Connatural

Segundo capítulo

Miré dentro de la camioneta al conductor que casi nos atropella para reclamarle. 
—¿Qué diablos pasa contigo? —le grité como buena citadina. 
Era un joven con el cabello ligeramente ondulando, un corte de media melena peinado hacia un lado, unas cejas pobladas y una mirada penetrante, sus labios eran carnosos, pero no en exceso, sus facciones finas y dignas de admirar y con una actitud despreocupada e indiferente hacía lo que acababa de suceder. Él no se dignó a verme, me encaminé hacia la ventanilla, pero Jordán me detuvo por el brazo. 
—Cálmate, vámonos, no hagas una locura —me aconsejó Jordán casi como una orden. 
—Suéltame —me resistí. 
—No te conviene tener problemas con él —me advirtió Amanda. 
Ambos me llevaron hasta el otro lado de la acera con la intención de que me olvidara de lo sucedido. 
—Así se arreglan las cosas de dónde vengo, pudo habernos lastimado enserio —les reclamé.  
—Es Travis Marsal, un tipo peligroso —me explicó Amanda. 
—¿Por qué? ¿Qué hace? —mi curiosidad no me detendría. 
—Es muy extraño, yo no entiendo por qué la policía no lo investiga, da la impresión que podría estar involucrado con los asesinatos, es escalofriante —el cuerpo de Amanda se sacudió. 
—¿Qué dices? ¿De qué hablas? —la cuestioné aún furiosa.  
—Sólo no te metas con él. 
—¿Lo dices por el hecho de que te da escalofríos? —cuestioné a Amanda. 
—Es el sujeto más raro del mundo —puse los ojos en blanco, Jordán continuó con su explicación—. Nunca lo he visto hablar con alguien, siempre está solo a excepción de su padre Valentín. Todo el mundo habla de ellos, ya que no trabajan, no se sabe de dónde tienen tanto dinero, son la comidilla del pueblo. 
Todas esas respuestas no me satisfacían, sólo balbuceaban cosas que para mí no tenían sentido, no podían decirme algo más que rumores sobre él. Volteé a verlo de nuevo creyendo que la discusión habría llamado su atención, pero él aceleró y se fue sin prestar atención. 
Al cabo de un rato, llegué a casa de mi abuela y después de despedirme de Amanda y Jordán, introduje la llave en la cerradura, pero ésta no dio vuelta, empecé a tocar la puerta ya que mi abuela había puesto el cerrojo. Después de unos minutos abrió la puerta, lucia algo agitada Ori seguía con ella y también parecía algo nerviosa. Miré de reojo y alcancé a ver que mi abuela tapó con poca discreción una caja de madera en el suelo. 
—¿Se pasaron toda la mañana aquí? ¿Qué estaban haciendo? —las cuestioné. 
—Nada, eché el cerrojo por seguridad, somos dos ancianas solas debemos tomar precauciones —me explicó Mado. 
—Me encontré con Jordán en la escuela —le comenté a la tía Ori tratando de no darle importancia a lo que acababa de pasar. 
—Me alegra, podrían ser amigos. Es un buen muchacho, aunque últimamente no me visita seguido —se quejó Ori. 
—Trataré de hablar con él —le ofrecí sin comprometerme a nada. 
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó mi abuela. 
—Tranquilo, lo único inusual fue la policía, estuvo en la escuela toda la mañana. 
—Espero que ahora sí se pongan a trabajar —dijo Ori—. Bien, yo me voy tengo pendientes. 
Dicho esto, se despidió de nosotras con un beso y tomó su bolso que se veía bastante cargado y salió de la casa. La abuela sirvió de comer y nos sentamos a la mesa. 
—Me alegra que estés haciendo un esfuerzo por adaptarte, entiendo que no es fácil para ti y te lo agradezco —me dijo mi abuela en un tono cordial. 
—No te preocupes por mí, estaré bien —le contesté mientras tomaba un vaso de agua—. Hay algunas personas interesantes. 
—¿Algún muchacho llamó tu atención? —me preguntó emocionada. 
—Nadie en particular, aunque… 
—¿Qué? 
—No, nada… es una tontería. 
—Aun así, me gustaría escucharlo. 
Le conté sobre el incidente con Travis Marsal y cómo mis nuevos amigos me habían persuadido de reclamarle. 
—Fue lo más prudente. Eres demasiado impulsiva Deka y aunque hay pocas cosas que te causan temor. No busques problemas, esa clase de gente no es… como los demás. 
—¿A qué te refieres? 
—No es importante, sólo ignóralo sí es necesario, como toda la gente lo hace. 
—No entiendo por qué tanto misterio, sólo es un tipo grosero, ¿Le tienes miedo Mado?  
—Por supuesto que no, sólo soy prudente, es todo.  
—Bien, lo dejaré así —le prometí. 
