Coral de Fuego

Capítulo I

NAT

       Al abrir mis ojos, me encontraba en un dormitorio desconocido. Había dos camas aparte de en la que estaba. Todo jugaba en paletas de vinos y blancos. Era moderno, pero tenía un toque medieval increíble. Su tamaño era incomparable: techos altos y un ventanal inmenso al fondo del cuarto que daba a un jardín hermoso. 

     Junto a mi cama había un sillón. Un chico de cabello castaño claro estaba dormido en él. Tardé en reconocerlo. Hacía cinco años que lo había visto por ultima vez. Cuando nos separaron teníamos doce y no pude creer lo mucho que había crecido. Seguíamos compartiendo rasgos de la cara, pero estaba segura de que me sacaba como cabeza y media en altura. Se había ensanchado y su físico se había transformado. Seguro mi hermano tenía una fila de chicas detrás de él. Había heredado el aspecto de dios griego de mi madre. 

     Y sé que, aunque Max es mi gemelo, él había heredado eso de mi madre que ni yo había sacado. 

     Me levanté de la cama necesitando saber cuánto tiempo había pasado desde el incendio. Busqué mi teléfono sin ningún resultado. Indecisa todavía de si despertaba a Max o no, caminé hacia el ventanal para apreciar el jardín. Definitivamente no sabía donde estaba. Pero, si Max estaba ahí, no podía correr peligro ¿verdad?

     Volteé al sillón en busca de Max, no lo vi. La respiración se me agitó, no podía ser un sueño. Imposible. Esta vez no. 

     No le pude dar muchas más vueltas porque segundos después unos brazos fuertes me levantaron con la facilidad del mundo. Era Max; se estaba riendo. 

     —Me alegra mucho que estés aquí. No sabes lo que te he extrañado — dijo dejándome en el piso. Sin perder un segundo me giré y lo abrace como había querido hacer desde hacia cinco años. 

     —Créeme que yo te he extrañado más.

     El momento de felicidad no duro mucho; pues realmente me encontraba en ese lugar porque alguien había tratado de matarme y de no ser por Max, lo habrían logrado. 

     —Nat ¿qué fue lo que pasó?

     Hacía mucho que alguien no me llamaba así. Lo había extrañado.

     Antes de siquiera poder contestar, alguien llamó a la puerta; y sin esperar respuesta entró. 

     Un chico poco más alto que Max, apareció en el umbral. Se veía serio, demasiado diría yo, teniendo en cuenta que parecía únicamente unos años mayor que nosotros. 

     Su mirada se encontró con la mía. Sus ojos verdes esmeralda con tonos dorados, me recorrieron de pies a cabeza. Sin apartar su mirada de mi, se dirigió a mi hermano. 

     —Me alegra que tu hermana ya haya despertado— no parecía decirlo en serio—. Y entiendo que quieran ponerse al día, pero la directora los espera en su oficina. La princesa tiene que conocer las reglas si desea quedarse— dijo mirándome con superioridad y tono arrogante. 

     Antes de que Max contestara, yo me le adelante —¿y dónde se supone que estoy? — No me conocía y ya me había puesto un apodo, ah no, no lo iba a permitir. 

     Me ignoró olímpicamente, hizo como si ni siquiera estuviera presente. Y para terminarla de joder, mientras se giraba, Max le agradecía. 

     —Gracias Alec. 

     Wow ¿y la lealtad? Decidí no hacérselo notar a Max. Pues ya estaba pasando por mucho, pero ¿quien rayos se creía ese amigo? Primero me llama "princesa" y después me ignora... ¿cuál es el punto?

     Sin embargo, no se salvo de mi mirada inquisitiva que buscaba una explicación a lo sucedido; cosa que nunca llegó.

     —Tienes que darte una ducha, Valeria te dejó éste cambio de ropa. Me aseguró que te quedaría. 

     Max me ocultaba algo. O tal vez era la consecuencia de haber estado separados tanto tiempo. ¿Cómo es que alguien al que aseguras conocer, se puede volver un desconocido en solo cuestión de tiempo? 

     Alto, ¿y quién es Valeria?

     Al ver que no me movía, me prometió algo.

     —Te lo explicaré todo, solo confía en mi, son las estúpidas reglas las que me prohíben decirte.

     Lancé un resoplido, lo miré con ojos molestos, y me acerqué a el. Tomé la ropa que me ofrecía y le pregunté donde estaba el baño. Si quería respuestas, al parecer iba a tener que cooperar un poco. 

     Me señaló una puerta al lado de un librero y me dijo —me alegra mucho que estés aquí. Te lo prometo, te explicaré todo después de visitar a la directora.

     —Eso espero.

     Me dirigí al baño. Abrí la puerta y me encontré con un cuarto de baño enorme. Era el baño digno de la recamara. Todas sus paredes eran o blancas o de mármol. Los muebles muchos eran de cristal, otros de madera clara. Al centro había una pequeña salita con unos taburetes y algunas mesitas.

     Frente a estos se abrían dos pasillos. Uno daba al área de vestidores. Pues no se podían llamar closets. Había tres. Dos de ellos estaban repletos de ropa increíble. Millones de zapatos e inclusive tenían un área para vestidos de gala. 

     El tercero únicamente tenía una repisa llena. Esta se basaba en un estilo uniforme. Camisas, faldas de cuadros, corbatas, chalecos y suéteres. Y todos llevaban un escudo. 




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