Gracias a la esfera que le regaló su amiga y al alma que sacó del jardín de almas de Belcú, Luz pudo viajar entre mundos atravesando portales dimensionales. La joven había perdido la noción del tiempo y no entendía cómo era que podía vivir perfectamente en el espacio sin un traje espacial ni alimentos. Cualquier otra persona se habría desintegrado por completo, pero ella seguía ahí, viajando sin rumbo fijo. Solo pudo deducir que todo era gracias al alma almacenada en esa esfera.
Así se dio cuenta que, en verdad, su visión sobre el universo era muy limitado. Nunca creyó que hubiese planetas donde aún existían dinosaurios y que, incluso, evolucionaron hasta llegar a ser tan inteligentes como los humanos.
En otros planetas, en cambio, la tecnología estaba tan avanzada que podían viajar a galaxias lejanas.
Y, en otros, todavía existían civilizaciones similares a las egipcias o mesopotámicas, donde adoraban a dioses con cabezas de animales y formas humanoides.
Pero a veces, la nostalgia por su mundo la detenía y se reprochaba a sí misma por haber abandonado a su familia.
Fue así que, en una de sus idas y venidas, llegó a un mundo bastante extraño. El cielo era de color violeta, el sol tenía un tono blanquecino y apenas se podía vislumbrar unas pocas plantas creciendo por los alrededores.
El alma almacenada en la esfera de Luz emitió un brillo tan intenso que la joven tuvo que taparse los ojos. Sin embargo, pudo percibir que emitía unos destellos irregulares en intervalos de tiempo. Era como si estuviese mandando una señal a algo que venía desde el cielo.
Los latidos de su corazón se aceleraron. Tenía la esperanza de encontrarse con Clara, por lo que levantó la cabeza en espera de aquello que estaría a punto de aterrizar en ese hermoso y extraño mundo.
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Los incorpóreos rodearon al nuevo ser que surgió de la flor que Israfil protegió con tanto ahínco en su pelea. Tenía el aspecto de una joven alta, esbelta, de cabellos turquesa y ojos amarillos. Sus rasgos se asemejaban bastante a las de Shael, pero poseía una mirada similar a la de Israfil.
Desde la nave nodriza, detectaron una extraña luz que titilaba a kilómetros de distancia. Los incorpóreos usaron sus naves para tratar de detectar el tipo de señal que les llamaba. Sorprendentemente, hallaron un planeta habitable y vacío, recién creado por un sol de energía cósmica energética. Pero no estaba deshabitado, porque alguien más paseaba sobre su superficie, esperándolos.
La nave nodriza se dirigió hacia ese nuevo mundo y aterrizaron sin ninguna complicación.
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Lucero, al ver la nave, se quedó en su sitio. No sabía bien si correr o averiguar quiénes eran. Recordó las palabras de Belcú y sintió temor de que se tratasen de los enemigos de Clara.
Cuando los incorpóreos bajaron de la nave, vieron a Luz y se quedaron estupefactos, debido a que veían a un ser material corpóreo que se paseaba en ese mundo sin ningún traje espacial. Pero, luego, vieron que sostenía en sus manos una esfera contenedora de un alma y supusieron que, con ese mecanismo, podía mantenerse con vida.
Ramiel se acercó a la joven y le preguntó:
Luz lo miró fijamente a los ojos y percibió que se trataba de una buena persona. Así es que se animó a responder a sus preguntas.
La hija de Shael e Israfil se acercó a ellos, miró fijamente a Luz y, tras un largo minuto de silencio, dijo:
Todos los incorpóreos murmuraron entre sí. Entonces, esa corpórea era la amiga de Shael en su nueva vida y, de alguna forma, consiguió traspasar las barreras entre la parte cósmica y la parte oscura del universo para viajar entre mundos sin alterar su consistencia.
La hija de Shael e Israfil la tomó de los brazos y la miró directo a los ojos. Luz, poco a poco, comenzó a calmarse hasta quedar profundamente dormida. Luego, la metió en una nave y la programó para que pudiese respirar ahí sin complicaciones.
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Editado: 19.11.2022