Todo indicio de luz y vida había desaparecido. Las plantas, los animales y cualquier partícula orgánica. Hasta los seres del sol se desintegraron, pero lograron brindar parte de su esencia a Israfil para que su cuerpo no perdiese consistencia durante su lucha contra Adusias.
Ambos guerreros no paraban de blandir sus espadas. El cuerpo de Adusias irradiaba energía oscura y se percibía muy diferente a las “energías negativas” propias de su especie. Pero eso también le trajo severas consecuencias provocando que, ante cada uso de la energía oscura, su piel se agrietase.
En el fondo, ambos sabían que ya no tenían escapatoria. Tanto sus cuerpos como el mundo donde peleaban fueron absorbidos por la oscuridad y toda la potencia de ese 95% de materia oscura del universo los desintegraba lentamente. Aunque lo lógico era escapar de ahí inmediatamente, ellos siguieron luchando, defendiendo sus propios ideales.
Y mientras peleaban, a unos cuantos planetas de materia oscura a distancia, estaba Belcú descansando en su jardín de almas. Cuando creía que no pasaría nada interesante, percibió que muchas de ellas comenzaron a titilar, nerviosas, como si estuviesen alteradas a causa de un factor externo difícil de controlar.
Belcú suspiró. Pudo sentir la presencia de Israfil y Adusias quienes, poco a poco, se iban acercando al jardín de almas. No le importaba Israfil, pero temía que Adusias arruinase lo que tantas eras le costó cosechar y cuidar.
“Debí deshacerme de él desde el inicio” pensó Belcú, mientras se dirigía a la batalla “Pero también tenía deseos de saber qué tan lejos llegaría. Lástima que deba arruinar sus sueños, pero él se lo buscó”
Cuando los encontró, fue directo hacia ellos y se interpuso en el medio, deteniendo la pelea.
Tanto Israfil como Adusias lo miraron estupefactos. Aunque Belcú poseía un aspecto ligeramente diferente al que Adusias recordaba, pudo reconocerlo de inmediato. Israfil, en cambio, se sintió confundido. Era la primera vez que veía a un hijo de la oscuridad y eso le intrigaba.
De sus manos salieron dos esferas que envolvieron los cuerpos de Adusias e Israfil. Luego, bajó sus brazos y desintegró sus cuerpos por completo. Eliminó cada átomo energético y material sin esfuerzo, además de borrar rastros de su alma para no darles ninguna chance de reencarnar en otros seres vivido.
Cuando terminó, Belcú se vio rodeado por unos puntos luminosos. Se dio cuenta de que eran residuos de los antiguos habitantes del sol energético y que no consiguieron escapar a tiempo de su destrucción. El hijo de la oscuridad extendió sus manos hacia adelante y dejó que esos puntos se acumulasen por encima de sus palmas. Luego, los unió y moldeó hasta lograr una sola esfera luminosa. Acababa de crear una nueva alma que lo llevaría directo a la parcela de las almas que aún no nacieron.
Regresó al jardín y depositó ahí esa alma, para luego acostarse en el pasto y continuar con su descanso.
Hacia tiempo que no desintegraba la existencia misma de dos seres tan distintos pero iguales a la vez. Y cada vez que hacía eso, hasta las almas se desintegraban. Era el don que adquirió al reencarnar como un hijo de la oscuridad, además de poder crear nueva vida a partir de residuos de estrellas y nebulosas de energía cósmica.
Pero todavía estaba lejos de crear un universo entero, algo que solo podía llevarlo a cabo un Creador. Y ese ser solo podía ser alguien que sobrepasase todas las existencias del universo para subsistir en el vacío con tan solo su conciencia.
Solo conocía a un ser que podría lograrlo. Y no era él.
Así es que no le quedaba de otra que esperar a que ese ser regresara a su lado para poder lograr ese objetivo, aún si lo obligaba a convertirse en un Creador en contra de su voluntad.
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¿Por qué no quieres reencarnar?
¿Qué te pudo haber sucedido para que pienses así?
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Editado: 19.11.2022