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Los rayos de sol que traspasan la ventana no me dejan dormir. Así que con toda la pereza del mundo me levanto y camino arrastrando mis pies hacia la ventana para correr las cortinas. Luego me aviento sobre la cama y sigo durmiendo. Cuando estoy a punto de reconciliar el sueño, el sonido agudo de una guitarra me exalta, haciendo que mire de mal humor a mi lado izquierdo.
—¿Te desperté? —pregunta con una sonrisa burlona.
Quiero atravesar su cráneo con mis ojos, pero me doy por vencida cuando sé que ya no podré dormir más.
Tonta Skylar.
Me levanto mientras bostezo y tiendo mi cama. Después me dirijo al armario y pongo mis manos en jarra mientras lo observo.
¿Qué me pondré hoy?
De repente, mi celular empieza a sonar y corro hacia la mesita de noche para tomarlo y contestar. Miro la pantalla para saber quién es, pero es un número desconocido. Un poco extrañada, contesto la llamada.
—¿Hola? —pregunto insegura.
—¡Hola! —gritan del otro lado de la línea, lo cual hace que despegue un poco el celular de mi oreja.
Me cubro el rostro con una mano al saber de quién se trata, e ignoro la mirada confundida de Skylar.
—¿Qué pasa? —pregunto volviendo al armario y manteniendo el móvil a una distancia segura, solo por si acaso.
—Vaya, yo esperaba un: ¿Cómo estás, amiga?
Río por lo bajo.
—¿Cómo estás, amiga?
—Así está mejor. Bien —ríe y se escucha un estruendo de fondo—. Estoy bien, estoy bien. —dice.
—¿Qué te pasó? —pregunto mientras tomo unos jeans azules.
Skylar ignora mi conversación y sigue tocando su guitarra.
—Es sólo que aún llevo puesto el antifaz de dormir y tropecé con Karla. —dice para luego bostezar igual que yo lo había hecho unos minutos atrás.
—¿Karla?
—Sí, mi gatita.
Niego con la cabeza al imaginar a Zoe tropezando con su gata.
—Oh. ¿Para qué llamabas?
—Pues, para ir de compras. —dice como si fuera algo obvio.
—No tengo dinero. Recuerda que aún no empiezo a trabajar. —tomo una blusa color hueso de tirantes.
—No importa, yo invito.
—Estás loca, ni pensarlo. —digo mientras miro mal hacia el frente y frunzo el ceño.
Luego me reprendo a mí misma con un comentario sarcástico: ‹‹Como si ella pudiera verte››.
Niego con la cabeza ignorando el comentario de mi mente, ya que por obvias circunstancias tiene razón. Me decido por llevar mis Converse beige.
—Vamos, será como un obsequio de mi parte. —dice en tono de súplica.
Sé que si no acepto seguirá insistiendo, así que será mejor que no me oponga.
—De acuerdo, te acompañaré. Pero no quiero que me compres nada —se escucha un bufido del otro lado de la línea—. Además, hace tiempo que quiero comprarme un labial mate.
—¡Oh! Sé donde lo podemos conseguir, te quedarás asombrada.
—Muy bien, ¿te espero en quince? —pregunto mientras entro al baño y pongo la ropa sobre la tapa del retrete.
—Sí. Chau... —se despide.
Cuelgo y pongo el celular sobre el tocador.
—¿Vas a salir? —pregunta Skylar bajo el umbral de la puerta.
Sin contestar y de mala gana, cierro la puerta en sus narices.
A ella qué le importa. Además, se lo merecía. Nadie se mete con mi siesta.
Me quito la ropa y entro en la ducha mientras me relajo bajo el agua fría.
Minutos después cuando salgo del baño, Skylar ya no está.
Ahora me encuentro en el auto de Max. Y aún no puedo creer que le hayamos dicho a él que nos llevara en su auto al centro comercial solo para comprar unos labiales y ropa. Pero sobre todo porque a Zoe le da pereza caminar, aunque bueno, a mí también. Lo peor de todo es que nos ha preguntado durante todo el camino qué vamos a comprar y no le hemos dicho nada. Ya saben cómo son los hombres cuando las chicas salen de compras.
—Quiero un labial color naranja, ahora está muy de moda. —susurra, la miro y asiento energética.
—¿Me dirán qué van a comprar? —miramos hacia el frente y Max nos observa por el espejo retrovisor con sospecha.
—Solo unas cosas. —dice Zoe moviendo su mano con desdén.
Nos sigue mirando con desconfianza hasta que desvía la vista hacia el camino.
Si le decimos, es probable que nos mate y nunca más nos lleve en su auto. Es decir, solo lo hemos convencido por un capricho y no por algo importante.
Después de unos minutos llegamos al centro comercial y aparca en el estacionamiento.
Zoe abre la puerta, toma mi mano y tira de ella para salir. Luego se acerca a la ventanilla del conductor y le hace una seña a Max para que la baje. El pelinegro obedece, la baja y la mira esperando a que hable.
—Espera aquí, enseguida volvemos. —vuelve a tomarme de la mano y antes de que Max diga algo me hala alejándonos del auto.
Entramos al centro comercial ganando miradas raras de algunas personas. Después observo el lugar con detenimiento. Hay sillas de colores y muchas personas caminando y observando algunas cosas por las vitrinas de las tiendas.
Nos dirigimos hasta llegar al centro de la plaza que hay en medio del lugar, con una hermosa fuente y una sirena de piedra decorándola.
—Mira, ahí está la tienda de la que te hablé. —sin dejar que aprecie el lugar, la pelirroja toma mi mano por tercera vez en el día y tira de ella.
Creo que esto me está empezando a cansar.
—Wow... —digo asombrada cuando entramos. Silbo por lo bajo y empiezo a caminar por el sitio—. Hay como un millón de labiales aquí —digo mientras tomo uno color rosa entre mis manos.
Y es que, literalmente, el lugar está repleto de labiales y de diferentes colores.
—Acabas de entrar a mi mundo, Melody. —Zoe frota sus manos de forma malévola mientras yo me pregunto qué pasa por su mente.

—Aquí tiene su vuelto. —dice la chica de la caja, dándole a Zoe el dinero sobrante de sus vestidos.
Habíamos recorrido todo el centro comercial con tal de que Zoe encontrara su "vestido perfecto para la noche", ya que ella asistirá a la fiesta y bueno, yo no.