Esperaba mi respuesta mirándome fijamente y no pude evitar devolver la mirada. Dudé en subir a la camioneta de un desconocido, me hice consciente del peligro, recordé a mi cita esperando adentro, quizá podría dejarlo y disculparme en la escuela. Los segundos continuaban mientras ninguno decía una palabra, por primera vez desde que dejé la ciudad sentí el rush de la adrenalina. Era claro que no tenía ningún interés en mí, pero yo no podía desaprovechar la oportunidad para averiguar cuál era ese misterio que lo envolvía.
Subí al asiento del copiloto, de inmediato arrancó el vehículo y emprendimos el viaje, le iba diciendo qué rumbo tomar hacia mi casa.
—¿A qué te referías con que no pertenezco aquí? —aproveché la oportunidad de preguntarle mientras me ponía el cinturón de seguridad.
—¿Me equivoco? Digamos que mis sentidos están más despiertos a diferencia de los demás.
—¡Sí te crees muy especial! —le hice notar esperando que me explicará bien su identidad.
Él asintió con la cabeza con una falsa modestia, como si hubiera descubierto su gran secreto y no fuera importante. Durante el trayecto le conté de mi corta vida y el por qué estaba yo aquí, aunque él no me preguntará y no mostrará ningún tipo de interés. Ni siquiera se molestaba en fingirlo por cortesía. Después de unos minutos llegamos a las afueras de mi casa.
—¿Vives aquí?
—Sí ¿Por qué?
—¿Qué es de ti la vieja Eloísa?
—No está vieja, es grande y es mi abuela —le contesté indignada.
—Interesante —fue lo último que dijo mientras me abría la puerta desde su asiento invitándome a salir de su camioneta.
Me pareció algo grosero de su parte, pero no quería iniciar otra discusión así que bajé sin más, le agradecí de forma seca y entré en mi domicilio. Él no se mostró ofendido, arrancó su vehículo y se perdió en la noche.
***
Esa noche no podía conciliar el sueño la imagen de Travis estaba en mi mente recordaba sus movimientos viriles y la breve charla que sostuvimos. Me preguntaba cómo alguien podía ser tan cretino. La noche estaba muy avanzada, me dio sed y decidí bajar a tomar un vaso con agua, cuando salí al pasillo me percaté de una luz color oro proveniente del piso de abajo y corrí hacia ella. Mi primera impresión fue que la casa estaba en llamas, aunque no percibía ningún olor a humo, al ir acercándome la luz se iba alejando de mí, bajé las escaleras y me di cuenta que no había nada extraño, todo lucía con normalidad, a excepción de Mado que se encontraba sentada en el suelo en posición de loto con los ojos cerrados.
—¿Qué haces aquí tan tarde Mado?
Mi abuela abrió los ojos sorprendida de mi intervención y se levantó de forma abrupta.
—No te has dormido —fue lo primero que me dijo.
—No puedo dormir, pero ¿Qué hacías?
—Intentaba meditar, es todo.
—¿Desde cuándo meditas?
—Siempre lo he hecho, sólo que nunca prestaste atención —me recriminó como si la estuviera juzgando por algo.
—No es verdad —insistí.
—A la cama, ya es tarde.
Mado ya no quiso hablar al respecto, subimos a las alcobas y cada una se fue a dormir, al menos yo lo intenté un rato hasta que mi mente por fin me dejó descansar.
***
No tuve noticias de Travis en los días siguientes, en la escuela poco a poco fui conociendo a más jóvenes que saludaba de forma casual, pero la mayoría del tiempo lo pasaba con Amanda y Jordán. Me había disculpado con Leo, pero él no lo tomó muy bien y no volvió a dirigirme la palabra. Era una sensación desagradable, no porqué me interesara, sino porque no me gusta ser rechazada por nadie. Mi nueva vida estaba tomando una rutina poco interesante pero estable, tal vez eso necesitaba por el momento.
Para salir de la monotonía me animé a ir a la feria del pueblo que tanto me habían promocionado mis amigos, Mado se ofreció a llevarme y recogerme más tarde. La plaza estaba llena así que mi abuela no pudo estacionarse, me dejó a las orillas y comencé a caminar en dirección al quiosco donde me encontraría con Jordán y Amanda. El lugar estaba lleno de gente con stands de feria por todos lados, juegos mecánicos con las luces de colores encendidas, el olor a comida inundaba el lugar gracias a la brisa fresca del anochecer. Familias enteras paseaban en el lugar disfrutando de una noche poco usual, era la primera vez que veía el pueblo más colorido y lleno de vida, incluso feliz.