Mi abuela soltó un suspiro de alivio, terminamos de comer, le ayudé a levantar la mesa y me dirigí a mi alcoba, tenía mucha tarea y quería ponerme al día, puesto que el año escolar estaba algo avanzado. Me costó un poco de trabajo concentrarme, la imagen de Travis venía hacia mí de forma constante, su postura en el auto, con una mano al volante y otra en la ventanilla, una actitud déspota y arrogante… estando en control como si no temiera morir. No lograba saciar mi curiosidad, algo me tenía intrigada o pudiera ser que sólo me había dejado frustrada al irse de esa manera, nunca me ha gustado dejarme de nadie y el quedarme de brazos cruzados me provocaba un malestar interno. Nadie me decía nada de él, tal vez no había nada que contar, pero todo ese misterio me parecía muy extraño. Por otro lado, si era una persona tan poco sociable era poco probable que lo volviera a ver. Tomé la decisión de no perder más mi tiempo con el tema, por lo menos no permitiría que me distrajera de lo importante, con esa idea terminé lo que estaba haciendo y me fui a dormir.  

*** 

Los días pasaron sin ninguna novedad, las investigaciones de la policía no daban ningún fruto y su presencia en la escuela fue disminuyendo. En los descansos aprovechaba para conversar con Jordán y Amanda, así pude enterarme de que Amanda salió en una ocasión con Aarón…entendí su comentario despectivo hacia él; hijo del alcalde Maurice Silver, se sentía intocable y trataba a las personas muy por debajo de él, todo lo contrario de su padre un señor amable y preocupado por la comunidad, la gente lo quería y lo respetaba junto con su esposa: sin duda Aarón no seguía el ejemplo de sus padres. Caminábamos a casa todos los días, aprovechaba el camino para hablar de mis aventuras con Megan. 
Les contaba experiencias como cuando a Megan se le ocurrió quedarnos de noche en el Museo de Historia para hacer una pijamada o eso me dijo, aun cuando su verdadera intención fue que toda la noche estuviéramos observando cuadros y pinturas, leyendo historias y datos más a profundidad. Durante toda la noche me sentí aterrada de que la policía nos descubriera, pero nos divertimos de lo lindo y pasamos desapercibidas. Megan siempre se sintió atraída por la historia de una forma extraña, le fascinaba contarme historias donde ella tomaba el lugar de un personaje memorable y relataba que era lo que hubiera hecho en su lugar. Debo admitir que me dejé contagiar por su entusiasmo en algunas ocasiones. También les relaté de las tantas veces que no teníamos nada que hacer y nos dejábamos llevar por la música que se escuchaba a lo lejos, hasta que encontrábamos de dónde provenía, por lo regular era alguna fiesta, llegábamos sin invitación y sin conocer a nadie, en esos lugares te encontrabas a tanta gente interesante; personas que habían viajado por el mundo; que tenían una filosofía o una vida fuera de lo común, que conocía otras culturas, era… fascinante.  
Ellos me escuchaban maravillados, aunque a veces parecían no entender del todo, pero para mí era una forma de desahogarme sobre cuánto extrañaba mi vida anterior.  
En la clase de matemáticas había un chico que no me quitaba la mirada de encima al grado que me hacía sentir incomoda, no hablaba conmigo, sólo me observaba. Un viernes por la tarde saliendo de la clase me acerqué a él de forma intimidante o al menos eso creí. 
—¿Tienes algún problema? —traté de sonar amable. 
Él no supo qué contestar. 
—Yo… no… no quiero ser grosero, es sólo que… 
—¿Sí? 
—¿Te…te… gustaría… sa…lir? No sé… algún día —tartamudeaba.  
—Claro —la pregunta me tomó desprevenida y acepté sin pensar, era tarde para retractarme. 
Se presentó conmigo y su nerviosismo era evidente, pero después de aceptar su invitación, se mostró un poco más confiado, nos pusimos de acuerdo y me retiré pensando si había hecho lo correcto. 
—¿Conocen a Leo Cosío? —les pregunté al reunirme con mis amigos. 
—¿Leo? Claro ¿Por qué? —me dijo Amanda algo sorprendida. 
—Me invitó a salir —les conté algo sonrojada. 
—Vaya ¿Y qué le dijiste? —quiso saber Jordán. 
—Acepté ¿Creen que hice mal? Es algo raro —mencioné con la intención que me disuadieran de la decisión. 
—Es lindo y muy inteligente, dicen que se graduará con honores, es un buen partido —me animó Amanda. 
—Bueno, no lo conozco, pero no tengo otra cosa que hacer, ¿Irían conmigo? Podría ser una cita doble —les sugerí algo desesperada. 
—No somos pareja —me contestaron al unísono. 
—Ve, diviértete, conócelo y si no te gusta, pues no vuelvas a salir, tú eres la que se queja que no hay nada que hacer —me recordó Jordán. 
—Bien —dije resignada. 
