Savannah
Camino apresurada y descuidadamente en dirección al internado con la música a todo volumen en un intento por despejar mi mente y olvidarme del dolor que siento. Me dolía dejarlo así, y lo que más me pesa es que tiene toda la razón, pero el simple hecho de que nuestra relación esté catalogada como amistad me hacía sentir cierta seguridad.
A pesar de la música me es difícil no concentrarme en mis pensamientos y en lo egoísta que estoy siendo con él, además de recordar a mi hermana y pensar en lo decepcionada que estaría de mí si viera el desastre que es mi vida desde su partida.
—Lo siento —murmuro al aire sintiendo mis ojos cristalizarse por las lágrimas luchando por mantenerse en su lugar—. Lo siento tanto.
Sé perfectamente que Crisha me diría que nada de lo que pasó es mi culpa, y que debía salir adelante, pero es difícil. Y me es más difícil aún, pensar en volver a encariñarme y amar tanto a alguien como lo hice con ella, y que después de un tiempo inevitablemente esa persona me deje. Esa es la razón por la que durante tanto tiempo me negué el tener amistades y por la que no estoy dispuesta a dar el siguiente paso con Jareth.
Sin prestar atención alguna al camino llego a la esquina del parque y, siendo la irresponsable que soy, simplemente cruzo la calle como si fuera por mi casa. Voy ida y sin ser realmente consiente de por dónde camino, siendo mis pensamientos los que acaparan toda mi atención.
Tarareo la canción reproduciéndose tratando de renovar la paz y tranquilidad que sentía antes de que llegáramos aquí, cuando repentinamente siento un empujón que me hace caer al piso con fuerza.
A causa del impacto las bocinas de los audífonos terminan a los costados de mi cabeza, permitiéndome escuchar el desastre producido en la calle.
El pánico se apodera de mi atolondrado y adolorido cuerpo al oír los chirridos de los neumáticos haciendo fricción con el asfalto cuando frenas bruscamente, las estridentes bocinas de los coches a nuestro alrededor y el excesivo ruido de las voces y gritos de la multitud de personas que parecen estar acumulándose junto a mí.
Lentamente abro repetidas veces mis ojos, tratando de alejar el momentáneo mareo que me ha invadido a causa del sorpresivo golpe, queriendo saber qué ha pasado con exactitud. No obstante, al hacerlo, me es imposible aceptar la imagen delante de mí, y es ahora cuando me doy cuanta de que no importa el título que nuestra relación tenga, mis sentimientos por él son reales y el dolor y miedo a perderlo tienen exactamente la misma intensidad.
Haciendo caso omiso a mi dolor, me incorporo totalmente alarmada, percibiendo como algunas lágrimas corren desesperadamente a lo largo de mis mejillas. Me tumbo a un lado del magullado cuerpo de Jareth necesitando comprobar por mí misma que se encuentra bien al notar el parachoques de un coche muy cerca de donde él se encuentra desparramado en el piso.
—¡Llamen a emergencias!
Grito reiteradas veces al verlo con los ojos cerrados y una herida en la cabeza que a mí me grita nada más que problemas. El temor a repetir la historia se instalaba en mi pecho y formaba un nudo en mi garganta, impidiéndome respirar con naturalidad.
—Jareth, por favor, quédate conmigo —ruego llorando contra su pecho—. No puedo perder a nadie más. No a ti, por favor.
El alboroto a mi alrededor es sofocante, pero lo único que me interesaba en este momento es mantener a Jareth alerta y el sonido de las sirenas de una ambulancia sonando a la distancia.
—No cierres los ojos —le ordeno al ver que lucha contra la necesidad de dormirse a consecuencia del golpe y, según tenía entendido, una persona que se había golpeado la cabeza nunca debía dormirse, de lo contrario el daño seguramente sería peor—. Todo va a estar bien, solo no te duermas —repito constantemente, sin embargo, era como si me lo estuviera diciendo a mí misma en un intento por consolarme.
Cuando el sonido de las sirenas resulta más cercano percibo como Jareth acaricia el dorso de mi mano suavemente, e inmediatamente llevo mi atención a ese punto donde nuestras pieles se tocan.
—Te quiero bonita.
Su voz suena distante y adormilada, lo que solo me hace pensar en que él también me dejaría, y me niego a aceptar que este sería nuestro adiós.
Suavemente, para no lastimarlo, presiono mis labios contra los suyos—. También te quiero —confieso apenas termino con el agridulce contacto, alcanzando a vislumbrar como una diminuta sonrisa se formaba en su rostro—. Seamos novios, hago y soy lo que quieras, incluso si eso implica dejar de hablarnos —agrego desesperada, con el pensamiento de que ha sido mi culpa el que él haya resultado herido—. Pero por favor, no me dejes —termino de decir cuando finalmente la ambulancia llega hasta nosotros y soy apartada de su lado abruptamente por los paramédicos.
Suben a Jareth a la ambulancia y corro a ingresar en la misma para que puedan echar a andar en dirección al hospital.
En el camino de alguna forma acepta mi respuesta, pero hubiera preferido que no lo hiciese si en su lugar siguiera consciente, porque por la reacción de los paramédicos, eso únicamente podría empeorar la situación o, significar que la lesión era mucho más grave de lo que imaginaron. De cualquier forma, ninguna de las opciones me agradaba.
Al llegar todo es un completo caos, los médicos de emergencia se apresuran a llevar a Jareth a no sé dónde porque, según ellos, yo misma debía recibir atención médica.
Ni siquiera me hacen caminar hasta el consultorio, no, en su lugar me sientan en una silla de ruedas al notar el deplorable estado, sobre todo emocional, en el que me encuentro sumida. Y en el momento en que me adentran en esas cuatro paredes blancas siento que me falta el aire. No necesitaba que me revisaran, necesitaba saber que Jareth estaría bien, y con urgencia, porque juro que me volvería loca si no recibía esa información pronto.
Editado: 29.12.2023