Pasaron unos minutos y mis amigos no llegaban, así que empecé a merodear el lugar para hacer tiempo. Compré un algodón de azúcar y lo disfruté como cuando tenía cinco años. Llegué a un stand donde tenía que encestar en una canasta para ganar un premio, así que decidí divertirme sola, acerté tres de cinco, por lo tanto no fue mi mejor puntuación, pero el chico del juego me coqueteaba un poco y me regaló un pequeño oso de peluche como premio de consolación.
Comencé a buscar otro entretenimiento cuando noté a Travis jugando a los dardos, su mano firme y su tino era certero, todos los dardos daban justo en el centro. Compré un turno para mí, esperé a que él terminara y me acerqué con determinación, tomé mis piezas y lancé una por una, sin lograr llegar al tablero sólo el último tiro acertó a la zona simple, yo salté de júbilo como si hubiera sido un gran logro después de terminar Travis volvió a tirar, todos dieron en el centro.
—¿Cómo es que nunca fallas? —le pregunté para hacer conversación.
—Soy excelente cazador.
—¿Eres cazador?
—Tal vez, si me interesa la presa.
Su comentario me pareció escalofriante y a la vez excitante.
—No creí encontrarte en este tipo de eventos.
—Estoy aburrido.
—¿Puedo? —le dije para que se apartara, era mi turno de nuevo.
—Es una suerte que tu vida no dependa de tu puntería.
—Soy principiante —me defendí.
—Es obvio, sólo desperdicias los dardos.
—Muéstrame ¿Cómo se hace entonces? —lo reté.
No muy convencido se puso detrás de mí, me dio la impresión que fue para demostrarme lo bueno que era y no por ser mi mentor. Tomó mi brazo con su mano y la alzó hasta la altura de mi rostro.
—Sostenlo firme, no dudes —me indicó—. Respira hondo —me decía mientras balanceaba mi mano. Podía sentir su cuerpo, su aliento en mi cuello, pero el desafío me mantuvo concentrada—. Ahora lánzala —me ordenó al mismo tiempo que soltaba mi mano.
El dardo salió disparado y se insertó justo en la zona sencilla, para mí fue un logro atinar al primer intento, pero Travis no parecía satisfecho.
—Mira tu zona, obsérvala —se puso detrás de mí una vez más ya con una voz enérgica.
Él movió mi cabello hacia un lado para darle mejor visibilidad, el sentir sus manos sobre mi nuca, me estremeció por completo.
—No te distraigas —me regañó al verme algo perturbada.
Lancé de nuevo el dardo esta vez con más fuerza y por fin logré dar en el blanco, yo me emocioné aún más, pero él se quedó impávido ante mi proeza.
—Eres buen maestro —intenté adularlo.
—Eres persistente.
El señor del stand dijo que esperamos un momento por los regalos que obviamente había ganado Travis, nos hicimos hacia un lado para dejar jugar a la gente.
—¿Quieres intentar otro juego? —lo invité.
—Demo irme.
—¿No acabas de llegar? —le pregunté con la suposición de que la feria acababa de abrir, no porqué lo estuviera espiando.
—¿Por qué insistes? ¿Qué es lo que quieres de mí? —me preguntó mientras me acorralaba sobre pared del stand, poniendo un brazo sobre ella, impidiéndome salir de ahí.
Era alto y pude notar en su movimiento lo musculoso de sus bíceps, podía percibir su loción, un aroma tan masculino. Tomó mi barbilla con sus dedos parecía que sus labios se acercarían a los míos, pero se limitó a mirarme, una sonrisa burlona se iluminó en su rostro, parecía que sólo deseaba ver mi reacción.
—Sólo quería ser amable, pero eres imposible —de inmediato me alejé y recobré la compostura.
—¿Eres amable con todos?
—Así soy de encantadora —le respondí mientras me alejaba.
—Eres muy presuntuosa.
—Como digas, me reuniré con unos amigos así que… hasta luego.
Di media vuelta y regresé sin pensarlo.
—Travis —le grité antes de que se fuera.
—Sí.
—Mañana tengo que salir a la ciudad, había planeado ir en autobús, pero… tú tienes camioneta ¿Podrías llevarme? —me apresuré a decir sin pensarlo. No quería terminar la conversación.
—¿Necesitas un chofer?
—No exactamente, pero podría ser divertido, te mostraría la ciudad y será algo rápido, regresaríamos mañana mismo.
—Creo que paso.
—Y te deberé un favor, no sabes cuándo lo puedas necesitar —le ofrecí.
