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Jueves por la tarde, un día de tortura.
Hoy tendré que darle una explicación a Sarah y no sé cómo.
Mientras entro al salón de Tipografía, busco un asiento vacío pero la mayoría están ocupados.
Suspiro y camino despacio, un poco nerviosa de que mis compañeros me estén mirando raro debido a lo que sucedió el otro día.
Eso me recuerda que no debo contarle nada a Max porque no cierra el pico.
No me fijo a la par de quién me siento, ya que me interesa poco con todo lo que llevo en mi cabeza, hasta que escucho su voz.
―Hola.
Giro despacio mi cabeza en su dirección como si se tratara del exorcista y empiezo a sentir un ‹‹tic›› en el ojo.
―¿No me vas a saludar? ―pregunta extrañado y ladeando la cabeza.
Me doy cuenta que todos nos están mirando, incluso Aaron, por lo que me limito a bajar la cabeza mientras juego con mis manos y no respondo a su pregunta.
―¿Es en serio? ―pregunta Rick con un poco de molestia en su tono―. Ese idiota te prohibió hablarme, ¿verdad?
Esta vez levanto la vista y lo miro. Tiene el ceño fruncido y la mano hecha un puño.
―No. ―miento, pero mi voz se escucha ahogada.
Sin embargo, ciertamente el castaño de ojos verdes nunca mencionó algo similar, por lo que en realidad no estaría mintiendo, ¿verdad?
Su vista se fija en Aaron, quien le sostiene la mirada hasta que el profesor entra y los dos desvían la vista.
―Buenos días ―dice entrando―. Empezaré a llamar uno por uno para entregarles una fotocopia. Es un proyecto que deben entregar la semana que viene y lo harán con el compañero a su lado. Si tienen alguna duda, será bueno que lo digan ahora. ―pone su maletín en el escritorio y empieza a sacar las fotocopias.
Mierda, ¿y ahora qué hago?
No lo saco a colación solo porque Aaron me dijo que no me juntara con Rick, sino por el hecho de que él no luce tan responsable como yo.
―Profesor ―miro hacia Aaron, quien ha llamado al docente y este último lo mira esperando a que hable―. ¿Podría cambiar de compañero? ―pregunta y me mira de reojo, con esperanza de que el profesor ceda y mi corazón se estruja de ternura.
―No, señor Beckett. Ya di mis instrucciones. No habrán cambios. Y para el resto del grupo igual, si no les tocó con su amigo preferido ―dice de mala gana―, pues lo siento. Lo harán con su compañero de mesa y si no, perderán la mitad de la nota y reprobarán el semestre.
Todos se quedan boquiabiertos. Esto es realmente injusto. Maldito profesor.
―Jessica Thompson, Annie Black, Max Cooper... ―empieza a llamar.
Cooper... ese apellido me suena familiar, ¿pero dónde lo he escuchado?
Le resto importancia a mi pregunta y observo a Rick sentado a mi lado mirando sus pies, aún con el ceño fruncido, y luego miro a Aaron que tiene la misma expresión, solamente que él me mira a mí. Inmediatamente me sonrojo al ver que no deja de observarme y siento revoloteos en el estómago. Me sostiene la mirada pero no logro saber lo que me transmite. ¿Preocupación, enojo o molestia? No lo sé. Simplemente nos quedamos mirándonos a los ojos y me doy cuenta que nunca antes en mi vida, había tenido un contacto visual como este, es como si me estuviera diciendo todo con su mirada pero al mismo tiempo nada, es extraño.
Nuestro contacto visual se ve interrumpido por el profesor.
―¿Melody? ¿Melody Raines? ―pregunta el profesor.
Aparto la vista y me levanto para empezar a caminar hacia su escritorio, me tiende la hoja y la tomo. Vuelvo a mi asiento sintiendo la mirada de los dos chicos sobre mí, lo cual me incómoda.
Lo que resta de la clase no miro a ninguno de los dos porque sé que me están observando, como si esperaran alguna reacción de mi parte.
¿Qué es exactamente?
Tampoco estoy segura de lo que sucede, pero percibo que hay algo más. Algo por lo que no solamente discuten por mí.
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Estoy tan nerviosa... Siento que voy a desfallecer en cualquier momento.
Dios, ¿por qué me tenía que pasar esto a mí, eh? Carajo, tengo una suerte del demonio.
Mientras espero sentada a Sarah en su oficina, le echo un vistazo a todo lo que está a mi alrededor.
La planta, el estante, el bote de basura, hasta que la fotografía de un niño llama mi atención.
Me parece extrañamente familiar: su cabello oscuro, ojos oscuros y piel algo blanca.
La puerta se abre y mi piel se hiela, pienso en el discurso que había venido preparándome ―para no perder mi trabajo― durante todo el camino, pero no recuerdo nada.
‹‹Mierda, sí que tienes mala suerte, Melody››, me digo a mí misma.
Sarah camina hasta su silla y se sienta, pone los codos sobre el escritorio, entrelaza sus manos y apoya su barbilla en ellas mientras me mira con detenimiento. Trago sonoramente y carraspeo un poco. Debo de estar más pálida que un vampiro en estos momentos.
Evito su mirada y muevo mi pie nerviosamente por debajo del escritorio.
Malditos nervios.
Rayos, hoy estoy maldiciendo más de lo usual.
―No tienes porqué estar nerviosa.
¿Qué?
La miro confundida. Esperaba que me gritara o reclamara sobre lo que ocurrió el día del incidente.
―Max me lo ha explicado todo. Quédate tranquila, no pasa nada ―dice encogiéndose de hombros―. A algunos les pasa el primer día de trabajo ―apoya su espalda en el respaldar de la silla y me mira con esa sonrisa que siempre suele llevar desde que la conozco―. Es normal que se comentan errores.
Me sorprende ver que no esté enojada, o al menos eso parece.
Mis nervios desaparecen poco a poco, y vuelve esa confianza y seguridad que tanto me gusta tener. Pero un momento. ¿Max? Recuerdo haberlo escuchado decir que Sarah no me haría nada, pero ¿por qué le explicó a ella lo sucedido el martes cuando yo le dije que lo haría por mi cuenta? Agh, Max nunca me escucha.