Narra Albert.
Siento que cometo el peor error en mi vida, pero es que igual debo ir y arreglar algunas cosas. Salgo del ascensor sintiendo que el corazón se me va a salir del pecho, hace mucho que no la veo y resulta que ahora debo de ver si es que me puede arreglar un contrato. Va a ser la primera vez que la veo luego del embarazo, además ni siquiera sé si su hija es mía.
–Hola ¿Se encuentra Elizabeth? – pregunto a la secretaria.
–La Señorita Dallas se encuentra en reunión con la Señorita Lohan. Pero Sí quiere les puedo informar de su llegada.
–No, ellas me iban a esperar por un contrato.
–¡Ay! Perdón, no lo tenía al tanto. Llame antes de pasar.
Me deja pasar a las puertas gracias a mi mentira piadosa, pues sé que si Olivia me anunciaba, Liz y Sam podrían cambiar algo para que yo no sospeche nada. Llamo tres veces y espero a su respuesta.
–Adelante – escucho.
Entro a la oficina, donde la última vez que estuve fue cuando quería saber si ese bebé era mío o no.
–Permiso – digo al entrar.
Sam y Liz están recostadas en un sofá. Sam lleva un vestido negro con detalles de líneas diagonales blancos en la zona de la cintura hacia abajo y también lleva una chaqueta blanca, es la primera en levantarse a saludarme.
–Albert, tanto tiempo – le beso una mejilla.
Liz se levanta y arregla su jeans, ni siendo la presidenta usa vestidos. Lleva una blusa formal color vino, los primeros botones desabrochados, sus tacones del mismo color de la blusa, esos tacones son de infarto, muy altos. La blusa deja al descubierto su tatuaje. Lleva el pelo recogido en una simple trenza que descansa en su hombro derecho.
–Hola Albert, gracias por inspeccionarme tan minuciosamente – dice Liz divertida.
–Perdón, es solo que...
–Que ya no tiene ni señas de haber tenido un bebé – dice Sam por mí.
–Correcto – asiento, aunque en realidad pensaba que no podría tener mejor cuerpo del que ya tiene.
–Bien, al grano ¿A qué venías? – pregunta Liz.
–A preguntar porque no estoy en la campaña – miento, pues necesito tiempo de ver el espacio.
–Tengo a otros modelos antes que tú, ellos tenían su horario, tenían tiempo y disposición, además te falta firmar una cláusula del contrato – dice de manera bastante profesional.
–¿Cuál? – he firmado todo.
–La de mantener relaciones sentimentales con los demás trabajadores de la empresa, tengo entendido de que estás casado con Aymara Espósito o Irwin ¿No es así?
–Eso es correcto – afirmo casi con pesar, pues no es como que la ame.
–Debes firmar – dice Sam – pero ya no tendrás el cupo en la campaña.
–Bien – accedo.
Tocan la puerta. Sam va a abrir y parece Mary, lleva un coche y su vientre de embarazada como si fuera a explotar.
–Marciana – dice Sam sonriendo y viendo a la carriola.
–Hola Liz, Hola Sam, Hola Albert – dice Mary – tengo hambre ¿Les falta mucho?
–No, Albert firma esto y nos vamos. Hermana – dice Liz – ¿Está dormida? – señala al coche.
–No – niega Mary.
Estoy por firmar y la bebé del carro comienza a llorar. Repaso la cláusula sólo para hacer más tiempo y ver si tengo la oportunidad de ver a la niña.
–Sam, tráela – dice Liz.
Firmo el papel. Y se lo paso a Liz para que ella lo pueda revisar.
–Eso es todo – dice – ya te puedes ir tranquilo que nosotros te vamos a llamar cuando sea necesario.
Sam le pasa a Liz a la bebé. En cuanto está en los brazos de su mamá se calma.
–Tranquilita – susurra Liz.
Es muy pequeña y su cabello es tan rubio como el mío.
–Ya se calmó, ahora pásame a la marciana, yo la cargo tu termina el papel para poder ir a almorzar – dice Sam.
Liz se la va a pasar y la bebé comienza a llorar nuevamente.
–Mala idea – murmura Sam.
Liz la acerca a su pecho nuevamente. Mary está pegada a su celular.
–Ok, Albert, si ya firmaste. Te puedes retirar.
–¿Aymara está en la campaña? – hago más tiempo del necesario.
–Sí – dice Liz. Mece a la bebé.
De la nada la pequeña abre sus ojitos y sonríe. No se parece en nada a Liz. Lo único que tiene de Liz son las pestañas. Sus ojos son cafés, la forma de su cara es distinta, sus labios son diferentes y es rubia. Se parece a mi hermana cuando bebé, por lo cual se parece a mí.
Mierda. Tal vez si es mi hija.
–Nosotras ahora vamos a almorzar, si tienes alguna duda sobre el trabajo, en cuanto vuelva y tenga tiempo podemos hablar – dice Liz.
Asiento y salgo de la oficina aún en shock.
Narra Liz.
La mira casi como si fuera un crucigrama que resolver, además Emily lo miró y estoy segura de que pudo notar que mi hija es igual a él. Estoy segura de que acaba de sospechar que él es el papá de mi hija, pues su cara lo decía todo.
–¿Lo habrá notado? – pregunta Sam como si fuera algo raro.
–Lo notó – asegura Mary.
–Ya vamos, tengo hambre.
Dejo a Emily en su carriola, me pongo mi abrigo, tomo mi cartera y salimos de la oficina, yo llevo a mi hija en su medio de transporte, Sam a mi lado derecho va tecleando en su celular y Mary a mi lado izquierdo va mirándose en el espejo del ascensor. Siento que mi pecho estará apretado hasta que tenga una conversación con Albert.
Bajamos y nos subimos a mi Mercedes, Mary se va en los asientos traseros con Emy en su silla, Sam va de copiloto y yo conduciendo. Vamos a nuestro restaurante Italiano favorito.
–No hay ni un puto lugar para estacionar – se queja Sam.
–Ahí hay uno – indico y me estaciono – es mejor que busques atención óptica, ya no ves nada.
–No es así, es que ese auto me tapaba – indica la camioneta que estaba obstruyendo su visión.
–Te creo – le dice Mary.
Bajamos del mercedes, bajamos las carteras y a Emy, no bajamos el coche para no hacer más espacio, solo bajo su bolsito. Entramos y hay varias mesas disponibles, tomamos una de la ventana, normalmente deberíamos de tener reservación pero nuestro apellido mueve montañas, bueno, no tan así, pero ahora en cada restaurante saben que si vamos las tres juntas es para almorzar algo que nos deje satisfechas y nosotras comemos bastante.
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Editado: 01.10.2022