La tarde pasó muy rápido, tal vez porque no quería que llegara la hora de que Leo pasara por mí, en realidad no me atraía y no sabía si teníamos algo en común, estuve tentada a cancelar, pero después de contarle a mi abuela quien se emocionó de más, decidí darle una oportunidad. Así que resignada me arreglé de manera conservadora y esperé ansiosa a que terminara la noche. Cerca de las seis de la tarde el timbre sonó. Abrí la puerta y ahí estaba mi cita con una sonrisa tímida, vestía unos jeans negros y una camisa polo gris, su cabello castaño estaba aplastado con demasiado gel, pero su aroma era muy agradable, su rostro era un tanto armonioso, pero no podría robar miradas, era más bien una cara común con unas cejas demasiado pobladas. 
—Hola —lo saludé. 
—Hola ¿Estás lista? —me preguntó sin poder quitar la sonrisa de su cara, parecía demasiado ansioso, eso me puso nerviosa. 
—Sí claro, ¿A dónde vamos? —le pregunté mientras cerraba la puerta tras de mí, no sin antes avisarle a Mado que era hora de irme. 
—Podríamos ir a cenar a la fuente de sodas, hacen unas hamburguesas únicas, tienes que probarlas —me ofreció. 
—De acuerdo, yo no conozco todavía nada así que supongo que estará bien. 
Su auto nos esperaba afuera, él como todo un caballero me abrió la puerta para subir casi de inmediato arrancó el motor, en el camino comenzó a hablar sin parar. 
—No puedo creer que aceptaras salir conmigo, digo muchas chicas no quieren estar cerca de mí y lo entiendo, sólo ven a un nerd que las aburre con sus historias y datos, pero espero que me des la oportunidad, sabes, no soy mala persona, sólo pienso en mi carrera en lugar de prestarle atención a las cosas banales como la ropa o la música. Algún día seré el alcalde y todos tendrán que tratarme con respeto.  
—¿Te tratan mal?  
—Más bien soy invisible para la mayoría, las chicas no voltean a verme y los chicos se burlan de mí, pero ya lo dije, un día todo va a cambiar. Te estuve observando toda la semana y me pareció que eres una persona interesante yo espero no decepcionarte, pero discúlpame si hablo demasiado es sólo que estoy algo nervioso y tengo que hablar rápido para no empezar a tartamudear. 
—No hay problema —le dije para tranquilizarlo, aunque su desesperación era algo fuera de este mundo.  
Siguió hablando de sus inseguridades durante todo el camino, llegó un momento en que sí me desesperó, ¿Quién querría escuchar todas esas quejas? Me daban ganas de gritarle y regañarlo para decirle que ninguna mujer quiere escuchar esa clase de cosas, que por eso las muchachas no le hacían caso, que era una tonta al aceptar su invitación, pero las palabras se quedaron en mi boca, estaba acostumbrada a llevar la conversación y esto me frustraba demasiado. Tal vez tendré un dolor de estómago más tarde para que me devuelva a mi casa lo antes posible, esos pensamientos me entretuvieron el resto del trayecto ya que había dejado de escuchar su voz desde un rato atrás. 
Entramos a la fuente de sodas, el lugar estaba lleno de jóvenes que conversaban amenamente, algunas parejas mostraban su afecto sin importar que estuvieran en público. Entramos desapercibidos, en la barra un hombre en extremo alto y obeso con su delantal negro nos dio la bienvenida, conocía a Leo ya que lo saludó de forma amigable y le señaló una mesa pegada a la pared con sillas inmovibles y a los pocos segundos llegó a tomar la orden. Yo pedí la hamburguesa que tanto me promocionó Leo y una soda de cola. Mi cita continuó hablando mientras yo esperaba ansiosa la comida, quizás con algo en su boca, el monólogo terminaría. 
Mientras esperábamos la orden entraron a la cafetería tres muchachos de aspecto rudo con chaquetas de mezclilla y cadenas colgadas en sus pantalones, se acercaron a la barra a ordenar, entre empujones de camaradería uno de ellos volteó hacia nuestra mesa y se acercó con una sonrisa burlona. 
—Nunca te había visto con una mujer, ¿Acaso la contrataste? —se mofó de forma descarada. 
Por primera vez en toda la noche Leo se quedó mudo, yo esperaba por lo menos que intentara defenderme, pero se paralizó. Una rabia me invadió, así que me giré, el tipo tenía una cara hosca con su nariz ancha y sus ojos demasiado grandes. Discretamente metí la mano en mi bolsa para sentir el gas pimenta que solía llevar a todos lados. 
—¿Qué te pasa imbécil? ¿Te crees mucho porque vienes con tus amigos? Ve a molestar a otra parte —le demandé fúrica. 
Me aferré con fuerza el gas pimienta mientras esperaba su reacción, pero en vez de eso ignoró mi comentario. 
—Ahora te defienden las mujeres. Vamos nerd, dame una lección, en clase te sientes sabelotodo, pero aquí no están los maestros —le dijo mientras agitaba una lata de soda vigorosamente. 
