Me presenté a la escuela al día siguiente, tenía que reanudar mi vida, Ori fue lo primero que me aconsejó y me prometió que ella se haría cargo. Yo no estaba preparada para situaciones así. Después de irse de la casa Mado me aventó un discurso de más de dos horas hablando de responsabilidades y demás. Me hizo prometerle que no volvería a desaparecer de nuevo bajo ninguna circunstancia y que no era un castigo, pero que no tenía permitido salir a ningún lado excepto a la escuela, sólo por seguridad.
Apenas llegué a la escuela, noté como me observaban, ni siquiera intentaban disimular. Intenté hacer caso omiso y tomé mis clases como de costumbre tratando de concentrarme en lo que estaba aprendiendo, por desgracia no hubo una sola clase que robara mi atención por completo.
A la hora del almuerzo, me reuní como siempre con Amanda y Jordán. Ella me hizo mil preguntas y me contaba todos los rumores que había escuchado, incluso llegaron a decir que encontraron mi cadáver en las afueras del pueblo. Yo por obvias razones lo negué, no le expliqué mucho al respecto, sólo le dije que me escapé una noche porque quería ir a la ciudad. Pero que al último momento me arrepentí y regresé a casa. Amanda pareció complacida por mi historia. Jordán se mantuvo callado casi todo el tiempo y de vez en cuando me lanzaba una mirada reprochadora por tantas mentiras relatadas.
Minutos antes de sonar la campana, se acercó a la mesa Aarón y me pidió hablar unos momentos. Pude notar el rostro celoso de Amanda, creyendo que él tenía algún interés en mí.
—Tú sabes donde ésta —me acusó.
—Lo siento, no tengo idea.
—¿Por qué lo proteges? Te vi herida y si no es culpable ¿Por qué huyó así? —me cuestionó como si yo fuera la culpable de todo.
—Escucha tonto —mi voz se endureció—. Él te salvó, deberías estar agradecido de no ser por su intervención estarías muerto.
—¿Me salvó? ¿De quién?
—No recuerdas a…
—¿A quién? —su rostro se veía desconcertado, al parecer había olvidado su encuentro con el animal.
Recordé que su amiga rubia había visto a los animales antes del ataque.
—¿Y la muchacha que iba contigo? Ella vio todo ¿Dónde ésta?
—No la metas, y no sé qué le hicieron, no quiere hablar conmigo.
—Necesito hablar con ella —le insistí.
—No vive aquí, sólo vino de visita el fin de semana y yo no le ruego a ninguna mujer. Y no desvíes el tema, no lo protejas es un criminal.
—Tú… —moví la cabeza de lado a lado ya con desesperación… no lo entenderías, tu cabeza no da para más —la campana sonó en ese momento y todos empezaron a retirarse, yo no le di importancia.
—Claro no sabes que inventar, pero tarde o temprano lo atraparán y lo encerrarán como el animal que es. Y más vale que no seas su cómplice, aunque la policía piense que eres víctima, yo no lo creo —me amenazó y de inmediato se fue echando maldiciones.
Continué con mi día tratando de no darle importancia a la conversación con Aarón, pero algo me decía que esto se iba a poner peor. Y al mismo tiempo me reprochaba, después de como Travis se portó conmigo debo ser demasiado estúpida para querer protegerlo todavía. Debería ir con la policía y decirles donde está, si es que se encontraba todavía en la fábrica. Pero mi lógica y mi razón no me lo permitían, mandar a mortales a enfrentarse a Gamaliel sería fatal para ellos. En definitiva, esa no era la solución, vi lo que podía hacer y podría haber acabado conmigo, si no fuera porque Travis terminó conmigo en ese momento, no hubiera salido con vida de ahí. ¡Eso es! Lo hizo para salvarme ¿Cómo no lo vi antes? Será posible que por eso terminara conmigo o después de todo aún trato de justificarlo. La sola idea me animó un poco el día de mi desastrosa desesperación.