—Lo pensaré —me contestó sorprendido y se echó a andar.
—Salimos a las seis de la mañana —le grité antes de que se fuera.
Retomé mi camino hacia el quiosco con la intención de buscar a mis amigos, en el trayecto me los encontré.
—¿Dónde estabas? Creí que ya no vendrías —me dijo Jordán.
—Los estaba buscando —les mentí.
—Vamos a subirnos a los juegos —me tomó Amanda por la mano para irme con ella.
El resto de la noche la pasé con ellos, subimos a un par de juegos mecánicos, aunque eran muy pocos, la mayoría estaban diseñados para niños pequeños, entre comida chatarra y conversaciones me entretuve por algunas horas hasta que llegó Mado a recogerme, se ofreció a llevar a mis amigos a casa y al terminar nos dirigimos a nuestro hogar. En el camino iba pensando si Travis aceptaría mi oferta, no me dio una respuesta determinante, en todo caso yo viajaría mañana con o sin él.
Mado al principio se había resistido a dejarme ir sola, pero sabía el significado de esa visita, ella no solía ser aprensiva para conmigo, aun cuando siempre me había cuidado como sólo una madre sabe hacerlo. Me daba ciertas libertades, además el hecho de que le prometí que Megan me recibiría y pasaría el día conmigo, eso la hizo desistir de acompañarme. Yo aún conservaba la idea de que Travis me acompañaría y si no fuera así podría hablarle a Megan y ejecutar mi plan B.
El sol no había salido cuando ya estaba lista para irme. Mado dormía plácidamente y no quise despertarla, de todas formas estaba al tanto de la situación y sabía que debía irme muy temprano. Dieron las seis y no había luces de Travis, me negaba a continuar esperando, sin embargo, aún no deseaba irme. Me debatí por un momento hasta que mi ego resignado decidió llamar a un taxi. Tomé mi bolsa un poco más cargada de lo normal y salí decidida. Estaba a punto de abordar el automóvil cuando escuché un claxon, era la camioneta de Travis, me disculpé con el señor y le pagué parte del viaje para que no se molestara. Subí a la camioneta emocionada, ya que se había presentado, pero más que nada porqué sería un trayecto más cómodo.
—Llegas tarde —le reclamé con una sonrisa.
—Espero que valga la pena —comentó y arrancó el motor.
Nos mantuvimos en silencio hasta que Travis tomó la carretera y salimos del pueblo, yo estaba un poco cansada ya que la noche anterior me acosté muy tarde, pero no quería que fuera un viaje aburrido. Travis no mostraba un semblante que incitara alguna conversación.
—¿A dónde vamos? —dijo al fin.
—Hudson, toma la siguiente salida —le indiqué.
Así lo hizo, su semblante parecía algo arrepentido de acceder a llevarme, no estaba segura de por qué aceptó.
—¿Cuál es el motivo del viaje?
—Cuando lleguemos te lo diré —le enfaticé.
—No me gustan las sorpresas.
—¿Has estado en Hudson?
—Nunca he salido.
—¿Por qué? ¿No te aburres al estar en un mismo sitio toda tu vida?
—A donde haya personas, trato de evitarlas
— Pasarías desapercibido en cualquier otro sitio, créeme.
—Si tú lo dices.
Durante el trayecto le narraba sobre usos y costumbres citadinas, sobre el bullicio de la ciudad, algunas personas interesantes que conocí en mi corta vida, le platiqué sobre Megan, pero él no parecía ponerme demasiada atención, no conocía nada de mi mundo y aun así no mostraba el menor interés por lo desconocido para él.
Al entrar en la ciudad, me emocioné demasiado, recuerdos y añoranzas vinieron a mi mente, bajé la ventanilla del auto, de una forma extraña el olor propio de ahí me causaba nostalgia.
—Hay un olor nauseabundo por todos lados, ¿Cómo es que te gustaba vivir aquí? —se quejó Travis.
—Es… la ciudad —atiné a decir.
Le di indicaciones hacia donde debía dirigirse, un par de minutos después estacionó la camioneta frente a un edificio con ventanales elegantes, bajamos y yo me dirigí a la parte de enfrente: el cementerio donde yacían mis padres.
—¿Venimos hasta acá para ver un cementerio? —me dijo algo sorprendido.
No le presté atención e ingresé al lugar, atravesé la oxidada reja y comencé a caminar entre los cientos de tumbas, algunas descuidadas, otras más elegantes, no había gente alrededor. Travis me siguió y me paré junto a dos lápidas que estaban juntas con una inscripción que decía “Adriel, padre amoroso Q.E.P.D” y en la contigua “Deva madre devota Q.E.P.D.” Comencé a orar en silencio, pidiendo por el descanso de sus almas.