Mi cita se levantó indeciso, era evidente que no sabía cómo reaccionar. El sujeto quitó el dedo con que sostenía la abertura de la lata y la soda salió disparada hacia nuestra mesa, al mismo tiempo que caminaba de espaldas alejándose de nosotros, aunque se veía que no era por temor si no para disfrutar del espectáculo. Leo quedó mojado de la camisa de enfrente, a mí sólo unas gotas cayeron sobre mi cabello. La sonrisa del sujeto se volvió más cínica, le lanzó una mirada de desafío que esperaba no iba a responder, sólo miraba la reacción de Leo. Al llegar a la barra chocó con un joven que le daba la espalda el resto de la soda cayó sobre la chaqueta de éste. Su reacción fue inmediata, lo empujó enardecido y cuando volteó, pude verlo. Era Travis. 
—¿Qué te pasa imbécil? Me mojaste —le reclamó con una mirada fulminante. 
El semblante del chico cambió de inmediato, sus ojos se volvieron asustadizos al ver la amenaza latente. 
—Discúlpame, fue un accidente —le dijo el joven. 
—Lárgate —le ordenó Travis mientras lo sujetaba por el cuello de la camisa. 
Sus amigos no fueron mucho más valientes, se pusieron detrás de él sin intervenir, en cuanto Travis lo soltó, ellos lo sacaron de ahí de inmediato, tan rápido que se olvidaron de nosotros. 
Travis se quedó en la barra un momento tratando de secar su chaqueta con una servilleta. Se percató del silencio incómodo que inundó todo el lugar, se escuchaban murmullos, incluso el dueño se quedó paralizado. Travis miró alrededor y salió de ahí con el puño cerrado y la quijada endurecida. 
Mi cita se disculpó como sólo él sabía hacerlo, se fue al sanitario para tratar de secarse un poco. Al dejarme sola, yo aproveché para salir con la intención de evitar las miradas que habían dejado de ser discretas de toda la gente dentro del lugar. Ya en las afueras vi a Travis cuando estaba a punto de abordar su camioneta. 
—¿Travis?  
—¿Sí? —intentaba reconocerme. 
—Soy Deka, soy nueva aquí, llegué hace unas semanas. 
—¿Y? —me dijo desinteresado, apenas volteaba a verme. 
—Sólo quería decirte gracias por lo que hiciste adentro, me evitaste una situación incómoda. 
—Mojaron mi chaqueta, es demasiado cara —me señaló la mancha con presunción. 
—¡Cómo digas! También quería decirte que eres todo un cretino por casi atropellarme el otro día. 
—No lo recuerdo —me contestó con indiferencia. 
—¿No lo recuerdas? 
—Bien, no me interesa. 
—¿Te la pasas atropellando gente? 
—¿Ya terminaste? 
No supe qué responder, no esperaba esa reacción tan cínica de su parte. Subió a su vehículo y encendió el motor, era obvio que no quería continuar la conversación. 
—No deberías salir con cobardes —me aconsejó algo burlón antes de meter la velocidad. 
—Tú no deberías comportarte como un imbécil —le grité enardecida, quería abofetearlo, pero estaba demasiado lejos.  
Le lancé una mirada fulminante que pareció divertirle lejos de enfurecerlo. Mis dientes empezaron a chocar entre sí de coraje. Apagó el vehículo y bajó de nuevo. 
—¿Qué es lo que quieres niña? —lucía fastidiado. 
—No soy una niña —le aclaré—. Y no quiero nada, con razón siempre estás solo con tu actitud que no impresiona a nadie —espeté enfurecida. 
—¿Me has investigado? —parecía disfrutar la situación, como si un cachorro le ladrara enardecido a un perro más grande. 
—Claro que no, es sólo… que la gente habla —le expliqué fingiendo indiferencia por ningún motivo le haría notar el menor interés, sobre todo después de la actitud tan déspota hacia mí. 
—No soy tema común entre la gente de aquí, es más, tratan de no pensar en mí, evitan estar cerca de mí, incluso evitan mi mirada. 
—¿Por qué? ¿Quién eres? ¿Un ex convicto o algo así? —lo desafié. 
—Sólo soy diferente, esta gente no acepta nada que no conoce. 
—Supongo que te hace sentir muy solo. 
—En absoluto, no me interesa la gente, es una pérdida de tiempo. Te acostumbras a la soledad, si pudiera, viviría en una isla desierta —me enfatizó con voz dura—. ¿Tú no me temes?  
—No tengo por qué, ni siquiera te conozco, ¿Debería? —le contesté algo retadora. 
Me observó de forma meticulosa como si fuera una pieza de arte a la que no le encontrara el sentido de lo que el artista quiso dar a entender. 
—No perteneces aquí. 
—Qué perspicaz, ahora tú me investigas. 
—No es mi estilo —me aclaró con orgullo mientras se peinaba su cabello con la mano. Durante un segundo noté lo sensual de la imagen, pero abandoné el pensamiento al recordar su actitud—. Sube, te llevo a tu casa —me ofreció. 