Al llegar a casa, vi una patrulla estacionada, de inmediato pensé en echarme a correr, pero la idea de que Mado estuviera lidiando sola con ellos me hizo quedar. Tenía que inventar una historia creíble y tal vez me dejaran en paz, me preguntaba qué les había dicho mi abuela. Con todos mis miedos entré a la casa, Mado estaba sentada en la mesa de la cocina y en esta ocasión estaba el jefe de la policía, se apellidaba Carson, un sujeto con un vientre extremadamente grande y un gran bigote negro casi caricaturesco.
—Ya llegué Mado —saludé casual tratando de ignorar al hombre.
—Señorita Tomey —se dirigió Carson hacia mí—. Necesito hacerle unas preguntas.
—No tengo nada que decir —actué de inmediato a la defensiva
—Por favor hija, coopera con él —me pidió la abuela y me hizo un guiño de complicidad.
—Seré muy breve, por favor tome asiento —me solicitó.
—Bien, porque tengo mucha tarea —le rezongué.
—Supongo que está al tanto de la investigación, necesito su versión de la historia, extraoficialmente y no la molestaré más —me explicó mientras sacaba una pequeña libreta para ver sus apuntes—. El señor Silver insiste en haber sido atacado por Travis Marsal a las orillas del bosque y también confirmó que la vio en el lugar de los hechos, ¿Puede decirme que sucedió?
—Yo no estuve ahí.
—¿Entonces está mintiendo? —Carson me miró directo a los ojos para ver mi reacción.
—No lo sé, tal vez se confundió, él ni siquiera me conoce bien, no sé por qué está diciendo esas cosas.
—Hay una forma de saber, dijo también haber visto su tobillo sangrando a causa de una herida, si pudiera mostrarme que no tiene ninguna herida sería suficiente prueba.
—Carson —intervino mi abuela—. No puedes auscultarla, ella no es la sospechosa.
—Es testigo de un intento de homicidio, debe cooperar —demandó Carson.
—No la voy a obligar y te recibí de buena manera, pero llamaré a un abogado de ser necesario —amenazó mi abuela.
—Bien y sobre tu desaparición ¿Qué tienes que decir al respecto? —se dirigió a mí de nuevo.
—En realidad fue… una tontería, yo… quería ir a la ciudad a ver a mi amiga Megan, este pueblo me aburre demasiado, pero en la estación de autobuses justo después de comprar el boleto, me arrepentí y volví a casa en la mañana.
—¿Puedes mostrarme el boleto?
—Lo… tiré en la basura, ya no lo iba a usar.
Era claro que Carson no creyó ninguna de mis mentiras, pero después de la actitud de mi abuela, siguió sus preguntas con precaución y diplomacia, aunque en su expresión se veía sin lugar a dudas una gran frustración al no obtener nada de mí.
—Una última pregunta. ¿Cuál es su relación con el señor Travis?, porque varios testigos la vieron esa noche en la fuente de sodas y en el cine ¿O me va a decir que todos ellos lo inventaron? —me cuestionó ya algo molesto.
—Sí estuve con él ahí, salimos esa noche, era sábado, era una especie de cita, pero no congeniamos así que me trajo a casa cerca de la media noche, desde ahí no he sabido nada de él —le confirmé para satisfacer su curiosidad un poco.
—Bien es todo, me pondré en contacto con ustedes si surge algo nuevo —dijo mientras cerraba su libreta y se ponía de pie para retirarse.
—Si le sirve de algo, yo no creo que fuera él, no lo conozco bien pero no es una persona agresiva —traté de explicarle antes de que se fuera.
—Eloísa habla con ella, está ocultando algo aunque no sé por qué, no quiero tratarla como cómplice. Es tu nieta, pero no toleraré que me siga mintiendo —le pidió a mi abuela casi como un ultimátum.
—Haré lo que pueda —le prometió mi abuela y lo acompañó hasta la puerta para despedirlo.
Alcancé a oír algunos susurros entre ellos antes de que se fuera, mi abuela cerró la puerta y se escuchó cuando arrancó el automóvil. Mado regresó conmigo y se sentó junto a mí.
—Gracias por apoyarme —le dije.
—No podía hacer otra cosa, debo protegerte, aunque no me gusta que mientas. Sé por qué lo estás haciendo y ellos nunca entenderán que intentas protegerlos —me animó mi abuela.
—Eso mismo pensé yo.
