Aunque tuvieran la posibilidad de trasladarse al mundo no material con la teletransportación, Israfil prefirió realizar un pequeño recorrido por el espacio. Así, Clara vislumbró por primera vez en su vida material el universo. Había visto fotografías oficiales de la NASA, pero nada se comparaba a lo que estaba vivenciando. Estrellas, todas ellas formando galaxias de diversas formas: esféricas, elípticas, con brazos e, incluso, vio algunas con formas de anillos, formando hileras de estrellas de diversos colores. Pero antes de eso, le había dicho a Israfil que deseaba ver el planeta Júpiter de cerca. Le impresionó lo enorme que era, tanto que sintió que serían absorbidos por él.
Clara aceptó. Sentía que con Israfil, todo era posible.
Se acercaron al planeta, hasta traspasar su atmósfera. Clara vio cómo fueron rodeados por una neblina rosácea. Y entonces, sintió que una repentina ráfaga de viento los golpeaba. La joven se asustó, pero Israfil permanecía tranquilo.
Cuando lograron traspasar la neblina, vislumbró la "tierra". O eso parecía. En realidad, era una extensión de suelo semilíquido de color violeta. Antes de preguntarle al respecto, la nave posó sobre la superficie y, por un instante, sintió que flotaba.
Israfil le entregó a Clara unas pastillas de color rosa y le pidió que se las tragara.
Clara tomó las pastillas y, al tragarlas, sintió que se le endurecía la piel. Entonces sintió que le faltaba el oxígeno y se llevó las manos al cuello, mientras abría la boca para intentar respirar. Fue ahí cuando Israfil abrió la nave y Clara recuperó el aliento. Una ligera brisa la inundó y sintió que tenía un olor agradable.
Clara tomó la mano de Israfil y bajaron juntos a la superficie. En efecto, el suelo tenía la consistencia del lodo, pero podía caminar en ella. Al principio lo hizo con dificultad, pero luego fue adaptándose y caminó con normalidad.
Y mientras caminaban, vieron unas pequeñas esferas, todas ellas flotando por los aires.
Levantó la vista al cielo. Seguía ahí la niebla rosácea. Y solo por la claridad de la misma, supuso que era de día. A pesar de todo, le pareció un cielo muy bonito y se imaginó que, en el pasado, era un cielo limpio y de color azul intenso, con nubes rosadas, similares a la Tierra.
Clara obedeció y se metió en la nave, con su compañero. Comprobó que no había perdido oxígeno y que su piel volvió a la normalidad.
Clara se sonrojó. La verdad le agradaba que Israfil fuese tan atento con ella, pero a veces le fastidiaba tanto que le daba ganas de decirle que podía manejarse sola. Aun así, no tenía opción. Sin Israfil no podría sobrevivir a ese mundo el cual ya no pertenecía.
Siguieron con su viaje. El tiempo apremiaba y ya se habían entretenido demasiado.
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Adusias despertó en un inhóspito lugar. Sintió que estaba acostado sobre una superficie dura. El cielo era completamente oscuro, sin ninguna estrella.
Intentó incorporarse, pero sintió que unos grilletes fueron colocados en sus extremidades, aprisionándolo por el suelo. Y también sintió que tenía una mordaza en la boca, por lo tanto, no podía gritar por auxilio.
Adusias giró la cabeza. A pesar de la oscuridad, pudo vislumbrar a alguien. Sus ojos eran dos linternas rojizas y en sus manos llevaba un cúmulo de energía de luz violeta, el cual revelaba parte de su rostro. Era un rostro suave, fino, casi femenino. Sus labios eran gruesos y rojos. Y su piel blanca era bañada por la luz violeta. Con todo eso, Adusias supo exactamente quién era. Pero, lo que más le inquietaba, era saber qué hacía ahí.
La esfera se trasladó por encima de Adusias, a unos cuantos metros. Así pudo apreciar mejor a Belcú, un ser proveniente de la oscuridad, creado directamente de la materia oscura del universo. A Belcú solo le gustaba habitar planetas y soles cuya luz se había extinguido. Y de seguro, se encontraba en uno de esos sitios.
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Editado: 19.11.2022