— Qué bueno que desapareció de nuestras vidas, Barfem era un estorbo para todos, ja ja ja como me reía cuando se ponía contra los demás por protegerme. Nunca se dio cuenta de que todos le habían mentido sobre sus padres — Priscila rió sarcástica.
— ¿De verdad era una maga?
— Era un monstruo, una anormal, fue un gran alivio poder hacer mi vida sin ella, fue tan avara que apenas me dejó para poder vivir estos años sin trabajar, por suerte ahora quieren comprar este basurero, así podremos estar con las comodidades que nos merecemos.
Barfem no podía ni hablar, solo dio media vuelta y se fue caminando como zombies, por suerte Piccolo la había seguido, al ver lo que ocurrió, espero que no se viera nadie en la calle y bajo.
— No me digas nada por favor, ni me sigas, solo quiero saber la verdad.
Silenciosa, F siguió solo caminando hasta que llegó de nuevo donde la señora con nietos.
— ¿Sra. Marcela?
— ¿Me conoces? — la miró con enojo, como a todos, incluso a sus descendientes.
— Soy... un periodista, quería preguntarle por una maga que me dicen que vivía por aquí.
— Nunca hubo magos en este lugar.
— Se llamaba Barfem.
— Ahora recuerdo, ella no era una maga, sino un demonio, y muy tonto ¿Qué quiere saber?
— Cuénteme... de sus padres.
— Esos malditos, siempre ayudando a los demás, sin importar si fueran o no de la aldea, ni que tuvieran dinero, por eso nadie los quería, no cobraban nada, si hubieran tenido más visión todos hubiéramos tenido mucho dinero, pero solo atraían a esos andrajosos. Al final decidimos deshacernos de ellos, esa pareja lloró, suplicaron él esa bastarda, cuando vieron que la mataríamos también, nos maldijeron si la asesinábamos, no tuvimos más remedio que dejarla con vida — sonrió irónica — fue la mascota del pueblo, todos le dábamos algo de comida, y hacia esas cosas raras para ayudarnos con las cosechas, y en general con lo que nadie quería hacer, no fue un total desperdicio de comida al final.
Barfem, ahora F, no pudo creer lo que escuchaba, habían matado a sus padres, ellos no la habían abandonado, ni habían dañado a nadie. Por un momento el robot quedó quieto, para luego elevarse, empezó a juntar energía para destruir todo el lugar, ya no le importaba que hubiera niños, ni personas que no tuvieron nada que ver con lo que pasó hace tanto tiempo atrás.
— Es uno de esos anormales ¡¡¡Corran!!! — gritó lo más que pudo la anciana.
Ya cuando iba a empezar a disparar sus rayos, Piccolo apareció atrás del androide, lo tomó de los brazos y los subió, así las descargas se dirigieron al cielo.
— Déjame, ninguno de ellos merece vivir, son unos desgraciados.
— No lo hagas, ahora estas molesta por eso quieres destruirlos, pero luego te arrepentirás, recuerda lo que pasó hace poco, cuando te liberaste del control de la Patrulla Roja.
— Nunca me arrepentiré de mandar al infierno a seres tan malignos, son unos diablos.
Al final tuvo que golpearla en la nuca para cortar un rato el flujo de energía, así quedó inconsciente, cuando se iba la anciana y otros del pueblo se envalentonaron.
— Huyan demonios del averno.
— No vuelvan a este santo lugar.
— Ya destruimos en el pasado a un par de ustedes, mejor escapen.
— Santo lugar — con sus ojos Piccolo disparó un láser a donde estaban los que le gritaban, apenas vieron eso corrieron a ocultarse a sus casas — son unos malditos cobardes.
Se llevó al robot a la cascada.
— ¿Por qué me detuviste? Esos malditos no deben seguir con vida — cuando Barfem despertó estaba muy molesta, pero con su mente controlada.
— ¿No comenzarás de nuevo con eso de Protocolo 666?
— Eres un idiota
Ninguno de los dos dijo nada, Piccolo se puso en posición de meditación.
— Eres un maldito desgraciado, no me dejaste cumplir mi venganza.
— No te cansas de eso. Primero fue conmigo, ahora con ellos.
— ¿Y qué me reclamas tú? Eres un demonio como tu padre, no te importa nada más que tu mismo, nunca te preocupas por nadie, te odio.
Se sentó igual que el otro y luego de un momento de silencio, empezó a desahogarse.
— Yo pensé que todos allí me querían, como yo a ellos, pero solo era alguien desechable, ni a Priscilla le interesaba, yo la cuide, la alimente, todo lo que podía ahorrar era para ella. Ahora no sé qué hare de mi vida, sería mejor volver a mi cápsula y dormir para siempre — sacó de un bolsillo el collar que era de sus padres, lo apretó en su puño.
El namek siguió con los ojos cerrados, al final los abrió y miró al frente.
— ¿Te llamas Barfem?
— No quiero que nadie más me diga así, esa idiota murió hace mucho, ahora solo soy F, sin pasado, sin futuro, y sin objetivo en este mundo.
Ambos se quedaron quietos un buen rato.
— ¿Dónde irás ahora, F?
— No lo sé.
— Ven conmigo al Templo Sagrado.
— No será incómodo para el dios de la Tierra
— Dende no pondrá problemas, estoy seguro.
— Gracias.
— Con el tiempo encontrarse un objetivo en tu vida.
— ¿Qué sabes de eso? Nunca cumplirte tu propósito.
— ¿Por qué lo dices?
— Supongo que como Daimaku debías destruir la Tierra ¿O no?
— Mi padre no me creo para eso, sino para matar a Goku y lo logré — rió de lado — luego las cosas me llevaron a convertirme en un defensor de la Tierra, y en amigo de quien asesine. La vida da muchas vueltas y te da oportunidades nuevas, solo depende de ti tomarlas, fuiste convertida en un robot, busca que hacer con eso para que tu alma este en paz.
El ser artificial no le respondió.
— No debí jamás ayudar a esta gente, y menos a esa chiquilla, me mintió, y yo le creí todo.
— Solo pensaste que todos eran como tú.
— Fui una tonta.
— No, solo es que tienes un alma clara a pesar de todo.
Editado: 12.12.2023