—Vamos a salir, iremos a casa de Oriana.
—¿Para qué?
—Va a invocar un círculo protector para ti y así conocerás algo de lo que hacemos, es muy interesante.
La casa de la tía Ori era muy impresionante yo no había venido antes. Tenía un gran patio delantero y uno trasero, toda la propiedad estaba rodeada de una gran barda de casi dos metros, parecía una residencia con grandes salones y techos demasiado altos. Toda la decoración de la casa era rustica, cuando entrabas te daba la impresión de estar en el pasado. La tía Ori nos abrió la gran puerta, atravesamos con ella la estancia y llegamos al patio trasero ahí tenía una piedra enorme en forma de estrella a mitad del jardín, sobre ella frascos, supongo que eran pociones o algo así, había toda clase de hierbas, una gran daga y cinco vasos de agua colocadas en las puntas, no podía dejar de pensar como habían tallado la piedra, parecía perfecta.
Había una docena de mujeres. Ori me presentó con el aquelarre me dijo el nombre de cada una de ellas, pero no puse demasiada atención. Ori las coordinaba y les daba algunas indicaciones básicas, usaba muchos tecnicismos que yo no comprendía bien. No estaba segura que era lo que iba a pasar, pero me daba cierta tranquilidad la protección que sentía, mi abuela parecía complacida de introducirme en su mundo secreto, se sentó en una banca de las pocas que había a la vista como lista para disfrutar de un espectáculo.
Cinco mujeres se pararon justo en las puntas de la estrella y bebieron el agua, por lo que entendí Ori pidió sólo esas voluntarias para el ritual. Ori tomó la daga y se la colocó a un costado en una cinta que tenía amarrada en la cintura, después acomodó las hierbas como clasificándolas en cada una de las puntas, una vez terminado todo esto se dirigió hacia mí.
—Acuéstate aquí por favor —señaló la piedra preparada.
Yo obedecí algo dudosa, me recosté como me dijo y me acomodó con la cabeza en una punta, mis dos brazos en las puntas que seguían abajo y los pies en las restantes. Las mujeres cerca de ahí extendieron sus brazos hacia mí con las palmas de las manos abiertas y Ori les dio la indicación de comenzar.
Sólo escuché el mantra “Om” en diferentes tonalidades a veces era más agudo a veces más grave, parecía que modulaban su voz, todas en coordinación perfecta. Ori tomó las hierbas y las empezó a romper me las ponía encima como si fueran polvos mágicos. Al principio para mí era algo aburrido, no sentía nada diferente o mágico así que cerré los ojos para intentar dormir y terminar con esto. Pero cuando cerré los ojos sentí una luz deslumbrante así que mi curiosidad me pidió ver. Era algo asombroso un domo de luz azul cielo me rodeaba por completo, era brillante y cautivador nunca había visto algo igual, por un momento creí estar alucinando y pensé en estirar la mano para sentirlo, pero mi temor a que Ori me regañara por moverme me hizo quedarme quieta. Sólo fueron unos momentos, el domo empezó a desintegrarse volviéndose como una lluvia de estrellas que caían sobre mí, sentí una sensación de calor agradable, era tanta mi relajación que creí estar levitando, pero volteé a ver mi cuerpo y estaba en la misma posición inicial.
Al terminar el ritual todas las mujeres hicieron una reverencia de agradecimiento, incluso las que sólo observaban. Ori se acercó a mí para ayudar a reincorpórame y me indicó que todo había terminado.
—Fue sorprendente —le dije en forma de alabanza.
—Espero que funcione —me comentó.
—Me gustaría saber más sobre lo que haces —le expresé fascinada.
—No es tiempo hija, se paciente ¿Te sientes bien? —me preguntó algo preocupada.
—De maravilla, ¿Por qué lo preguntas?
—Por nada —me contestó con una mueca que no podía esconder su inquietud.
—¿Qué ocurrió? Se rompió muy pronto —se acercó la abuela con recelo.
—Algo no anda bien, pero espero que sirva de algo. Por lo pronto llévala a casa y avísame cualquier cosa —le indicó Ori a la abuela.
