Copos de Fuego (ace x elsa)

4.- Promesa (parte 2)

 

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Según Anna, la noche estaba despierta y era perfecta para jugar, y aunque Elsa no opinaba lo mismo, no dudó ni por un segundo en cumplirle los deseos a su hermanita menor. Corriendo, bajaron al gran salón para jugar con la nieve y el hielo mágico de Elsa. Montículos de nieve se formaron por doquier, y el piso se cristalizó, haciendo de todo un centro de juegos perfectos para amantes del invierno como lo eran las hermanas. Y sí, todo era perfecto, hasta que Elsa resbaló y por accidente golpeara en la cabeza a Anna con sus poderes, dejándola en el suelo, inconsciente.

 

Esa imagen de su hermana pequeña, tendida sin moverse, nunca más se borraría de su memoria.

 

"Elsa ¡¿Qué has hecho?! ¡Esto se está saliendo de control! " Las palabras de su padre retumbaron en su cabeza una y otra vez las horas siguientes mientras médicos y enfermeras iban y venían del cuarto de su hermana.

 

Nadie sabía porque no despertaba, y los padres de la princesa no ahondaron en detalles. Solo dijeron que se había golpeado la cabeza accidentalmente con el borde de su cama, mientras se levantaba. Los médicos observaron sospechosamente a los reyes, pero no se atrevieron a decir nada. Elsa, en ese momento, agradeció la falta de atención a su persona, ya que así podría quedarse en silencio en la habitación acompañando a Anna.

 

Pero las cosas cambiaron cuando anunciaron que el sacerdote llegaba para ver la recuperación de la menor de las hijas del Rey Agnarr. Rápidamente, el rey tomó el brazo de Elsa, y un tanto brusco, la llevó a la habitación de la princesa, y la encerró allí, sin mediar ninguna explicación. Sin embargo, Elsa alcanzó a escuchar, a través de la puerta, una breve conversación entre sus padres:

 

—Agnarr, es solo una niña, no tienes porqué tratarla así.

 

—No me ha dejado opción.

 

—Sabes perfectamente que Elsa no puede controlarlo.

 

—No ella... ¡Él! —el tono de angustia del Rey era tan atípico en él, que Elsa se asustó— ¿Por qué ha llegado al castillo? Tal vez sospecha de ella y ha venido a confirmar sus suposiciones.

 

—No creo. Hemos sido cuidadosos.

 

—No lo suficiente. Este accidente pudo evitarse. Esta desagradable visita, impedirse.

 

—¿Y entonces qué vamos hacer?

 

—Mantenerlas con vida a ambas. Juro que la historia no se va a volver a repetir, Iduna.

 

Elsa no comprendería a cabalidad la conversación hasta mucho tiempo después. Pero en ese momento si entendía una cosa; ella había provocado el accidente y debía impedir que volviera a suceder. Controlando su poder, mantenerlo adentro, muy dentro de ella. Haciendo como si no existiese el hielo en su interior. Fingiendo no ser un peligro para Anna y sus padres.

 

Por fortuna, Anna se recuperó. El camino no fue sencillo, ya que estuvo por más de dos meses sumergida en una inconsciencia inestable. Sin embargo, cuando por fin despertó del todo, estaba completamente recuperada. Aunque con la memoria algo dañada; no recordaba nada de los poderes de Elsa, ni de cómo había quedado inconsciente.

 

Para los reyes fue mejor así.

 

Al ver que en su recuperación no habían intervenido entes demoniacos, el sacerdote se dio por satisfecho, terminando con la larga estadía que tuvo en el castillo como auto invitado. Sin embargo, eso no hizo que el Rey bajara la guardia ni mucho menos; Elsa seguiría encerrada en su habitación hasta que pudiera controlar sus poderes. Lo que no significaba otra cosa que anularlos por completo. Algo que la Reina Iduna estaba en desacuerdo.

 

—Elsa, debes tranquilizarte. Sabes que empeoran cuando te alteras.

 

—¡No! Sigue... sigue creciendo —exclamó Elsa mirando aterrada la palmas de sus manos. El respaldo de la silla que había estado tocando hace unos segundos, estaba blanco, debido a la escarcha.

 

Agnarr se hincó al lado de su hija mayor. Hurgó en sus bolsillos y sacó un par de pequeños guantes blancos. Se los tendió a Elsa para que se los pusiera. La niña, cohibida, obedeció, notando al instante que el peso de los guantes y su flexibilidad eran distintos a un par de guantes normales. La escarcha que nacía en la punta de sus dedos desapareció casi al mismo tiempo de estar en contacto con la tela.

 

—Agnarr detente. Esto no está bien.

 

El Rey miró de soslayo a su esposa, pero la ignoró.

 

—Escucha, Elsa. Los guantes te ayudarán ¿Ves? —El Rey sostuvo la mano de su hija entre las suyas. La niña, asintió— Esconde siempre, recuérdalo. No tienes que abrir...

 

—... tú corazón —Elsa completó la frase tantas veces escuchada, deseosa de la aprobación de su padre.

 

El Rey sonrió, se levantó del suelo y le acarició el cabello.



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En el texto hay: onepiece, frozen, crossover one piece x frozen

Editado: 16.04.2022

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