Contrapartes

Los Maestros

Después de enterarme que Mónica anda con "Dani" pasé de la felicidad total a la depresión, la autocompasión por mí mismo de estar tan lejos y al mismo tiempo tan cerca, además por supuesto del deseo de querer matar a ese imbécil que solo tuvo que mover un dedo para quedarse con mi querida Mónica, anulando todo mi esfuerzo por llegar a ella.

Como dije eran días tormentosos, ver en la sala del lado a Daniel y Mónica demostrándose cariño cuando debería ser yo el que esta con Mónica era muy difícil de superar. Así que hice el esfuerzo de no mirarlos y menos esperar clemencia de su parte, y hablando de clemencia, yo por lo menos tenía amigos que se compadecían de mi.

—Eres un imbécil, si hubieras hablado otro gallo cantaría —me regañó Iván.

—Pero ella tenía visto hace mucho a ese torpe, si le hubiera dicho que me gusta de todas maneras me iba a rechazar —aseguré.

—O tal vez no, eso nunca lo vamos a saber porque no te atreviste. —Me refregó en la cara Miguel.

Maldición, Miguel tiene razón, cómo diablos no me atreví a decirle, me siento tan tonto pero al mismo tiempo sabía que no por declararle mis sentimientos a Moni iba a tener un sí como resultado. En resumidas cuentas es verdad, soy un grandísimo imbécil.

El problema es que no solo mis amigos se dieron cuenta de lo acontecido con la chica de ventas, en el cambio de hora unos personajes muy especiales se acercaron a mi.

—¿Que pasó Cardona? Me fijé que ya no te pescan al lado. —Me abrazó David.

—Yo caché muy interesada en ti a la mina, pero parece que se aburrió de esperarte —agregó Juan Carlos.

David Espínola era más bajo que yo, tenía el cabello más o menos largo con una gran melena, labios pequeños y cejas prominentes, Juan Carlos Rivas tenía una característica especial que era su gran nariz, además de eso era alto, tenía una chasca que casi le llegaba hasta el final del cuello y una risa muy escandalosa. Ambos habían llegado este año al San Andrew y en poco tiempo se habían vuelto bastante populares y apetecidos por algunas chicas de primero liceo y de otros cursos. Digamos que estaban por lo menos tres escalones arriba en popularidad y eso mismo hizo que se ganen el respeto del resto. No entendí por qué esos dos se habían acercado a mi, un maldito perdedor que no sabe nada de conquistar mujeres. En ese momento pensé que no tenía razón alguna para dar una explicación, pero sentí que ellos como hombres de más experiencia me podrían dar una mano con eso.

—Bueno si, había buena onda, pero ella eligió a Daniel y no puedo hacer nada al respecto —expliqué.

—Tal vez si puedes hacer algo, compañero Cardona, puedes tener a las minas que quieras, solo es cosa de proyectarte, atreverte y actuar  —me aseguró David.

—¿Ustedes creen? —Abrí los ojos.

—Míranos a nosotros, recién llegamos y en menos de tres meses las minas y estamos hablando de varias minas, se pelean por nosotros —contaba orgulloso Juan Carlos.

Está bien, ellos son populares, todas las chicas los miran con admiración, sin embargo yo soy un poco diferente, más tímido, reservado, pero al mismo tiempo sé que no necesito fumar o besar a chicas para demostrar que soy un hombre ¿O si?.

Me fui a casa con los dichos de mis compañeros dando vueltas por la cabeza, quizás lo que necesito es agarrarme a una mina para demostrar que si puedo y si me esfuerzo puedo tener a la chica que se me antoje.

En la tarde llegué a casa, cenamos y cuando nos íbamos a ir a acostar alguien golpeó la puerta. Fui a abrir y un tipo de cabello negro largo, una pequeña barba y una chaqueta con chiporro estaba parado frente a nosotros.

—Hola ¿Se encontrará Paloma? —consultó tratando de hacerse él buena onda

—Si, altiro la llamo. —Junté la puerta.

Cuando iba en búsqueda de mi hermana me di cuenta que mi padre estaba parado frente a mi, con el ceño fruncido y no muy contento porque un chico estaba frente a la puerta preguntando por su primogénita.

—Disculpa ¿quien es usted joven? —inquirió muy serio papá.

—Soy el novio de Paloma, mi nombre es Rubén. —Se presentó en un tono muy canchero.

¡¡Oh, oh!! Rubén había dicho las palabra mágica para hacer rugir al león Ernesto,  yo que él me alejó de la puerta y no vuelvo más. Tengo que reconocer que Rubén es muy valiente al presentarse aquí, eso si mi padre no anda con juegos señores.

—¿Novio? Pero ella no me ha pedido autorización para tener novio. —Se rascó la barbilla sin perder la seriedad.

—Yo pensé que usted ya sabía... —Empezó a toser medio nervioso—. Pero ahora ya lo sabe, con Paloma estamos de novios.

Esto se va a complicar, mi papá se puso rojo de rabia mientras Rubén se mostraba muy seguro de sí mismo y como si la vida quisiera que todo esto se pusiera peor, mi hermana bajó al primer piso, por supuesto esto causó más de un conflicto,

—Será mejor que te vayas joven, ya es tarde para andar jugando a Romeo y Julieta. —le solicitó papá.

—Porque no me dejan hacer mi vida, ya no soy una niña —le reclamó mi hermana.

—Porque estas bajo mi techo, me debes respeto, y no confío en un tipo mal arreglado y que huele a cigarrillos baratos. —Se enojó papá.

—Tu solo eres un aparecido, ahora te preocupas de nosotros, antes nos dejaste abandonados ¿Porque no te preocupaste de Javier, Benjamín y de mi cuando éramos niños? —le enrostró una furibunda Paloma.

—Paloma no seas así com tu papá —le dijo mamá asombrada de sus palabras.

Papá guardó silencio por un minuto, agachó la cabeza, seguro que las palabras de la princesa de sus ojos lo habían golpeado duro, pero luego nuestro padre le respondió con tranquilidad.

—Hija, soy ser humano y como todo el mundo cometo errores, tú también te vas a equivocar en algún momento de tu vida —le dijo—. Eso no quita que soy tu padre y que te quiero cuidar de personas que no tienen buenas intenciones.

—Les guste o no yo voy a andar con Rubén, tienen que reconocer que ya no soy una niña. —Se fue a su pieza enfurecida.




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