El día había comenzado mal, y no había señales de que mejorara. Llevaba horas intentando contactar a Hyunjin, pero la señal se había perdido por completo desde hace tiempo. Cada intento fallido solo aumentaba mi frustración. Hyunjin era una pieza clave en mi operación, una herramienta valiosa cuyo talento y habilidades como espía y luchador eran insustituibles. No era el chico lo que me importaba, sino su utilidad.
Golpeé el escritorio con el puño, maldiciendo en voz baja. Miré el comunicador por última vez antes de lanzarlo al suelo, haciéndolo añicos.
—¡Maldita sea! —grité, la rabia burbujeando en mi interior.
En ese momento, mi segundo al mando, Mark, entró en la habitación. Al verme tan alterado, su expresión se volvió seria.
—Reik, ¿qué ha pasado? —preguntó, manteniendo la calma.
Le expliqué la situación brevemente, y él asintió, comprendiendo la gravedad del asunto. Sabía que, sin Hyunjin, nuestras operaciones se verían seriamente comprometidas.
—Quiero que vayas al área militar y lo busques —le ordené con un tono firme—. Y si hay algo extraño, ponte en contacto conmigo de inmediato.
Mark asintió con determinación.
—No te fallaré, Reik. Lo traeré de vuelta, ya sea con vida o sin ella.
Su tono no admitía dudas. Era un subordinado leal y eficiente, y confiaba en su capacidad para cumplir con la misión.
—Espero que así sea, Mark. No podemos permitirnos perder a Hyunjin. No ahora.
Este se inclinó ligeramente en señal de respeto antes de salir rápidamente de la habitación, listo para cumplir su nueva misión. Me quedé solo, la ira y la preocupación luchando por dominar mis pensamientos. Miré los restos del comunicador en el suelo, deseando que la situación fuera diferente.
Encendí un cigarro y me apoyé contra la ventana, mirando el horizonte mientras la brasa brillaba con cada calada. Las sombras de la noche comenzaban a extenderse, y la incertidumbre me carcomía por dentro. No podía permitir que mis planes se vieran afectados por un contratiempo como este. Necesitaba recuperar a Hyunjin, y rápido.
El tiempo pasaba lentamente, cada minuto avanzaba con lentitud. Imaginé a Mark avanzando con determinación hacia el área militar, enfrentando cualquier obstáculo en su camino. Sabía que haría todo lo posible por cumplir su palabra.
Me acerqué a mi escritorio y busqué otro comunicador de repuesto. La rabia todavía hervía en mi interior, pero necesitaba mantener la calma. Había demasiadas cosas en juego. Conecté el nuevo dispositivo y verifiqué la frecuencia, asegurándome de estar listo para cualquier actualización.
Pasaron unas horas interminables hasta que finalmente recibí una señal. Mark me llamaba. Respondí de inmediato con la ansiedad creciendo en mi pecho.
—¿Qué has encontrado? —pregunté, tratando de mantener la voz firme.
—Señor Reik, he llegado al área militar. Hay un gran despliegue de seguridad, y parece que han capturado a alguien. No he podido confirmarlo aún, pero podría ser Hyunjin —informó Mark con seriedad.
—Bien, mantén la calma y no te expongas. Averigua si es él y encuentra una manera de sacarlo de ahí. No podemos permitirnos un fracaso —le ordené.
—Entendido, Reik. Le mantendré informado —respondió Mark antes de cortar la comunicación.
Apagué el comunicador y volví a mirar por la ventana, el cigarro casi consumido entre mis dedos. La noche había caído por completo, y la incertidumbre seguía carcomiéndome por dentro. No podía hacer más que esperar y confiar en que Mark cumpliera su misión. Pero una cosa era segura: no descansaría hasta tener a Hyunjin de vuelta, sin importar el costo.
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Las luces del pasillo de los calabozos titilaban ligeramente, creando sombras que danzaban en las paredes de piedra. Chan y yo avanzaban con pasos firmes con el eco de nuestras botas resonando en el ambiente opresivo. Al llegar a la celda, el prisionero estaba sentado en el suelo, esposado a la pared. Su cabello largo le cubría la cara, dándole un aspecto aún más desaliñado.
—Vamos a acabar con esto rápido, Chan —dije sin esperar respuesta. Me acerqué al prisionero y le agarré el pelo, echándolo hacia atrás para descubrir su rostro—. Así podré ver bien la cara de un estúpido cobarde como tú.
Este parpadeó ante la luz repentina, pero su expresión no mostraba miedo, sino desafío. Es por eso que sentí un impulso de ira, pero Chan puso una mano en mi hombro.
—Changbin, cálmate. No te pases de la raya. Recuerda que esto solo puede afectarnos negativamente —me susurró Chan al oído.
Suspiré y crucé los brazos, sin apartar la mirada de los ojos llenos de asco del prisionero.
—Habla y cuéntanos todo lo que necesitamos saber. ¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres del área militar? ¿Y por qué intentaste dañar a Kim Dana? —le disparé las preguntas con un tono firme y autoritario.
El prisionero soltó una carcajada y escupió al suelo con su voz cargada de desprecio.
—No diré absolutamente nada. Si queréis, podéis matarme.
Ante sus palabras reí irónicamente y me volví hacia Chan.
—Seguro que no puedo hacerle nada, ¿verdad? Esto quedaría entre tú y yo —dije con una sonrisa torcida.
Chan soltó una leve risotada y negó con la cabeza.
—Sabes que no podemos hacer eso, Changbin. Tenemos que seguir las reglas.
Apreté los dientes, frustrado y me volví de nuevo hacia el prisionero.
—De acuerdo, si no hablas, empezaré a matarte. —Mi tono era amenazador, aunque sabía que no era verdad. Solo quería meterle miedo para que hablara.
El prisionero me miró con indiferencia, claramente no afectado por la amenaza.
—Adelante. No me importa.
Por millonésima vez, suspiré y decidí cambiar de táctica. Empezaría con lo básico. Necesitábamos obtener al menos alguna información hoy, sin importar lo pequeña que fuera.
—Está bien, empecemos por lo simple. ¿Cómo te llamas? ¿Qué edad tienes?
El prisionero mantuvo su silencio durante un momento, pero luego levantó la cabeza y pude ver como sus ojos brillaban con un destello de desafío.
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Editado: 08.08.2024