Connatural

Sexto capítulo

Un lobo grande de color negro, se apareció detrás de la chica, soltó un gruñido estremecedor y dejó ver sus aterradores colmillos, la muchacha volteó a verlo aterrada y se echó a correr hacia el otro lado, pero su torpe andar la hizo caer sobre la tierra. Aarón al verlo se petrificó, empezó a caminar muy lento de espaldas para no perder de vista a su atacante, Travis llegó en ese momento, le soltó un puñetazo a Aarón para dejarlo inconsciente, el chico cayó en el suelo sin poder meter las manos. Travis se enfrentó a la bestia brutalmente cuerpo a cuerpo de forma increíble logró amarrar el hocico del lobo con una soga para contenerlo, de repente una serpiente se unió al ataque e intentaba morder a Travis en el talón. Todo mi miedo se pausó, sin pensarlo bajé de la camioneta y llegué hasta él con la intención de ayudarlo, aunque no estuviera segura de qué hacer, lo único que se me ocurrió fue agarrar una rama gruesa que estaba junto a un gran árbol y empecé a atacar a la serpiente, ella mostró sus filosos colmillos y se irguió hacia mí en señal de ataque. 
Travis, gracias a mi intervención, pudo someter al animal hasta que logró dar un golpe certero con la mano abierta justo donde estaba su corazón, el animal se resistió, pero Travis no cedió, hasta que el animal pareció convulsionarse. Momentos después el lobo se tranquilizó, aunque parecía desconcertado, miró a Travis y se echó andar hacia el interior del bosque, yo miré la escena sólo un segundo, lo suficiente para que la serpiente me alcanzará a morder y clavarme sus colmillos. 
Un dolor intenso se apoderó de todo mi cuerpo, sentía cómo la sangre me hervía por dentro sin yo poder hacer nada, por un momento sentí que era mi fin, empecé a sudar profusamente y perdía el sentido constantemente, caí sobre la hierba. Era como un sueño, veía a Travis enfrentar a mi atacante, a ella no le perdonó la vida, le cortó la cabeza con una daga que saco de su botín, yo nunca la había visto. Ya sin vida la serpiente, él se acercó a mí y escuchaba su voz murmurar palabras que no lograba comprender. Me tomó del tobillo y sentí sus labios succionar mi sangre envenenada, lo hacía repetidamente, succionaba y escupía. Poco a poco el ardor dentro de mí fue cediendo y empecé a recuperar el conocimiento hasta que pude sentarme. 
La escena resultaba caótica, Aarón seguía inconsciente, la chica rubia había desaparecido, me pareció verla huir antes de que yo llegara, la serpiente decapitada a unos metros de mí y Travis con la boca llena de mi sangre hincado junto a mí. 
—¿Te sientes mejor? —me preguntó. 
—Eso creo, todavía estoy algo mareada —le dije para tratar de que se compadeciera de mí por haberlo desobedecido. 
—Eso fue lo más estúpido que he visto, te dije que no bajaras del auto, pudiste morir. 
—Lo siento, quería ayudar, es todo. 
—No necesito tu ayuda, te lo dije —estaba realmente molesto. 
En ese momento Aarón recuperó el conocimiento, volteaba a todas partes como tratando de recordar donde se encontraba, volteó a vernos, observó mi herida en la pierna, la sangre en la boca de Travis, los ojos de Aarón salieron de sus orbitas. 
—Eres tú, el asesino —acusó a gritos a Travis—. Lo sabía. 
—Espera, no es lo que piensas —intenté explicarle, pero estaba fuera de sí. 
—¿Dónde está Sandy?’ ¿La mataste?  
—La chica huyó al pueblo —le dije para intentar tranquilizarlo. 
—¿Lo estás defendiendo? ¡Mira lo que te hizo! ¡Estás loca! —me vociferó, se puso de pie tan rápido como pudo, subió a su auto y arrancó de inmediato.  
—Te dije que era mala idea —exclamó Travis. 