Miré dentro de la camioneta al conductor que casi nos atropella para reclamarle. 
—¿Qué diablos pasa contigo? —le grité como buena citadina. 
Era un joven con el cabello ligeramente ondulando, un corte de media melena peinado hacia un lado, unas cejas pobladas y una mirada penetrante, sus labios eran carnosos, pero no en exceso, sus facciones finas y dignas de admirar y con una actitud despreocupada e indiferente hacía lo que acababa de suceder. Él no se dignó a verme, me encaminé hacia la ventanilla, pero Jordán me detuvo por el brazo. 
—Cálmate, vámonos, no hagas una locura —me aconsejó Jordán casi como una orden. 
—Suéltame —me resistí. 
—No te conviene tener problemas con él —me advirtió Amanda. 
Ambos me llevaron hasta el otro lado de la acera con la intención de que me olvidara de lo sucedido. 
—Así se arreglan las cosas de dónde vengo, pudo habernos lastimado enserio —les reclamé.  
—Es Travis Marsal, un tipo peligroso —me explicó Amanda. 
—¿Por qué? ¿Qué hace? —mi curiosidad no me detendría. 
—Es muy extraño, yo no entiendo por qué la policía no lo investiga, da la impresión que podría estar involucrado con los asesinatos, es escalofriante —el cuerpo de Amanda se sacudió. 
—¿Qué dices? ¿De qué hablas? —la cuestioné aún furiosa.  
—Sólo no te metas con él. 
—¿Lo dices por el hecho de que te da escalofríos? —cuestioné a Amanda. 
—Es el sujeto más raro del mundo —puse los ojos en blanco, Jordán continuó con su explicación—. Nunca lo he visto hablar con alguien, siempre está solo a excepción de su padre Valentín. Todo el mundo habla de ellos, ya que no trabajan, no se sabe de dónde tienen tanto dinero, son la comidilla del pueblo. 
Todas esas respuestas no me satisfacían, sólo balbuceaban cosas que para mí no tenían sentido, no podían decirme algo más que rumores sobre él. Volteé a verlo de nuevo creyendo que la discusión habría llamado su atención, pero él aceleró y se fue sin prestar atención. 
Al cabo de un rato, llegué a casa de mi abuela y después de despedirme de Amanda y Jordán, introduje la llave en la cerradura, pero ésta no dio vuelta, empecé a tocar la puerta ya que mi abuela había puesto el cerrojo. Después de unos minutos abrió la puerta, lucia algo agitada Ori seguía con ella y también parecía algo nerviosa. Miré de reojo y alcancé a ver que mi abuela tapó con poca discreción una caja de madera en el suelo. 
—¿Se pasaron toda la mañana aquí? ¿Qué estaban haciendo? —las cuestioné. 
—Nada, eché el cerrojo por seguridad, somos dos ancianas solas debemos tomar precauciones —me explicó Mado. 
—Me encontré con Jordán en la escuela —le comenté a la tía Ori tratando de no darle importancia a lo que acababa de pasar. 
—Me alegra, podrían ser amigos. Es un buen muchacho, aunque últimamente no me visita seguido —se quejó Ori. 
—Trataré de hablar con él —le ofrecí sin comprometerme a nada. 
—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó mi abuela. 
—Tranquilo, lo único inusual fue la policía, estuvo en la escuela toda la mañana. 
—Espero que ahora sí se pongan a trabajar —dijo Ori—. Bien, yo me voy tengo pendientes. 
Dicho esto, se despidió de nosotras con un beso y tomó su bolso que se veía bastante cargado y salió de la casa. La abuela sirvió de comer y nos sentamos a la mesa. 
—Me alegra que estés haciendo un esfuerzo por adaptarte, entiendo que no es fácil para ti y te lo agradezco —me dijo mi abuela en un tono cordial. 
—No te preocupes por mí, estaré bien —le contesté mientras tomaba un vaso de agua—. Hay algunas personas interesantes. 
—¿Algún muchacho llamó tu atención? —me preguntó emocionada. 
—Nadie en particular, aunque… 
—¿Qué? 
—No, nada… es una tontería. 
—Aun así, me gustaría escucharlo. 
Le conté sobre el incidente con Travis Marsal y cómo mis nuevos amigos me habían persuadido de reclamarle. 
—Fue lo más prudente. Eres demasiado impulsiva Deka y aunque hay pocas cosas que te causan temor. No busques problemas, esa clase de gente no es… como los demás. 
—¿A qué te refieres? 
—No es importante, sólo ignóralo sí es necesario, como toda la gente lo hace. 
—No entiendo por qué tanto misterio, sólo es un tipo grosero, ¿Le tienes miedo Mado?  
—Por supuesto que no, sólo soy prudente, es todo.  
—Bien, lo dejaré así —le prometí. 