Yo quería quedarme un rato más, pero la abuela insistió en irnos, podía notar su inquietud durante el trayecto a casa. Yo había experimentado la mejor de las sensaciones, pero al parecer algo no había salido bien, podría ser que como me cuesta creer este tipo de cosas algo dentro de mí las sigue rechazando, pero no soy la experta en el tema.
***
Los días siguientes transcurrieron con normalidad, Travis había desaparecido por completo, la policía había dejado de interrogarme y Aarón me veía con desdén cuando me lo encontraba en la escuela. Amanda por su parte empezó a salir con un chico llamado Ian, parecía amable y cortés, ella se veía contenta y muy enamorada, pero su tiempo con nosotros se había reducido considerablemente.
Yo comencé a integrarme un poco más con mis compañeros, incluso trabajé en equipo en una ocasión e hice algunas nuevas amistades como la de Eunice y Tabatha, no eran muy estudiosas, pero eran bastante divertidas y tenían una conversación interesante. En especial Tabatha que en años anteriores vivió dos años en la ciudad, así que teníamos algunas cosas en común. En algunas ocasiones hacíamos planes para escaparnos un fin de semana allá, aunque nunca lo tomamos con seriedad. Todo el drama de mi desaparición había dejado de ser novedad y había quedado en el olvido. Seguía reuniéndome con Jordán en el almuerzo, algunas veces nos acompañaban mis nuevas amigas, pero a la hora de la salida siempre volvíamos a casa caminando. Me daba algo de tristeza verlo tan sólo desde que Amanda tenía novio y yo hablaba con más gente, me daba la impresión de que se sentía abandonado. Desde que me confesó sus sentimientos no volvimos a hablar del tema y yo lo trataba como si no hubiera pasado nada para que no se sintiera incómodo, pero ya no podíamos hablar como antes. No podía confesarle que todo el tiempo pensaba en Travis, que lo extrañaba de forma desesperante; sabía que lo lastimaría así que guardaba mis pensamientos sólo para mí.
Una mañana amanecí con fiebre y muchas nauseas, me dolía todo el cuerpo y mis ojos estaban tan irritados que apenas los podía mantener abiertos. Mado me dio medicamentos para atacar lo que parecía ser una infección, todo el día me la pasé en cama, intentaba dormir, pero las pesadillas no me dejaban. Soñaba con fuego y lava, con almas en pena gritando y pidiendo ayuda, yo caminaba entre las brasas, sentía mis pies arder. En la noche mi abuela me dio un té con un sabor extraño, eso me permitió dormir un poco, pero el siguiente día fue todavía peor, ya que los vómitos no cesaban. Mi abuela me dijo que iríamos al hospital que podría ser algo más fuerte, yo al principio me negué, pero no aguantaba más el dolor así que accedí.
Llegamos al hospital del pueblo, el doctor Bocanegra fue quien nos recibió, un médico peculiar era bajo de estatura, usaba lentes y un acento un poco extraño, siempre tildaba las palabras, aunque no fuera necesario. Me revisó concienzudamente, y me dijo que necesitaría un examen de sangre para descartar algunas posibilidades. Me mandó suero para evitar la deshidratación por tanto vómito y me recetó antibióticos más fuertes. Dijo que descansara y fuera a verlo en dos días. Con las nuevas indicaciones y después de que la enfermera me extrajera la sangre para mis estudios nos fuimos a casa.
Una vez en casa me sentía mejor, el dolor de cuerpo había disminuido y ya no tenía fiebre aun cuando sí me sentía muy cansada. Sonó el timbre de la puerta yo estaba recostada en el sillón de la sala ya que mi cama me tenía harta, mi abuela fue a abrir la puerta y entró Jordán a la casa.
—Me enteré que estabas enferma y quise saber cómo seguías —me dijo al entrar.
—Me siento mucho mejor —le contesté para tranquilizarlo.
—Me alegra verte hijo, que bueno que viniste —le comentó mi abuela.
—Estaba preocupado —le dijo Jordán.
—¿Podrías quedarte con ella un par de horas? Tengo que salir a hacer unas compras y no he podido ya que no quería dejarla sola.
—Claro, vaya sin cuidado, yo me encargo —accedió Jordán.