Me llevó en sus brazos hasta la camioneta y condujo directo a mi casa, lo invité a pasar ya que mi abuela no se encontraba, él al principio no quería, pero le insistí hasta que accedió. Necesitábamos planear que le diríamos a la policía, seguramente Aarón lo delataría con todos y eso sería un problema. 
Entramos y fue directo al sanitario para enjuagarse la boca, saqué el botiquín de primeros auxilios para limpiarle las heridas, no eran muy profundas, pero igual necesitaba atención, me lavó la herida con cuidado y ya que estuvimos lo más atendidos posible, tomamos asiento en el comedor de la cocina. 
—¿Qué crees que haga Aarón? —le pregunté. 
—Eres tan ingenua, claro que les dirá a todos lo que creé que sucedió —me aseguró. 
—Tal vez pudiéramos hablar con él y explicarle —le sugerí. 
—Eso solucionaría todo —expresó con sarcasmo. 
Se paró de pronto y se dirigió de nuevo al baño para enjuagarse, la sensación de mi sangre todavía seguía presente, lo seguí y toqué con suavidad la puerta que dejó entreabierta. 
—¿Te encuentras bien? —le pregunté al verlo algo desconcertado. 
—Sí, no es nada —me dijo mientras se recargaba en el lavabo con sus dos brazos, comenzó a echarse agua en su rostro desesperadamente. 
—Siéntate —lo invité—. Vamos a la sala, estarás más cómodo. 
Su rostro reflejó consternación, como si algo por dentro lo estuviera atacando, las orbitas de sus ojos se descontrolaron por completo, se rasgaba el pecho con la mano derecha como queriéndose arrancar el corazón, yo no entendía que estaba pasando en el tiempo que llevaba de conocerlo nunca había mostrado emoción alguna. Lo llevé hacia la sala ya que parecía no escucharme, lo senté y le indiqué que respirara profundo para tratar de tranquilizarlo. Pude notar una lágrima saliendo de sus ojos. Él se la limpió con la yema de los dedos y se quedó viendo sus manos. 
—¿Qué me está pasando? ¿Qué es esto? —dijo con desesperación. 
—No lo sé…  
—Esto… es ¿dolor? —expresó angustiado. 
—¿De qué hablas? ¿Estás sintiendo algo?  
Se paró de pronto y se me quedó viendo, era una mirada tanto de rencor como de sorpresa, yo me puse a la defensiva no sabía cómo reaccionar, en un instante lo desconocí por completo. 
—¿Cómo puedes vivir así? —me preguntó. 
—No sé de qué hablas —le contesté confundida. 
—Puedo… sentir tus emociones, ahora entiendo lo que me intentaste explicar aquel día, te sientes incompleta, todo el tiempo estás sufriendo, extrañas a tus padres, ¿no es verdad? Es un dolor inmenso, sientes que te desgarra por dentro. 
—Pero, ¿cómo puedes sentir eso? —aún no entendía qué estaba pasando. 
Se quedó estático tratando de comprender que sucedía, miraba hacia la nada inmerso en sus pensamientos, se llevó la mano a la boca. 
—Tu sangre —me dijo—. Es tu sangre…yo al haberla succionado… de alguna forma me hizo sentir lo que tu sientes —conjeturó. 
—¿Eso es posible?  
—Es la única explicación —me dijo ya más sereno. 
Se acercó a mí de forma abrupta y me dio un largo y profundo abrazo como si quisiera consolarme y a la vez mitigar su sufrimiento, al principio no supe cómo reaccionar, pero me deje llevar y le correspondí de la misma forma, nos quedamos así un buen rato. Podía sentir su calor y su calidez por primera vez sentí a un humano dentro de él. 
