi cabeza.

—De ahora en adelante les pedimos que traten de comportarse ya que serán la cara de la empresa y dentro de unos meses los que estarán al mando —hablo Olivier siempre con aire de soberbia.

Cruce una rápida mirada con Emeric que lucía serio.

La cena familiar se sentía tan superficial como si estuvieras dentro de una caja rodeada de animales peligrosos.

Ni siquiera me apetecía comer, solo quería irme a mi cuarto y dormir.

Fingir que todo estaba bien era algo que no aguantaba. Para mi suerte la cena duro poco ya que los Fortier tenían que irse.

Mama y yo los acompañamos hasta la puerta.

Mire a Emeric que lucía tan confuso y a la vez cansado, entendía perfectamente como se estaba sintiendo.

Aun estábamos con la incertidumbre de donde debíamos empezar porque tampoco sabíamos en quien debíamos confiar.

—Nos vemos luego —él se acercó a mi dudando si darme un beso.

Solo me acerqué a el y lo envolví entre mis brazos.

<<No te vayas>>

Sentía como si el me estuviera dejando en aquel lugar lleno de lobos a punto de ser devorada.

—Adiós —dije separándome de el.

El cruzo por la puerta dándome una última mirada.

—Me alegro de que tu y Emeric estén resolviendo sus diferencias —hablo mama a mi lado mirándome con una sonrisa.

La mire por unos segundos sin expresión en mi rostro.

¿Tu también me mientes?

No podía evitar sentir esa decepción pero a la vez sentía como si todas las promesas de que yo iba a poder vivir mi vida y decidir por mi se desvanecía.

—¿Estas bien cariño? —pregunto mama al ver que no emitía palabra.

—¿Elise puedes acompañarme un momento? —dijo una voz a nuestras espaldas.

Me giré en mi lugar para encontrarme con papa que lucía serio, solo asentí y lo seguí hasta su oficina.

El tomo asiento del otro lado del escritorio y tomo unas hojas entre sus manos.

—¿Qué es esto? —pregunto el levantando las hojas.

—Son los informes que nos pediste que realizáramos —respondí observando los papeles.

—¿Falta de maquinaria? ¿Falta de indumentaria para los empleados? ¿Salarios? —el levanto una ceja mirando con desagrado cada una de las hojas.

—Tu no viste las condiciones en las que trabajan esas personas —dije tratando de entender su reclamo.

—¡Eso no es de tu incumbencia Elise! ¡Entiéndelo esta es mi empresa y de los Fortier! —exclamo enojado tirando las hojas sobre el escritorio.

—Es la empresa que Emeric y yo tendremos a nuestro cargo.

El soltó una risa como si fuera una estupidez lo que decía.

—¡Tú y Emeric lo único que deben hacer es lo que nosotros digamos! ¿Cuántas veces debo repetírtelo?

Baje la mirada a las manos sobre mi regazo.

—¿Y qué hay de lo que yo quiero? En unos meses serán las propuestas para las universidades.

—Creo que no te está quedando claro Elise que tu trabajaras para la empresa y tu obligación es ser parte de esto que tu abuelo y Roch tanto se esforzaron —hablo el tratando de controlar su enojo.

Algo que se lo habían arrebatado a Elisabeth Fontaine.

Trague saliva al sentirme impotente ante la situación.

—Ahora lo único que harán Emeric y tu deberán seguir nuestras ordenes —finalizo el para levantarse de su lugar.




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