Convénceme de quererte

Capítulo 6: Una salida

(Narra Melissa)

Por más que intento controlar el temblor de mis manos mientras empaco mis pertenencias en la maleta no puedo. Siento como si alguien estuviera arrancándome de mi vida como a una rosa de un jardín para llevarme adentro de una casa en la que no pertenezco y en la que solo serviré de adorno. Guardo la muñeca que he tenido desde que era pequeña, todas las niñas en Aequitalia tenemos una muñeca como esta, la recibimos de forma especial en nuestro cumpleaños numero 4 de parte del Buen Régimen. Cada muñeca tiene el mismo cabello, ojos y tono de piel que su dueña; se supone que nos las dan para enseñarnos sobre responsabilidad, la niña que mantiene a su muñeca en buen estado y limpia es una buena pequeña ciudadana, la que la rompe o la ensucia es una potencial Salamandra o Sin Grupo.

De pronto, siento un par de ojos sobre mí, al girarme encuentro a mamá mirándome desde el marco de la puerta.

—¿Lista? La Nana Prudencia ha llegado por ti —me informa con una media sonrisa.

Cierro mi maleta de golpe.

—Lista —respondo con una mueca de desagrado.

—Melissa, quita esa cara. No querrás que la primera vez que tu pareja te vea tengas cara de “no te me acerques”, o ¿sí?

Omito contestarle pues sé que a mamá no le va a gustar que le diga que realmente no me importa la opinión que ese Caimán tenga acerca de mí. Me siento desdichada y no puedo ocultarlo. No solo soy una Vasija, sino que además me tocó la peor pareja imaginable. De todos los hombres a los que me pudieron haber asignado, ¿por qué un Caimán? Esos salvajes no hacen más que disparar sus armas y pavonearse de lo valientes que son. ¿Por qué no me tocó que me asignaran a Bruno Ballesteros? Si eso hubiera sucedido, posiblemente no estaría tan desencantada con mi situación.

Bajo a paso lento detrás de mamá cargando mi pesada maleta. En cuanto papá me ve da una zancada para ayudarme.

—Déjame llevar eso por ti al vehículo —dice con la voz cargada de emoción.

Mi hermano Mauro me mira con ojos compungidos, todos están tristes de que me voy, pero estoy segura de que nadie está tan triste como yo.

—Me gustaría que fueran conmigo —musito apesadumbrada de que tenga que despedirme de mi familia en este momento.

—Lo sé, cariño, a nosotros también nos encantaría acompañarte a tu nuevo hogar —dice mamá con una sonrisa fingida que no logra ocultar su desánimo.

—Me temo que eso es imposible, en nuestra extensa experiencia en estos asuntos, nos hemos dado cuenta de que es más conveniente que el primer encuentro entre las nuevas parejas asignadas sea un momento solo para ellos dos. A veces la presencia de la familia entorpece el que los asignados lleguen a conocerse o propicia que se tenga una primera impresión errónea —dice la Nana Prudencia de pie junto a la puerta de entrada—. Ya habrá tiempo de que las familias se conozcan, por ahora debemos dejarlos interactuar sin interrupciones. Un primer encuentro agradable es clave para una relación exitosa.

Suelto un suspiro de desasosiego, me siento como una prisionera que no tiene opción más que hacer lo que le dicen. Detesto esta sensación de descontrol sobre mi propia vida.

—Por supuesto, nosotros confiamos en la sabiduría del Buen Régimen —declara papá con una sonrisa amable antes de salir a dejar mi maleta en el vehículo que me llevará al hogar del Caimán.

De pronto, lo que acaba de decir la Nana llama mi atención.

—¿Y qué sucede si la relación no es exitosa? —pregunto con curiosidad.

—¿Disculpa? —pregunta la Nana confundida.   

Mamá me mira atónita, como si acabara de decir una palabrota, pero finjo que no me he dado cuenta. En realidad no estoy diciendo o haciendo nada prohibido, solo estoy haciendo una simple pregunta.

—Usted acaba de decir que un primer encuentro agradable es clave para una relación exitosa. ¿Qué sucede en los casos en los que la relación no es exitosa? —pregunto con un pequeño rayo de esperanza brillando en mi interior. Por favor que haya una manera de librarme de esto.

La Nana carraspea evidentemente incómoda por mi pregunta.

—Pues, en los casos en los que la pareja resulta incompatible o existe algún motivo de peso para no querer permanecer juntos, ambos solicitan su cambio y podemos organizar una transferencia… —me explica con una mueca de desagrado—. ¡Pero esos casos son contados! Siempre preferimos que las parejas arreglen sus diferencias, ya sea platicando entre ellos o, si lo requieren, pueden utilizar a una Nana que funja de mediadora.

Abro los ojos con sorpresa. Jamás había escuchado sobre esto. Mi mirada se ilumina con su respuesta: esto significa que mi situación tiene remedio, no estoy condenada a pasar el resto de mi vida con ese Caimán. Existe una salida.

—Y si la mediación no funciona, ¿te transfieren con alguien más? —pregunto. La esperanza cruza mi rostro como un rayo. Esta es la mejor noticia que he recibido desde mi prueba de fertilidad.

—Así es, siempre y cuando la pareja no esté ya esperando un hijo —responde la Nana con evidente molesta ante lo que debe percibir como alegría en mi expresión facial.

—Melissa, cariño, tal vez no deberías estar preguntando sobre esos asuntos tan desagradables. Como la Nana Prudencia acaba de informarte, en el Buen Régimen se prefiere que las parejas arreglen sus diferencias. Además, estoy segura de que tú y el chico que te han asignado no tendrán ningún problema, los dos son buenos ciudadanos y como tales sabrán quererse y respetarse —dice mamá con un tono de voz que conozco bien, es el de “para ya, Melissa”.




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