Mi abuela de inmediato preparó su bolso y salió de la casa a hacer sus pendientes. Jordán se sentó en el sillón de al lado.
—¿Y qué es lo que tienes? ¿Eres contagiosa? —me preguntó en forma divertida.
—El doctor dijo que no, que era una infección en el estómago, que eso explicaba todos mis síntomas.
Jordán de inmediato se sentó a la orilla del sillón donde estaba acostada, una vez asegurado que no lo contagiaría.
—Supe por ahí que mi abuela te hizo una especie de ritual —me comentó en forma curiosa.
—Sí algo así, fue sorprendente, no tienes idea del poder de ella. Lo siento sé que no te gusta ese tema —me disculpé de inmediato al ver su mueca de insatisfacción.
—No te preocupes, si a ti te llama la atención todo eso, por mí está bien.
—Eres un buen amigo, enserio —le aseguré y lo tomé de la mano en forma amistosa.
—Es para lo único que sirvo —me dijo decepcionado.
—Jordán, ya hablamos sobre eso.
—No lo hicimos, sólo te dije lo que sentía y no volvimos a tocar el tema —me enfatizó.
—No sé… qué decirte, te quiero mucho, pero no de esa forma.
—Sigues enamorada de él ¿No es así?
—No quiero hablar de eso.
—Yo… podría ayudarte a olvidarlo.
—No es buena idea.
—Mira no voy a rogarte, no es mi estilo —su voz se volvió un poco hostil—. Sólo déjame…
Sin previo aviso se acercó a mí y me dio un beso tierno, apenas duró unos segundos cuando su rostro mostró desconcertado y se apartó de mí de inmediato.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Tus labios… saben… a cenizas —me dijo tratando de explicar lo que él mismo no entendía.
—¿Cómo dices? —me llevé la mano a mis labios para entender lo que estaba diciendo, pero no sentí nada extraño.
La incertidumbre me hizo levantarme y me acerqué al espejo que teníamos en la sala, me puse de frente y revisé mis labios exhaustivamente, pero no vi nada anormal.
—¿Estás loco? —le dije por fin.
—Tal vez fue mi imaginación —me trató de explicar mientras se ponía de pie avergonzado.
No quería jugar con él, pero me causo mucha inquietud su reacción así que me acerqué a él y lo volví a besar sólo para quitarle esa idea absurda de la mente, él me correspondió el beso extrañado, pero se dejó llevar por un momento.
—No es mi imaginación —me dijo al separarnos.
—De todos los besos que he tenido este es el comentario más raro que me han hecho —exclamé un poco confundida y algo indignada.
—Oye no lo tomes a mal, sólo es algo raro, tal vez es por todo el medicamento que has tomado.
—Sabría a medicina, no a cenizas —objeté—. Tal vez no es atracción lo que sientes por mí, por eso sientes raro —le dije tratando de tener una explicación algo lógica.
Fue un momento demasiado incómodo para los dos, pero tratamos de ya no hablar sobre eso, puse una película para pasar el resto del tiempo en lo que mi abuela regresaba. Al volver preparó la comida y Jordán se quedó a comer con nosotras. Al ponerse el sol, mi abuela dijo que se recostaría un rato en su alcoba, estaba demasiado cansada de estar cuidando una enferma. Jordán y yo salimos a la marquesina para tomar aire fresco, yo me sentía mucho mejor gracias a que mi estómago no devolvió lo que había ingerido.
—Tus nuevas amigas me preguntaron por ti —me comentó de forma casual.
—¿No te agradan? —le dije al notar su desdén.
—Son algo presuntuosas —me explicó—. Pero me da la impresión que ya te estás adaptando, ya no te quejas tanto como cuando llegaste.
—No era tan quejumbrosa —objeté a pesar de que no estaba enojada ni ofendida.
Una silueta se acercó a nosotros, no tardé mucho en reconocer a Travis. Estaba mirando, sus ojos demostraban vergüenza y su boca me hizo extrañar de inmediato nuestros encuentros, se veía tan atractivo como sólo él podía serlo. Pero mi dignidad resaltó de inmediato y mi rostro se volvió duro.
—¿Qué haces aquí? —le dije sin esconder mi molestia.