La noche siguió su curso, ya más tranquilos los dos pasamos horas charlando, me pidió que le contara sobre el accidente de mis padres, ahora con un interés genuino; en su séptimo aniversario decidieron salir a bailar y a cenar, Mado fue a visitarnos ese fin de semana, así que me quedé a su cuidado, mi madre me acostó justo antes de salir, me dio un beso en la frente y me deseó dulces sueños. Yo dormí esa noche plácidamente. Cuando desperté fui a buscarlos, pero no estaban en su alcoba, bajé y mi abuela estaba sentada en la sala llorando de forma desconsolada. Yo sólo tenía seis años, no recuerdo muchos detalles, lo que sí recuerdo es que hubo un funeral, mi abuela me dijo que mis padres habían ido al cielo y no regresarían, que ella se mudaría conmigo y me procuraría el resto de su vida. Travis me escuchaba con atención, su mirada parecía que con cada palabra que le contaba podía ver las imágenes en mi cabeza. Cuando terminé de contar mi historia hizo una mueca de dolor, se acercó a mí, me tomó de la barbilla y me dio un tierno beso en los labios, yo sentía cómo mi mundo se estremecía, alejó su rostro de nuevo y yo me abalancé sobre él con un beso frenético, quería saciar mi sed, una que había reprimido desde hacía ya tiempo.  
La mañana nos alcanzó, no habíamos dormido nada, así que cuando salió el sol se despidió de mí, prometiendo volver esa tarde. Yo quería aprovechar la mañana para dormir, aunque fuera un par de horas, pero estaba tan emocionada que me costaba conciliar el sueño, había sido tan cautivador, tan tierno, me había mostrado una parte de él tan sorprendente, que tal vez él ni siquiera sabía que existía. Con la luz del sol entrando por la ventana, mis ojos empezaron a reclamar descanso, me acosté en el sofá para perderme en el sueño, cuando escuché el timbre de la puerta, era muy temprano para visitas, me paré llevada por la curiosidad, pude escuchar una sirena sonando afuera de la casa, mi preocupación empezó a crecer de forma exponencial. Aun así abrí la puerta, un oficial de policía estaba frente a mí. 
—¿Deka Tomey? —preguntó el oficial. 
—¿Qué se le ofrece? —traté de sonar lo más natural posible, pero estoy segura que notó mi nerviosismo. 
—Anoche recibimos una denuncia sobre un ataque, y su nombre resaltó en la investigación —me informó. 
—¿Un ataque? —quise hacerme la tonta, pero ya sabía justo lo que estaba pasando—. Lo siento no tengo idea de que habla, estuve aquí toda la noche. 
—¿Hay alguien que confirme su paradero?  
—¿Necesito una coartada? ¿Estoy acusada de algo? 
—No, la acusación no es contra usted— me aseguró —¿Le importa si veo su tobillo derecho?  
—En absoluto, creo que tengo derechos y dígame si necesito un abogado o estoy arrestada, si no, le voy a pedir que se retire oficial —le dije determinante para ver si lograba conseguir algo de tiempo. 
—Dice usted que estuvo aquí, pero hay un testigo que la ubica a las orillas del bosque y hay más testigos que la vieron en el cine y en la fuente de sodas —el oficial no quitaría el dedo del renglón y era clara su postura. 
—¿Eso es un delito? —pregunté retadora. 
—El mentirle a la policía sí lo es —me advirtió—. Escuche… 
—Oficial no quiero escuchar nada, son puras mentiras, además no puede interrogarme sin un abogado, conozco mis derechos, así que váyase de mi casa por favor. 
—No la estoy interrogando, no es sospechosa, creo que es una víctima, permíteme ayudarte Deka —su tono cambió de forma paternal. 
—¿Víctima? ¿Yo? ¿De quién? 
—Del señor Travis Marsal, parece que estuvo con él anoche, y si la tiene amenazada hable conmigo, yo puedo ayudarla —me ofreció amablemente. 
—Le agradezco enserio, pero estoy bien, nadie me ha amenazado se lo juro. 
—Piénsalo Deka, no eres la única afectada, ya murió gente —me extendió una tarjeta de presentación—. Llámame si cambias de opinión —me pidió y de inmediato regresó a su auto para retirarse. 