—Son mis padres, hoy es el aniversario de su muerte, hace once años. Vengo cada año y ahora a pesar de estar más lejos de ellos, no quise romper la tradición —le expliqué.
—Es… tierno, supongo —atinó a decir.
—¿Nunca has perdido a alguien?
—Mi madre murió cuando yo nací.
—¿Eso debió ser muy triste?
—No —su respuesta era tan sincera que me estremeció—. No la conocí.
—Debes extrañarla.
—En lo absoluto ¿Tú… los extrañas?
—Por supuesto que sí, es… como sentirse incompleto.
Travis me miró un momento de arriba abajo.
—Yo… te veo entera.
—No… es… de forma interna.
Me miraba tan extrañado como si le estuviera hablando en un idioma diferente.
—No sé qué quieres que te diga, no lo entiendo.
—Olvídalo, voy a comprarles flores.
Me dirigí a la salida de nuevo para comprar dos ramos de rosas rojas como todos los años. Travis me alcanzó y me sugirió que comprara dos arreglos más grandes, no era parte de mi presupuesto, pero él se ofreció a pagarlos se limitó a decir que era importante para mí. Él no parecía entender por qué lo hacía, a pesar de mis intentos por explicarle que era algo simbólico, para Travis estaban muertos y no disfrutarían del obsequio. Terminamos de colocar el arreglo y salimos de ahí.
—¿Quieres hacer algo? Es temprano.
—Tú dime.
—Hay una playa cerca de aquí, ¿Quieres ir? No conoces la playa —deduje al ver su expresión.
—No es algo que llame mi atención.
—Te encantará, vamos —le dije casi como una orden.
Subimos de nuevo a la camioneta y le di nuevas indicaciones hasta que llegamos a la playa. Yo bajé, me quité los zapatos y comencé a andar sobre la arena, se sentía tan suave, empecé a danzar sobre ella me sentía totalmente feliz. Hacía mucho que no venía a este lugar. Travis bajó poco después miraba el mar, su rostro no mostraba ninguna emoción, yo estaba segura de que al ver el tan inmenso océano despertaría algo en él. El ver como rompen las olas te hace sentir el poder de la naturaleza en todo su esplendor. No podía creer que él no se sintiera de alguna manera conmovido con tan majestuoso paisaje.
—¿Quieres entrar al mar?
—Ve tú si quieres.
No iba a arruinar el momento sólo por él, entre en la orilla para mojarme los pies y dejé que las olas rompieran en mí, estuve así por un rato, después me senté en la orilla contemplando el océano y dejando que el sol acariciara mi rostro. Travis se mantuvo junto a la camioneta todo el tiempo hasta que decidí volver con él. Subimos de nuevo y emprendimos el viaje de regreso.
—Parece que te divertiste.
—Habría sido mejor si te hubieras unido —le reclamé.
—No es mi estilo. Es interesante, pero no es algo que yo haría.
—¿Qué es exactamente lo que haces? Para divertirte.
—Cosas.
—Nunca había conocido a alguien tan exasperante —se lo dije casi como un insulto.
—Pienso igual —respondió con una sonrisa torcida.
Regresamos temprano, la tarde estaba justo en su apogeo, me dejó en mi casa y se fue sin decir más. Me quedé con la sensación de que nuestra cita había sido todo un fiasco, era desesperante estar cerca de él, tomé la decisión de no volverlo a buscar, sin importar qué tanto deseara lo contrario.
Entré en la casa, Mado no se encontraba, supuse que estaba con la tía Ori como era costumbre, además del hecho que ella esperaba mi regreso más tarde, entré a su alcoba pensando que tal vez estuviera dormida, pero no vi nada. Antes de salir de su recamara noté un brillo debajo de su cama, me asomé curiosa y la luz había desaparecido, metí la mano bajo la cama y para mi sorpresa encontré una bola de cristal, era un domo con base negra parecido a los recuerdos que venden en navidad, pero no contenía nada en su interior, la tomé por la parte de abajo y me pregunté qué hacia mi abuela con ese objeto en particular. Toqué el cristal con la mano, en ese momento se iluminó por dentro, escuché una voz, aunque no entendía nada de lo que decía. Me asusté y aventé la bola hacia la cama, de inmediato volvió a su estado original. Salí de ahí corriendo, pensé en salir en busca de Mado, pero creí que sería mejor esperarla, deseando que no tardara mucho en volver.