Me quité la sudadera azul que llevaba y la puse sobre los hombros de Emily mientras caminábamos hacia la tienda más cercana.
–Creo que deberías quedarte a la cena.– le digo–. Y de verdad quisiera ser el chico que necesitas para estar en la cena contigo, pero jamás he cenado en la mesa con ellos. Bueno no hasta lo que sucedió el otro día en tu casa.
–Y aún no me has querido explicar el por qué. Cada vez que me acerco al tema o que menciono a Nial, todo se vuelve una discusión.– contestó y asentí–. Solo te pido que lo te quedes ahí, por favor. Dejaré las dudas que tengo, por el momento, por más difícil que sea para mí. Solo te estoy pidiendo esto.
–Y sabes que lo haré por ti, niña tonta.– respondí y ella sonrió–. Además, es casi media noche y no quisiera ser ellos para verte en plena transformación, gremlin.– añadí y ella giró los ojos.
–Eres encantador, ¿lo sabías?– preguntó y reí–. ¿Cómo puedes ser tan idiota, y tan encantador?
–Es un don, mi lady.– contesté orgulloso y la besé.
–Pues me alegro de que lo tengas.– tomé su mano y entramos a la tienda.
Luego de comprar un paquete de galletas para cada uno, nos dirigimos a la casa de nuevo. De regreso veníamos hablando de trivialidades y recuerdos de cuando nos conocimos.
Al principio la cena fue muy tensa. Me negué a contestar las preguntas de Nial y mi madre no dejaba de mencionar tonterías que hacía de niño. Mencionó casi todo, menos la música. No es que odie la música, simplemente me trae malos recueros pensar en escribir canciones de nuevo.
–Y para su décimo cumpleaños, su padre le regaló una libreta.– dijo orgullosa y la miré. Notaba cómo se tensaba mi mandíbula con cada intento que hacía de cambiar el tema.
–¿Una libreta?– preguntó Emily.
–Lo sé, tonto, ¿cierto?– contesté distante y ella tomó mi mano para que me calmara. Luego de unos segundos cedí–. Pero es más tonto hablar de una simple libreta, o mi padre, ¿cierto?
–Alex.– advirtió mi madre. Pero continué.
–No, madre. Mejor cuéntales de cómo, en menos de un año, decidiste que sería mejor para todos casarte con un total y completo extraño.– ahora era ella la que me fulminaba con la mirada.
–Alex, no es momento.– suspiré, o reí, realmente ni yo logré distinguir que fue.
–Pero es que jamás es momento, ¿cierto? Desde que tu esposo te arregla la vida, nunca es momento para hablar con nosotros, siempre tienes un lugar donde estar y fiestas para asistir. Mientras que yo me quedo aquí con Aisha, solos. No es por romper tu burbuja, pero pudiste preguntarnos primero antes de mudarnos a otra ciudad, mierda, otro país, sin previo aviso.
–¡Alexander Palles, discúlpate en este instante!– gritó por fin y la tensión aumentó en el comedor.
–¿Solo eso? ¿No te gustaría que me muda también?– en ese momento Emily tomó mi mano y se levantó.
–Creo que es hora de irme.– me miró y jaló mi brazo hacia arriba–. ¿Me acompañas a mi casa por favor?– asentí y me levanté rápidamente–. Muchas gracias por la cena, señor y señora Wright, Aisha, volveré otro día, ¿vale?– mi hermana solo logró hacer media sonrisa y caminamos a la entrada.
Antes de salir de la casa, Emily se quitó mi sudadera y me la entregó.
–Lo siento mucho Emm...son demasiadas cosas.– dije y asintió.
–Podrías contármelas, ¿sabes?– asentí–. Pareciera que no.
Editado: 29.12.2020