Cerré la puerta totalmente asustada, tenía que idear algo, hablar con Travis, yo no sabía dónde vivía, no tenía forma de comunicarme con él, y aunque pudiera ir a su casa estaba segura que la policía ya había ido buscarlo y tal vez no estaría ahí. Se me ocurrió hablar con Aarón, pero con las autoridades involucradas sería más que imposible. Si Travis ya sabe que lo están buscando ya no vendría a verme, sería muy arriesgado, por más que le di vueltas a mi cabeza no se me ocurrió nada para ayudarlo. Él había salvado la vida de Aarón y ahora lo culparían de todo. No pude evitar sentir que todo esto era mi responsabilidad. Mado regresaría en la noche, tal vez pudiera contarle todo y ella nos ayudaría, pero no era seguro, su reacción podría ser contraproducente. 
Pasé el resto de la mañana desesperada por no saber qué hacer, cerca de medio día un papel se deslizó por debajo de mi puerta de inmediato salí para ver de quién se trataba, pero no vi a nadie. Volví adentro y al abrir la nota reconocí las indicaciones de una dirección al otro lado del pueblo, una vieja fábrica abandonada, sólo venia eso y hasta abajo venia una leyenda “Sé lo que tú sientes”. Tenía que ser Travis, demasiado listo firmarla de esa manera por si la policía la interceptaba.  
De inmediato subí a mi recamara para cambiarme y arreglarme, empaqué en una mochila algunas prendas y objetos personales, no sabía cuánto tiempo tardaría. Ya en la puerta, me regresé y escribí una nota a mi abuela diciéndole que no se preocupara por mí y que no hiciera caso a lo que escuchara, que pronto regresaría. Ya lista emprendí el viaje, era un camino bastante largo para hacerlo a pie, no podía pedirle a nadie que me llevara, no podía usar un taxi, ni dejar cualquier pista para que me localizaran. Fui al pórtico por mi vieja bicicleta, hacía años que no la usaba, estaba un poco oxidada y llena de polvo, pero no me podía dar el lujo de rechazarla, así que la tomé y eché andar por las calles hacia mi destino. 
Tardé más de una hora en llegar, la fábrica lucia totalmente abandonada, no era muy grande, tan sólo contaba con dos pisos, la pintura estaba carcomida por el pasar del tiempo y muchas ventanas lucían rotas. Entré todavía dudosa, no había nada de muebles a la vista, sólo polvo y basura por todos lados. 
—Travis —empecé a susurrar como si alguien pudiera escucharme—. Soy Deka. 
Apareció frente a mí, su semblante mostraba total seriedad, pero a la vez pude notar una pequeña sonrisa al alegrarse de verme. 
—La policía te está buscando, estuvieron en mi casa —le advertí. 
—Lo sé, era de esperarse. 
—¿Qué vamos a hacer?  
—No hay nada que pueda hacer, no tengo como mostrar mi inocencia. 
—Esto es mi culpa, perdóname, no debimos interferir. 
—Está bien, ya está hecho. 
—Podríamos huir —le propuse—. Lejos de aquí donde nadie nos conozca. 
—Ya lo veremos, me alegra que estés aquí, pasa. 
Me llevó hasta el final de la fábrica, una pequeña habitación tenía un amueblado con lo básico para sobrevivir, tenía una pequeña cama, un sillón, una parrilla y un refrigerador, una alacena repleta de latas de comida y una pequeña mesita de centro. 
—Vaya, ¿Es como tu guarida secreta? 
—Algo así, aquí vengo cuando no quiero saber nada del mundo —me explicó. 
—¡Esto es genial! 
—Tienes ojeras, ¿no has dormido? —me preguntó casi como un regaño. 
—En realidad no. 
—Descansa un poco —me dijo señalándome la cama junto a él. 
—Tienes razón, aunque sea un par de horas. 
Me acosté ya más tranquila, sabiendo que él estaba a salvo y junto a mí, el sueño me venció casi de inmediato. Cuando desperté ya había anochecido Travis estaba sentado en el sillón absorto en un libro.  