Mi abuela soltó un suspiro de alivio, terminamos de comer, le ayudé a levantar la mesa y me dirigí a mi alcoba, tenía mucha tarea y quería ponerme al día, puesto que el año escolar estaba algo avanzado. Me costó un poco de trabajo concentrarme, la imagen de Travis venía hacia mí de forma constante, su postura en el auto, con una mano al volante y otra en la ventanilla, una actitud déspota y arrogante… estando en control como si no temiera morir. No lograba saciar mi curiosidad, algo me tenía intrigada o pudiera ser que sólo me había dejado frustrada al irse de esa manera, nunca me ha gustado dejarme de nadie y el quedarme de brazos cruzados me provocaba un malestar interno. Nadie me decía nada de él, tal vez no había nada que contar, pero todo ese misterio me parecía muy extraño. Por otro lado, si era una persona tan poco sociable era poco probable que lo volviera a ver. Tomé la decisión de no perder más mi tiempo con el tema, por lo menos no permitiría que me distrajera de lo importante, con esa idea terminé lo que estaba haciendo y me fui a dormir.  

*** 

Los días pasaron sin ninguna novedad, las investigaciones de la policía no daban ningún fruto y su presencia en la escuela fue disminuyendo. En los descansos aprovechaba para conversar con Jordán y Amanda, así pude enterarme de que Amanda salió en una ocasión con Aarón…entendí su comentario despectivo hacia él; hijo del alcalde Maurice Silver, se sentía intocable y trataba a las personas muy por debajo de él, todo lo contrario de su padre un señor amable y preocupado por la comunidad, la gente lo quería y lo respetaba junto con su esposa: sin duda Aarón no seguía el ejemplo de sus padres. Caminábamos a casa todos los días, aprovechaba el camino para hablar de mis aventuras con Megan. 
Les contaba experiencias como cuando a Megan se le ocurrió quedarnos de noche en el Museo de Historia para hacer una pijamada o eso me dijo, aun cuando su verdadera intención fue que toda la noche estuviéramos observando cuadros y pinturas, leyendo historias y datos más a profundidad. Durante toda la noche me sentí aterrada de que la policía nos descubriera, pero nos divertimos de lo lindo y pasamos desapercibidas. Megan siempre se sintió atraída por la historia de una forma extraña, le fascinaba contarme historias donde ella tomaba el lugar de un personaje memorable y relataba que era lo que hubiera hecho en su lugar. Debo admitir que me dejé contagiar por su entusiasmo en algunas ocasiones. También les relaté de las tantas veces que no teníamos nada que hacer y nos dejábamos llevar por la música que se escuchaba a lo lejos, hasta que encontrábamos de dónde provenía, por lo regular era alguna fiesta, llegábamos sin invitación y sin conocer a nadie, en esos lugares te encontrabas a tanta gente interesante; personas que habían viajado por el mundo; que tenían una filosofía o una vida fuera de lo común, que conocía otras culturas, era… fascinante.  
Ellos me escuchaban maravillados, aunque a veces parecían no entender del todo, pero para mí era una forma de desahogarme sobre cuánto extrañaba mi vida anterior.  
En la clase de matemáticas había un chico que no me quitaba la mirada de encima al grado que me hacía sentir incomoda, no hablaba conmigo, sólo me observaba. Un viernes por la tarde saliendo de la clase me acerqué a él de forma intimidante o al menos eso creí. 
—¿Tienes algún problema? —traté de sonar amable. 
Él no supo qué contestar. 
—Yo… no… no quiero ser grosero, es sólo que… 
—¿Sí? 
—¿Te…te… gustaría… sa…lir? No sé… algún día —tartamudeaba.  
—Claro —la pregunta me tomó desprevenida y acepté sin pensar, era tarde para retractarme. 
Se presentó conmigo y su nerviosismo era evidente, pero después de aceptar su invitación, se mostró un poco más confiado, nos pusimos de acuerdo y me retiré pensando si había hecho lo correcto. 
—¿Conocen a Leo Cosío? —les pregunté al reunirme con mis amigos. 
—¿Leo? Claro ¿Por qué? —me dijo Amanda algo sorprendida. 
—Me invitó a salir —les conté algo sonrojada. 
—Vaya ¿Y qué le dijiste? —quiso saber Jordán. 
—Acepté ¿Creen que hice mal? Es algo raro —mencioné con la intención que me disuadieran de la decisión. 
—Es lindo y muy inteligente, dicen que se graduará con honores, es un buen partido —me animó Amanda. 
—Bueno, no lo conozco, pero no tengo otra cosa que hacer, ¿Irían conmigo? Podría ser una cita doble —les sugerí algo desesperada. 
—No somos pareja —me contestaron al unísono. 
—Ve, diviértete, conócelo y si no te gusta, pues no vuelvas a salir, tú eres la que se queja que no hay nada que hacer —me recordó Jordán. 
—Bien —dije resignada. 
