Convénceme de quererte

Capítulo 5: El rompimiento

(Narra Max)

Abro la silla para que Tamara tome asiento, ella está parloteando sobre algún tema intrascendente… o tal vez me está contando algo de vida o muerte, no tengo manera de saberlo porque no la estoy escuchando. Estoy demasiado enfocado en pensar cómo le voy a dar la noticia de mi asignación. Esto no va a ser fácil y Tamara no es una persona de carácter sosegado. Temo cómo vaya a reaccionar. Por eso la traje a La Hermandad uno de los restaurantes más costosos de Aequitalia, tal vez el lujo que nos rodea y el saber la clase de gente que frecuenta el lugar hagan que modere su reacción. La Hermandad es tan exclusivo que su existencia ni siquiera es de conocimiento general, el Buen Régimen siempre insiste en que todos somos iguales así que esta clase de lugares no tienen cabida en nuestra sociedad. Solo unas cuantas personas de estatus alto son invitadas a comer aquí. Antes de convertirme en capitán ignoraba que este lugar existía, yo solo conocía los restaurantes abiertos al ciudadano común. En las mesas de nuestro alrededor solo encontramos altos mandos de otros ministerios; yo y Tamara debemos ser los menos importantes en todo el lugar, espero que eso la contenga.

—¿Qué te sucede? Estás distraído —comenta Tamara con el ceño fruncido.

—Lo siento, es solo que tengo muchas cosas en la mente —le contesto con una sonrisa falsa.

—¿Cosas más importantes que yo? —me pregunta ofendida.

—¿Quieres algo de tomar? —le pregunto con nerviosismo mientras le hago una seña al mesero para que se acerque.

Ordenamos una botella de vino. Necesito valor para decirle lo que está sucediendo. Tamara continúa parloteando mientras yo finjo que la escucho. El mesero trae la botella y sirve nuestras copas. Tomo la mía y me la acabo de golpe, como si fuera un shot de tequila. Luego le tiendo la copa al mesero para que vuelva a servirme.

—Max, contrólate, este es un lugar elegante —susurra Tamara con enojo mientras mira a las mesas de alrededor, avergonzada por mi comportamiento.

—La gente rica también se embriaga —bromeo para aligerar mi ánimo, aunque no lo logro.

—Estás actuando raro, ¿qué te sucede? Ya dime —me insiste.

Suspiro con pesar, no tiene caso postergar más esto. Debo decirle la verdad.

—Hoy recibí una carta del Ministerio de la Mujer… me han asignado a una Vasija —confieso y aprieto todos los músculos del cuerpo a la expectativa de su reacción.

—¿En serio? ¡Vaya! Qué inesperado —exclama Tamara con sorpresa.

La estudio con la mirada, no parece enojada, ni dolida… se ve tan neutral como lo estaba antes de la noticia.

—¿Es… estás bien? —le pregunto atónito.

—Sí, ¿por qué no habría de estarlo? —me pregunta ella encogiéndose de hombros.

—Pues… —por un momento dudo en mi respuesta, ¿será que Tamara es más madura de lo que creí? O puede ser que sus sentimientos por mí son tan intrascendentes que perderme no le causa ningún pesar. Debo confesar que lo bien que lo está tomando duele un poco, creí que después de dos años juntos habría más cariño entre nosotros, pero supongo que debo estar agradecido de que no sea así. Esto hace el proceso mucho más sencillo. Cambio mi perplejidad por una sonrisa de descanso, se me ha quitado un peso de encima—. Olvídalo, me alegra que lo tomes tan bien. En verdad espero que podamos seguir siendo amigos.

—¿Amigos? —me pregunta con la frente arrugada.

—Sí, ya sé que muchos exes se prometen ser amigos y rara vez funciona, pero te estimo y me gustaría que pudieras seguir siendo parte de mi vida de algún modo —le respondo con una cálida sonrisa.

—¿De qué carajos estás hablando? Maximiliano, ¿estás terminando conmigo? —pregunta Tamara mientras sus ojos se abren como platos… platos llenos de enojo…

—Pues… sí… ¿qué creías que iba a pasar?

—¿Vas a terminar conmigo por una estúpida Vasija? —el tono de voz de Tamara va subiendo conforme crece su molestia.

—Tamara, no tengo opción…

—¡¿Cómo que no?! —exclama tan alto que algunos comensales de alrededor voltean a vernos.

—Tam, tranquila. Esta chica va a ser mi pareja asignada, no puedo hacer nada al respecto —le explico.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Todos sabemos que las Vasijas no son mas que un montón de mujeres aburridas que no pueden hacer nada… ¿por qué me dejarías a mí por ella? Perfectamente puedes tenerla viviendo en tu casa en el cuarto de visitas mientras tú y yo nos divertimos.

—Tamara, ¿de qué hablas? El Buen Régimen jamás aprobaría eso.

—No serías el primero que lo hace, con que la embaraces en algún punto no tendrás problema. Jamás te consideré tan tibio… —musita con molestia.

—¿Tibio? Tamara, lo que estás sugiriendo es un delito.

—Mi amiga Arianna es amante del Ministro de Prensa y Propaganda, él le consiguió un apartamento fantástico en el centro de la ciudad. Siempre y cuando seamos discretos no tendremos ningún problema —responde Tamara con creciente enojo.

—Pues tal vez el ministro no tiene miedo de acabar detenido o no ha considerado los riesgos de sus acciones…




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