—¿Cuánto tiempo dormí? —le pregunté. 
—Demasiado, ya casi amanece —me dijo sin voltear a verme—. Si tienes hambre, ahí hay algo de comer. 
—Sardinas con verduras en conserva, eso no es comida —me quejé. 
—Lo es cuando tienes hambre —reprochó mi comentario. 
Apenas probé la comida, no tanto porque no me gustara, en realidad no tenía hambre, mi adrenalina estaba descontrolada, habían sido las últimas horas muy intensas y el no saber qué iba a pasar me tenía en vilo. Me senté en la orilla de la cama para estar justo frente a él y me hiciera algo de caso. 
—Ya es tarde, tu abuela estará preocupada, te llevaré a casa —me indicó. 
—No, estoy contigo en esto —me rehusé rotundamente—. De todas formas, le dejé una nota a mi abuela. 
—A quien buscan es a mí, no a ti y ya no quiero que tengas más problemas y el que le hayas dejado una nota, no significa que no se preocupe, no seas necia, te llevo a tu casa. 
—No —me crucé de brazos casi como un berrinche—. No me voy a ningún lado —sentencié. 
Él se paró de forma amenazante, se acercó a mí y me separó los brazos, yo me ponía renuente, forcejeamos un poco hasta que me levantó en sus brazos, yo me zafé de algún modo y caí de nuevo en la cama, él se abalanzó sobre la cama, alcancé a pararme antes de que me atrapara, era como un juego, pero su seriedad mostraba que él no lo tomaba de esa manera. Se quedó tirado en la cama y yo me paré recargándome en la pared, no íbamos a llegar a nada con ese forcejeo. 
—¿Para qué me pediste que viniera si me ibas a hacer a un lado? —le reclamé furiosa. 
—Sólo quería ver que estuvieras bien —me respondió. 
—Todo esto es mi culpa y no te voy a dejar solo, ¿Lo entiendes? —empezaron a brotar lágrimas de mis ojos, yo estaba histérica—. Es mi culpa —le repetía hasta el cansancio. 
Se paró de la cama, ya más sereno, se acercó a mí y me abrazó, al sentir su cuerpo, mi llanto se hizo más profundo, con el paso de los minutos me fui tranquilizando, él agarró mi rostro con ambas manos y acercó sus labios a los míos, me dejé llevar por mis sentimientos y le correspondí el beso, se hizo tan intenso desde el principio como si fuera la última vez que estaríamos juntos, era un beso desesperado, frenético, actuábamos como dos animales en celo, nos dejamos llevar por las caricias, desenfrenados, era necesario calmar esas ansias que nos devoraban por dentro. 
No fue romántico, en realidad fue rudo, fue bestial, aunque no me lastimó en absoluto, tuve la impresión que al poseerme no había podido saciar todos sus instintos. No era la primera vez que había estado con alguien de esa forma, pero mis experiencias no habían sido satisfactorias. Él dominaba la situación por completo, sabía con exactitud qué hacer y cómo hacerlo. Fue una experiencia única y será inolvidable para mí, no quiero pensar que el futuro de algún modo nos separará, si eso pasara, sería como si perdiera una parte de mí. A partir de ese momento le pertenecía de por vida. 
Cuando desperté al día siguiente, él seguía plácidamente dormido, me detuve a pensar en nuestra situación, tenía que convencerlo de huir conmigo lo más lejos que se pudiera, no se me ocurría otra solución. Al cabo de unos minutos abrió los ojos y me miró con ternura. 
—¿Dormiste bien? —me preguntó. 
—Estupendo —le contesté sin quitar la sonrisa de mi rostro. 
—Podríamos quedarnos aquí para siempre —sugirió mientras se levantaba y me daba un beso en la frente. 
—Tenemos que pensar en algo —le comenté. 
De repente se escuchó un ruido proveniente de la puerta principal, unas pisadas firmes se oían acercar hacia la habitación donde nos encontrábamos. Él se paró de inmediato en modo de alerta.  
 




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