La tarde pasó muy rápido, tal vez porque no quería que llegara la hora de que Leo pasara por mí, en realidad no me atraía y no sabía si teníamos algo en común, estuve tentada a cancelar, pero después de contarle a mi abuela quien se emocionó de más, decidí darle una oportunidad. Así que resignada me arreglé de manera conservadora y esperé ansiosa a que terminara la noche. Cerca de las seis de la tarde el timbre sonó. Abrí la puerta y ahí estaba mi cita con una sonrisa tímida, vestía unos jeans negros y una camisa polo gris, su cabello castaño estaba aplastado con demasiado gel, pero su aroma era muy agradable, su rostro era un tanto armonioso, pero no podría robar miradas, era más bien una cara común con unas cejas demasiado pobladas. 
—Hola —lo saludé. 
—Hola ¿Estás lista? —me preguntó sin poder quitar la sonrisa de su cara, parecía demasiado ansioso, eso me puso nerviosa. 
—Sí claro, ¿A dónde vamos? —le pregunté mientras cerraba la puerta tras de mí, no sin antes avisarle a Mado que era hora de irme. 
—Podríamos ir a cenar a la fuente de sodas, hacen unas hamburguesas únicas, tienes que probarlas —me ofreció. 
—De acuerdo, yo no conozco todavía nada así que supongo que estará bien. 
Su auto nos esperaba afuera, él como todo un caballero me abrió la puerta para subir casi de inmediato arrancó el motor, en el camino comenzó a hablar sin parar. 
—No puedo creer que aceptaras salir conmigo, digo muchas chicas no quieren estar cerca de mí y lo entiendo, sólo ven a un nerd que las aburre con sus historias y datos, pero espero que me des la oportunidad, sabes, no soy mala persona, sólo pienso en mi carrera en lugar de prestarle atención a las cosas banales como la ropa o la música. Algún día seré el alcalde y todos tendrán que tratarme con respeto.  
—¿Te tratan mal?  
—Más bien soy invisible para la mayoría, las chicas no voltean a verme y los chicos se burlan de mí, pero ya lo dije, un día todo va a cambiar. Te estuve observando toda la semana y me pareció que eres una persona interesante yo espero no decepcionarte, pero discúlpame si hablo demasiado es sólo que estoy algo nervioso y tengo que hablar rápido para no empezar a tartamudear. 
—No hay problema —le dije para tranquilizarlo, aunque su desesperación era algo fuera de este mundo.  
Siguió hablando de sus inseguridades durante todo el camino, llegó un momento en que sí me desesperó, ¿Quién querría escuchar todas esas quejas? Me daban ganas de gritarle y regañarlo para decirle que ninguna mujer quiere escuchar esa clase de cosas, que por eso las muchachas no le hacían caso, que era una tonta al aceptar su invitación, pero las palabras se quedaron en mi boca, estaba acostumbrada a llevar la conversación y esto me frustraba demasiado. Tal vez tendré un dolor de estómago más tarde para que me devuelva a mi casa lo antes posible, esos pensamientos me entretuvieron el resto del trayecto ya que había dejado de escuchar su voz desde un rato atrás. 
Entramos a la fuente de sodas, el lugar estaba lleno de jóvenes que conversaban amenamente, algunas parejas mostraban su afecto sin importar que estuvieran en público. Entramos desapercibidos, en la barra un hombre en extremo alto y obeso con su delantal negro nos dio la bienvenida, conocía a Leo ya que lo saludó de forma amigable y le señaló una mesa pegada a la pared con sillas inmovibles y a los pocos segundos llegó a tomar la orden. Yo pedí la hamburguesa que tanto me promocionó Leo y una soda de cola. Mi cita continuó hablando mientras yo esperaba ansiosa la comida, quizás con algo en su boca, el monólogo terminaría. 
Mientras esperábamos la orden entraron a la cafetería tres muchachos de aspecto rudo con chaquetas de mezclilla y cadenas colgadas en sus pantalones, se acercaron a la barra a ordenar, entre empujones de camaradería uno de ellos volteó hacia nuestra mesa y se acercó con una sonrisa burlona. 
—Nunca te había visto con una mujer, ¿Acaso la contrataste? —se mofó de forma descarada. 
Por primera vez en toda la noche Leo se quedó mudo, yo esperaba por lo menos que intentara defenderme, pero se paralizó. Una rabia me invadió, así que me giré, el tipo tenía una cara hosca con su nariz ancha y sus ojos demasiado grandes. Discretamente metí la mano en mi bolsa para sentir el gas pimenta que solía llevar a todos lados. 
—¿Qué te pasa imbécil? ¿Te crees mucho porque vienes con tus amigos? Ve a molestar a otra parte —le demandé fúrica. 
Me aferré con fuerza el gas pimienta mientras esperaba su reacción, pero en vez de eso ignoró mi comentario. 
—Ahora te defienden las mujeres. Vamos nerd, dame una lección, en clase te sientes sabelotodo, pero aquí no están los maestros —le dijo mientras agitaba una lata de soda vigorosamente. 
