Conmigo

VIII

Estoy desesperado.

Me encuentro en la oficina, necesitaba una laptop para seguir investigando. Pedí las grabaciones de las cámaras de la universidad de Aisa y me las negaron  ya que no era un miembro de la policía y mierdas así.

Estaba harto de toda esta situación.

Todos mis compañeros decían que parara, que se lo dejara a la policía; pero era de mi hermana de quien estábamos hablando yo nunca la dejaría. Sé que no está bien, tengo un sexto sentido que me lo dice.

Alguien toca la puerta, me levanto de la silla. Doy una mirada a mi oficina, esta vuelta un desastre, papeles por todos lados, tazas de café encima de los papeles y sin hablar de mi aspecto. Todo era un desastre.

No me daba tiempo de ordenar, abrí la puerta  y salí rápidamente para que no vieran el desastre que se encontraba detrás de mí.

—Señor Hidalgo.

Termine de Cerrar la puerta al oír mi nombre, voltee para encontrarme con la voz que me llamaba.

—Señor Evans.—dije como saludo, estaba jodido.

Tenía nada más y nada menos que al jefe de los jefes.

Un miedo me recorrió el cuerpo, si lo tenía al frente era porque tal vez me despediría. Cada vez que se aparecía a alguien era para recoger sus cosas y marchase para siempre.

—Vayamos a mi oficina, por favor.

Asentí con mi cabeza y caminamos hasta mi oficina. Trataba de aparentar que estaba tranquilo, espero que sea buen actor, porque por dentro, estoy temblando.

Llegamos hasta su oficina, abrió la puerta y se hizo a un lado para que yo entrase.

—Tome asiento.

Me senté rápidamente, apreté mis manos a la silla, sabía lo que venía a continuación, mi mundo se terminaría de caer a pedazos. Perdí a mi hermana ahora perdería mi trabajo, un trabajo que pagaba muy bien y con el cual era capaz de ayudar a Aisa a pagar su universidad.

—Le di tres meses para que resolviera sus problemas personales.—empezó—¿Qué hace aquí?

Solté el aire que no sabía que estaba reteniendo, tenía que decirle la verdad. Tal vez así no me despidiera tan rápido.

—lo sé señor, lo que ocurre es que necesitaba una computadora...lo siento señor.

Se me quedo mirando serio, analizándome, creo que ya iba a decirme que estaba despedido.

—Señor Hidalgo, usted es uno de los mejores trabajadores de mi empresa—mis ojos se abrieron de la impresión, no me esperaba eso—Me preocupo por usted, lo necesitamos para el proyecto y se está desgastando con eso.

—sí, pero es de mi hermana de quien hablamos.

—Lo sé, pero hay cosas que no podemos controlar. Dígame desde que desapreció ¿ha encontrado algo? , ¿Una pista?

Me quede callado, estaba frustrado conmigo mismo, no había encontrado absolutamente nada.

—No gaste sus energías, concéntrese en algo que sabe hacer y deje lo de su hermana para la policía.

Seguí estando callado, a la final me levante, con respeto le estreche su mano y salí de la oficina.

 

 

 

 

 

 

 

—Tal vez él tenga razón, Max, te estas desgastando.

Me levante de la cama dejando a  Emma, no quería que me siguieran diciendo lo mismo.

Emma se levantó tapándose con la sabana ,me abrazo por detrás, dándome calor, el cariño que necesitaba.

—Me importas Max, no quiero que te acabes—dijo susurrando –Tal vez debes hacerle caso a tu jefe.

Me volteé, la mire a sus hermosos ojos azules, era lo mejor que había pasado. Sabía que se preocupaba por mí, pero por mi hermana valía  la pena que me acabase. La bese dulcemente, agradeciéndole, la mire una vez más y me fui al baño, le diría que se bañe conmigo, pero ella todavía se avergüenza.

El agua empezó a caer en mi cuerpo, cerré mis ojos tratando de pensar las cosas.

No sabía qué hacer.

Por una parte tal vez todos tuvieran razón, pero si dejaba la investigación para la policía, sentiría que estuviera abandonando a Aisa y no podría con la culpa.

Un grito se escuchó en mi cuarto.

Asustado, agarre una toalla y sin importar de que el piso se mojara salí corriendo a mi habitación.

Abrí la puerta  de  sopetón, Emma se voltio rápidamente con mí teléfono en su oreja , se encontraba pálida, como si hubiera visto un fantasma.

Me acerque a ella preocupado ,no me dejo preguntarle que ocurrió cuando me lo dijo todo.

—Era tu hermana.




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