La luz del atardecer se filtraba por las ventanas rotas del edificio abandonado, creando sombras largas y siniestras en las paredes cubiertas de grietas. El lugar, un antiguo poblado ahora desierto, había sido el refugio perfecto para mi organización clandestina. Nos ocultábamos aquí, alejados de las miradas curiosas, planeando nuestro próximo gran golpe.
Bajo el nombre de Reik, soy el jefe de esta organización. Hoy, más que nunca, era crucial reunir a mi equipo y darles instrucciones claras sobre nuestra próxima misión. Las noticias de la instalación de un campamento militar en el área 84 habían llegado a mis oídos y complicaban nuestros planes. El área 84 no era solo una porción de tierra árida en Irak; era el escondite de un tesoro inestimable: cuevas subterráneas repletas de diamantes, esmeraldas y otros minerales preciosos. Nuestro objetivo era claro, pero la presencia militar lo hacía más complicado.
En el centro del amplio salón en ruinas, coloqué una mesa y alrededor de ella dispuse algunas sillas. Mi equipo se encontraba reunido: un grupo de individuos, cada uno con habilidades únicas que habían demostrado su valor en numerosas misiones. Aguardaban mis palabras con atención.
—Escuchad todos —comencé, asegurándome de que cada uno de ellos me mirara directamente—. Tenemos un gran desafío por delante. El área 84, como ya sabéis, esconde una riqueza inimaginable. Las cuevas subterráneas están llenas de diamantes y esmeraldas. Si logramos desenterrarlos, seremos inmensamente ricos.
Un murmullo de excitación recorrió la sala. Podía ver la avaricia y la determinación en los ojos de mis secuaces. Sabían lo que estaba en juego.
—Pero tenemos un problema —continué, alzando la mano para pedir silencio—. El ejército ha instalado un campamento militar en el área. No sabemos por qué están allí y esto complica nuestra misión.
Max, uno de mis hombres más leales y experimentados, levantó la mano. Su rostro curtido mostraba preocupación.
—Reik, ¿cuánto tiempo estará instalada la base militar? —preguntó, su voz resonando con seriedad.
Suspiré, sabiendo que esta era una pregunta clave y que mi respuesta determinaría el enfoque de nuestra misión.
—Aún no hemos podido determinarlo —admití, mirando a cada uno de ellos—. Por eso, enviaremos a nuestro mejor espía.
Todos volvieron la cabeza hacia la esquina de la sala, donde estaba sentado nuestro miembro más joven y ágil. Él era conocido por su habilidad para moverse sin ser detectado y por su agudo ingenio. Sabía que era nuestra mejor opción para esta tarea.
—Te infiltrarás en la base militar —dije, mirándolo directamente a los ojos—. Necesitamos que obtengas información sobre sus planes y la duración de su estancia. Necesitamos saber cómo y cuándo podremos iniciar nuestra misión sin levantar sospechas y sin que los militares descubran lo que hay bajo sus pies.
Este asintió, su rostro mostraba una mezcla de entusiasmo y concentración.
—Lo haré, jefe —respondió con firmeza—. Me infiltraré y conseguiré la información que necesitamos.
—Bien —asentí—. El éxito de esta misión depende de tu sigilo y rapidez. Necesitamos conocer sus horarios, sus rutinas y cualquier punto débil en su vigilancia. Solo entonces podremos avanzar sin riesgo.
El resto del equipo murmuró su aprobación. Sabían que el joven era nuestra mejor apuesta y confiaban en su habilidad para llevar a cabo la misión.
—Max —dije, girándome hacia mi segundo al mando—, prepara un plan de contingencia. Si algo sale mal, necesitamos estar listos para actuar de inmediato. No podemos permitirnos errores.
Max asintió, su rostro serio mientras tomaba nota de mis instrucciones. Sabía que podía confiar en él para tener todo preparado.
—Y ustedes —dije, mirando al resto del equipo—, estén atentos y preparados. En cuanto él regrese con la información, nos moveremos rápido. Tenemos una ventana de oportunidad y debemos aprovecharla.
El grupo asintió al unísono, la determinación palpable en el aire. Sabían que esta misión era crucial y que cada uno de ellos tenía un papel importante que desempeñar.
—Ahora, dispérsense y preparen todo lo necesario —ordené, levantándome de la mesa—. Tú y yo hablaremos en privado para ultimar los detalles de tu infiltración.
El equipo se levantó y comenzó a moverse, cada uno hacia su tarea asignada. Él se acercó, listo para recibir las instrucciones finales.— le dije al joven.
El chico estaba frente a mí, su postura era relajada pero sus ojos mostraban una concentración que reflejaba su determinación. Era joven, quizás demasiado para una misión tan peligrosa, pero había demostrado una y otra vez que su agilidad y sigilo eran insuperables. Confiaba en él, está con nosotros desde que tiene uso de razón y por eso le había asignado esta tarea vital.
—Sabes por qué estás aquí —comencé, mi voz resonando suavemente en la habitación silenciosa.
—Sí, jefe —respondió, sus ojos fijos en los míos—. Estoy listo para infiltrarme en la base militar y conseguir la información que necesitamos.
Asentí, satisfecho con su respuesta. Pero había mucho más que discutir.
—Bien, pero escucha atentamente —dije, dando un paso más cerca de él—. Esta no es una misión ordinaria. La base militar está llena de soldados entrenados, y cualquier error podría costarte la vida. Necesitamos saber exactamente cuánto tiempo planean quedarse y cuáles son sus horarios y puntos débiles.
Este asintió, mostrando que entendía la gravedad de la situación.
—Entrarás por la noche, cuando la guardia esté más relajada —continué—. Utiliza tu sigilo para moverte sin ser detectado. Debes encontrar sus planes, cualquier documento o conversación que revele cuánto tiempo estarán allí y qué saben del área. Necesitamos saber si sospechan algo sobre los minerales.
—Entendido, jefe —dijo con una voz firme.
Saqué un pequeño mapa de la base que habíamos logrado obtener. No era detallado, pero daba una idea general de la disposición del lugar.
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Editado: 08.08.2024