Mi cita se levantó indeciso, era evidente que no sabía cómo reaccionar. El sujeto quitó el dedo con que sostenía la abertura de la lata y la soda salió disparada hacia nuestra mesa, al mismo tiempo que caminaba de espaldas alejándose de nosotros, aunque se veía que no era por temor si no para disfrutar del espectáculo. Leo quedó mojado de la camisa de enfrente, a mí sólo unas gotas cayeron sobre mi cabello. La sonrisa del sujeto se volvió más cínica, le lanzó una mirada de desafío que esperaba no iba a responder, sólo miraba la reacción de Leo. Al llegar a la barra chocó con un joven que le daba la espalda el resto de la soda cayó sobre la chaqueta de éste. Su reacción fue inmediata, lo empujó enardecido y cuando volteó, pude verlo. Era Travis. 
—¿Qué te pasa imbécil? Me mojaste —le reclamó con una mirada fulminante. 
El semblante del chico cambió de inmediato, sus ojos se volvieron asustadizos al ver la amenaza latente. 
—Discúlpame, fue un accidente —le dijo el joven. 
—Lárgate —le ordenó Travis mientras lo sujetaba por el cuello de la camisa. 
Sus amigos no fueron mucho más valientes, se pusieron detrás de él sin intervenir, en cuanto Travis lo soltó, ellos lo sacaron de ahí de inmediato, tan rápido que se olvidaron de nosotros. 
Travis se quedó en la barra un momento tratando de secar su chaqueta con una servilleta. Se percató del silencio incómodo que inundó todo el lugar, se escuchaban murmullos, incluso el dueño se quedó paralizado. Travis miró alrededor y salió de ahí con el puño cerrado y la quijada endurecida. 
Mi cita se disculpó como sólo él sabía hacerlo, se fue al sanitario para tratar de secarse un poco. Al dejarme sola, yo aproveché para salir con la intención de evitar las miradas que habían dejado de ser discretas de toda la gente dentro del lugar. Ya en las afueras vi a Travis cuando estaba a punto de abordar su camioneta. 
—¿Travis?  
—¿Sí? —intentaba reconocerme. 
—Soy Deka, soy nueva aquí, llegué hace unas semanas. 
—¿Y? —me dijo desinteresado, apenas volteaba a verme. 
—Sólo quería decirte gracias por lo que hiciste adentro, me evitaste una situación incómoda. 
—Mojaron mi chaqueta, es demasiado cara —me señaló la mancha con presunción. 
—¡Cómo digas! También quería decirte que eres todo un cretino por casi atropellarme el otro día. 
—No lo recuerdo —me contestó con indiferencia. 
—¿No lo recuerdas? 
—Bien, no me interesa. 
—¿Te la pasas atropellando gente? 
—¿Ya terminaste? 
No supe qué responder, no esperaba esa reacción tan cínica de su parte. Subió a su vehículo y encendió el motor, era obvio que no quería continuar la conversación. 
—No deberías salir con cobardes —me aconsejó algo burlón antes de meter la velocidad. 
—Tú no deberías comportarte como un imbécil —le grité enardecida, quería abofetearlo, pero estaba demasiado lejos.  
Le lancé una mirada fulminante que pareció divertirle lejos de enfurecerlo. Mis dientes empezaron a chocar entre sí de coraje. Apagó el vehículo y bajó de nuevo. 
—¿Qué es lo que quieres niña? —lucía fastidiado. 
—No soy una niña —le aclaré—. Y no quiero nada, con razón siempre estás solo con tu actitud que no impresiona a nadie —espeté enfurecida. 
—¿Me has investigado? —parecía disfrutar la situación, como si un cachorro le ladrara enardecido a un perro más grande. 
—Claro que no, es sólo… que la gente habla —le expliqué fingiendo indiferencia por ningún motivo le haría notar el menor interés, sobre todo después de la actitud tan déspota hacia mí. 
—No soy tema común entre la gente de aquí, es más, tratan de no pensar en mí, evitan estar cerca de mí, incluso evitan mi mirada. 
—¿Por qué? ¿Quién eres? ¿Un ex convicto o algo así? —lo desafié. 
—Sólo soy diferente, esta gente no acepta nada que no conoce. 
—Supongo que te hace sentir muy solo. 
—En absoluto, no me interesa la gente, es una pérdida de tiempo. Te acostumbras a la soledad, si pudiera, viviría en una isla desierta —me enfatizó con voz dura—. ¿Tú no me temes?  
—No tengo por qué, ni siquiera te conozco, ¿Debería? —le contesté algo retadora. 
Me observó de forma meticulosa como si fuera una pieza de arte a la que no le encontrara el sentido de lo que el artista quiso dar a entender. 
—No perteneces aquí. 
—Qué perspicaz, ahora tú me investigas. 
—No es mi estilo —me aclaró con orgullo mientras se peinaba su cabello con la mano. Durante un segundo noté lo sensual de la imagen, pero abandoné el pensamiento al recordar su actitud—. Sube, te llevo a tu casa —me ofreció. 
 




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