—Lárgate de aquí rufián —lo amenazó Jordán—. O llamaré a la policía.
—No te metas niño. Deka necesito hablar contigo, por favor sólo déjame explicarte, no tengo mucho tiempo —me suplicó.
—Le diré a tu abuela —amenazó Jordán.
—No, espera —lo sujeté del brazo impidiéndole entrar a la casa.
—¿Después de lo que te hizo? —me recordó.
Lo llevé hasta la puerta de mi casa para hablar con él.
—Sólo dame cinco minutos, tú espera adentro, por favor. Necesito hacer esto —le susurré a Jordán de forma suplicante.
—Estaré aquí cerca, más vale que no hagas algo estúpido —amenazó a Travis y entró en la casa, pero sólo emparejó la puerta.
Travis se acercó a mí de forma cautelosa y me observó con cuidado, puso sus manos sobre mis brazos en forma de consuelo.
—¿Estás bien? Te ves algo pálida —observó de inmediato.
—He estado enferma —le expliqué.
—¿Qué tienes? —insistió.
—Una infección.
—¿Estás segura que es eso?
—Sí, ya fui al doctor ¿Por qué te importa tanto?
—Me parece familiar… tu aspecto… no importa. Yo... vine a pedirte disculpas por lo que sucedió en la fábrica.
—Fuiste muy claro, era lo que sentías.
—Deka, me conoces.
—En realidad, no te conozco.
—Lo… hice para salvarte, Gamaliel tú lo viste, no había forma de escapar los dos —me intentó explicar.
Al escuchar esas palabras y constatar mis sospechas, una alegría me invadió por dentro, no obstante, la oculté a toda costa, tenía que hacerlo sufrir aunque fuera un poco, mi dignidad estaba de por medio, pero sabía que no me duraría el gusto, mis sentimientos eran más fuertes que mi voluntad.
—¿Dónde está él? —le pregunté.
—Lo he estado distrayendo y a la vez aprendiendo, no lo sé tal vez descubra su punto débil, pero debo fingir estar de su lado. No quiero espantarte, pero debes estar consciente del peligro, él dice que me humanizaste y eres un obstáculo. No podemos estar juntos, al menos no por ahora, y en serio me duele bastante, pero prefiero que estés bien a ponerte en peligro. Te prometo que encontraré la forma de volver a ti, sólo dame un poco de tiempo.
—La policía te sigue buscando, me interrogaron.
—Eso es lo que menos me preocupa, no son el verdadero peligro.
—Y los ataques ¿Seguirán ocurriendo? En una semana se cumplen veintiocho días como me dijiste —le externé algo preocupada.
—Sí volverán, eso no lo puedo evitar, sólo no vayas al bosque, no podría tolerar que algo te pasara, promételo.
—Claro, no iré —le prometí.
—Tengo que irme.
—¿Cómo te localizo si te necesito? —le pregunté desesperada.
—No puedes, pero vendré dentro de ocho días, aquí mismo —esas palabras me reconfortaron.
Se acercó y me dio un beso en los labios de despedida, parecía como si fuera el último, no lo sabíamos con certeza, se alejó de mis labios e hizo una mueca extraña.
—¿Por qué sabes a ceniza? —me preguntó enarcando sus cejas.
—¿Qué? —le dije fingiendo sorpresa y a la vez no, porque lo mismo me había dicho Jordán, pero no era una tonta para confesarle que me había besado con otro.
—Sabes a ceniza —me confirmó de nuevo.
—No lo sé —fingí mi cara de sorpresa.
—En fin, me voy, cuídate mucho. Te amo, no lo olvides nunca.
Se marchó tan rápido como llegó parecía haber desaparecido. Entré en la casa y Jordán estaba en la puerta esperándome.
—Ya lo perdonaste entonces —me dijo molesto.
—Es complicado.
—¿Le dirás a tu abuela que estuvo aquí?
—Claro que sí, pero no ahora y tú no digas nada por favor —le pedí.
—No te entiendo. En fin, ya tengo que irme, es tarde y te ves mucho mejor, ¿Mañana iras a la escuela? —me preguntó.
—Yo creo que sí, ya me siento mejor.